Qué pena, de verdad qué pena me ha dado saber que la visita del Papa a fin de cuentas si tuvo un fin político, y también que tristeza que el Papa haya tenido palabras de aliento dichas en persona para las víctimas de los curas pederastas, pero en México esto no sucedió, dicen que porque no estaba en la agenda de los Obispos, pero en realidad, se entiende que el Papa no quiso, pues si hubiera querido se hubiera dado, por ello pierde mucha credibilidad la frase papal de ¨cuiden a los niños¨.
Mientras Joseph Ratzinger tenía su reunión con Calderón, en la cual todo fue corrección política y diplomacia, en la sala de junto, el secretario de gobernación la secretaria de relaciones exteriores tenían que escuchar las presiones del secretario de estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, y del obispo Dominique Mambertti, encargado de las relaciones con los estados.
La petición de los diplomáticos del estado Vaticano, raya en la intervención de un país extranjero en asuntos internos de México. Pedían legalizar la realización de actos de culto en lugares públicos sin previo permiso de la autoridad, y que se permita a las iglesias que sean propietarias o concesionarias de estaciones de radio y canales de televisión.
La noche siguiente en la cena de gala que ofreció el Arzobispado de León a obispos de América latina, Bertone insistió en el tema de la libertad religiosa, ante el propio presidente Calderón y su esposa. En un acto que en diplomacia se consideraría de ¨rudeza innecesaria¨.
Se sabe que Calderón respondió que no tenía el control del congreso y que esa decisión de modificar las leyes, dependía directamente del congreso de la unión. Y con eso evitó comprometerse en un asunto que preocupa a muchos mexicanos.
Uno pensaría que la realización de actos religiosos en lugares públicos debiera de ser lo normal, pero cuando se entiende que en México cada vez más hay pluralidad de religiones, llega uno a la conclusión que el realizar un acto público de una religión podría incomodar a los miembros de otra y generar violencia, como ya ha sucedido en zonas de Chiapas y Oaxaca. De ahí que el asunto sea más de seguridad y protección a los mexicanos, que un asunto de libertades ciudadanas.
Obviamente quien se vería beneficiada sería la religión mayoritaria, pero a la corta o a la larga, habría problemas de sangre, habría que regresar a la posición que existe ahora desde el punto de vista legal.
Si se aprueban o no las peticiones que incluyen capellanes en el ejército y enseñanza evangelizadora en las escuelas es problema de los políticos y de quienes tienen la decisión en sus manos, que en este caso es el congreso de la Unión y los poderes que influyen en los diputados.
Yo me pregunto la razón de que una Iglesia como la católica cuyo fundador y no me refiero a Pedro sino a Cristo, dijo textualmente ¨Mi Reino no es de este Mundo¨, y quien afirmó también ¨Dad al César lo que es del César y dad a Dios lo que es de Dios¨, insiste una y otra vez en adquirir mayor poder terrenal. ¿Acaso los objetivos de la Santa Madre Iglesia Católica han cambiado y ahora resulta más importante un asunto terrenal como el poder, que los asuntos espirituales?
Está muy claro, y desgraciadamente el velo se descubrió muy rápido, que la visita tuvo fines políticos. Es inevitable que la llegada de un líder espiritual del 80% de la población no influya en unas elecciones tan próximas a realizarse. Hoy sabemos que el Papa actúa a través de terceras personas, y así como hubo esta reunión entre funcionarios de estado vaticanos y mexicanos, así también debieron de haber habido otras reuniones de las cuales quizá jamás sabremos, entre los candidatos a la presidencia, y enviados papales que actuaron mayor sutileza, ofertando y negociando apoyos políticos a cambio de modificar las leyes mexicanas para beneficio de un poder terrenal, que hoy más que nunca, demuestra que los intereses mundanos son preferidos a los intereses celestiales.
Alguien discutía porque no se hizo la visita después de las elecciones, si en realidad no se quería influir en ellas. Y otra persona recuerda que la visita del Papa se resolvió en cinco meses, cuando normalmente requiere un año de anticipación este tipo de viajes. Salvo que la cercanía de las elecciones fuera motivo suficiente y moneda de cambio para acelerar un viaje papal.
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