No le quita el sueño “pero ronda en su mente” la idea de buscar un cargo de elección popular, ha declarado el ing. Agustín Basilio de la Vega, por muchos años Director del centro estatal de la secretaría de comunicaciones en el estado de Veracruz, pero con pírricos resultados debido a una labor francamente deficiente, según lo que se puede advertir en la geografía veracruzana. Esta es una aseveración comprobable en términos de comparar los miles de millones que ha anunciado para Veracruz con las obras que no tenemos a la vista.
Le quite o no el sueño a Basilio de la Vega lo de la idea de candidatearse a un cargo de elección popular, sus correligionarios de partido se encargaran de despertarlo una vez que explique por qué se percibe con los méritos para que sea votado. De entrada, adelantamos que no se le regatea su derecho a buscar una candidatura a lo que sea, pues está legalmente habilitado; pero en los tiempos que corren no es la observancia de una formalidad legal el único argumento valedero y de peso para convencer a una ciudadanía cada vez más decepcionada, por lo que está ávida de servidores públicos con auténtica vocación de servicio y no de artífices del simulacro.
No es Agustín Basilio el primero que se muestra en la tesitura de competir electoralmente, como él ya algunos más han manifestado sus inquietudes electorales en la medida en que se acerca la apertura del proceso electoral que viviremos en Veracruz en 2013. Aunque a más de uno el peso de sus circunstancias los ha desacreditado, el detalle no es suficiente para desalentarlos en la búsqueda de prebendas, por lo que no se descarta el que surjan más personajes con similares pretensiones.
Se habla, por ejemplo, que la alcaldesa xalapeña basada en quien sabe qué méritos otea la posibilidad de competir por una diputación, pero como está inoculada del síndrome que durante muchos años supuso a Reynaldo Escobar como el gran elector de Xalapa, se dice que ella está impulsando otras candidaturas, incluso extrapoladas al municipio de Emiliano Zapata. De si tiene los méritos para refrendar promesas a cambio de votos, la ciudadanía xalapeña pudiera pensar lo contrario; sobre si el partido que la ha cobijado le aprobará sus propuestas, ese será un problema al interior de los grupos de ayuda mutua. Lo único cierto, palpable además, es el descrédito de una administración municipal en cuyo origen se depositaron las esperanzas de miles de ciudadanos xalapeños que la votaron con la expresa ilusión de ver a Xalapa en mejores condiciones en cuanto a servicios públicos e infraestructura urbana. Ya nada de eso será posible a juzgar por los nulos resultados después de dos años de pésima gestión pública, caracterizada más por el escándalo que por resultados de beneficio colectivo. Que la ciudadanía se lo reclame.
Pero el descrédito no es exclusivo de ciertos actores políticos, porque en cuestión de estigma los partidos corren igual suerte, de tal manera que buscan en la imaginaria colectiva candidaturas “ciudadanas”, es decir, candidatos cuyo perfil no los identifique con las propias siglas partidistas. ¿Quién de entre las filas del perredismo, por ejemplo, pudiera encabezar con cierto éxito una candidatura con probabilidades de triunfo en Xalapa? En ese festín de tribus en permanente pleito por el hueso o las prerrogativas ni a cual irle (¿o será disputa ideológica? ¡!) Algunos interesados han dado una lectura equivocada al haber obtenido la diputación federal en Xalapa, la única del PRD en Veracruz. Principian por olvidar que fue la pésima imagen de quien fuera el candidato priista la que propicio su indiscutible derrota, asociada a una postulación panista nacida para perder. Obviamente la ciudadanía manifestó su repudio a esa candidatura y derivó su voto hacia otra opción en la que las simpatías por la figura de Andrés Manuel López Obrador aportaron gran cuota de votos. De otra manera, ¿Cómo explicar en estos tiempos un triunfo electoral sin hacer campaña y sin gastar dinero?
En el contexto xalapeño, mientras Ricardo Ahued disfruta de un ventajoso posicionamiento ciudadano ganado a pulso y se deja querer, al tiempo que es considerado por todas las siglas partidistas como un candidato con perfil ganador, en el PRI las cartas más visibles para la alcaldía xalapeña son los jóvenes diputados Américo Zúñiga y Carlos Aceves; ambos, Américo principalmente, han tenido oportunidad para muestrearse ante la opinión pública xalapeña, las encuestas señalarán con precisión su grado de posicionamiento en el favor de los xalapeños. En su empeño van contra la corriente porque Elizabeth se ha obstinado en hacer todo lo contrario a lo que ofreció en campaña, de tal manera que les hereda una caja de pandora al PRI y a quienes este partido lance como candidatos.
Dulce María Dauzón, José Valencia, Carlos García Méndez, Carlos Luna Escudero, más los que vayan apareciendo, son vistos como precandidatos ciudadanos y acaso hasta cuidan de no identificarse con alguna sigla partidista. Una dama empresaria, sin máculas en su contra, un distinguido periodista e inquieto luchador social, dos rectores de sendas universidades y hombres de empresa generadores de empleos enriquecen el diagrama político de la capital veracruzana. Sin embargo, en cualquier país las leyes se formulan de acuerdo a los intereses de las clases gobernantes, y en este sentido México no es la excepción. Basta con recordar que la aprobación de las candidaturas ciudadanas fue aplazada en el Congreso federal de tal manera que no fuera posible utilizar esa figura en procesos electorales inminentes; luego entonces, la única vía constitucional para participar electoralmente son los partidos políticos. He allí el dilema.
No se requiere de la lámpara de Diógenes para descubrir que persiste un antipriismo social en Veracruz y en otras entidades de igual o menor peso político; la suma de votos en contra del PRI en los recientes comicios federales así lo constata. De allí que este partido tenga que remontar la corriente en busca de candidatos con elevada convocatoria ante la ciudadanía, así se trate de ciudadanos que nada tengan que ver con el compromiso partidista.
No se soslaya el hecho de que las elecciones modernas se ganan con dinero y que buena parte de la población votante emitirá su voto en proporción directa al dinero que se disponga para gastar; son las consecuencias combinadas de pobreza extrema en que vive más de la mitad de la población veracruzana con la perversión en que se ha sumido al voto ciudadano.
Peña Nieto debió haber ganado en Veracruz, pudo haber ganado, pero sucede que quien tuvo la encomienda del recurso no lo distribuyó a tiempo y los operadores quedaron a la espera de ese combustible sine qua non para que caminen. Este es un fenómeno muy recurrente según experiencias pasadas, porque, de acuerdo a las malas consejas, en 2004 hubo una vez alguien que recibió dinero para su campaña y este no circuló en la medida de lo necesario, de allí el susto; dicen las malas lenguas que se lo embolsó; cierto o no, ese es un cuento que hace escuela, porque en donde hay maestros hay discípulos. Qué bonita democracia.
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