El apego a las
tradiciones tiene una utilidad trascendental para las nuevas generaciones, pues
provoca un sentido de pertenencia a una comunidad y además, les informa de su
pasado e historia. Así se genera también
cierto orgullo de pertenecer a una comunidad específica, que tiene un pasado
común, y a la que unen diversos lazos, tanto de amistad como de convivencia a
lo largo de la vida.
México es un país
dónde las tradiciones se respetan, se repiten y en muchos casos se olvida su
verdadero origen, para convertirlas en ¨algo¨ que hacían los mayores, aunque no
se sabe a ciencia cierta el por qué, y en muchos casos ni siquiera el cómo.
Este comentario
viene a cuento en función de una plática que con motivo de las fiestas de la
Covadonga tuvimos, mientras circulábamos por las calles de Córdoba, ciudad hoy
convertida en una mezcla de páramo lunar, y calles recién estrenadas en las que
de verdad da gusto circular.
Entre los
comentarios, mencionábamos que en general los mitos o la mitología de la
mayoría de las religiones del mundo tienen un mensaje positivo hacia los fieles
que siguen tal o cual creencia. Un gran acierto de los evangelizadores del
viejo y nuevo mundo, fue agregar a la mitología propia del catolicismo, muchos
de los mitos de las religiones paganas a los cuales llegó a sustituir,
generando un sincretismo que ha sido la base del éxito en la transmisión y
enseñanza no sólo de esta religión, sino de sus derivados, aunque éstos últimos
en muchos casos rechazan el uso de parte de esa mitología e incluso la usan
como arma para criticar a la religión mayoritaria (en esta parte del mundo).
Entre las cosas
chuscas, se nos ocurrió imaginarnos la fiesta de la virgen de (póngale el
nombre que usted quiera) en algún lugar del mundo, llevada a cabo por migrantes
mexicanos, que hubieran logrado el éxito económico y social en el exilio,
mientras que sus familiares en su lugar de origen, siguieran bajo el yugo de la
pobreza y opresión social de un país cuyas finanzas son mal manejadas.
Así, en lugar de sevillanas, tendríamos tanto
inditas con su vestido de manta, como una multitud de trajes folclóricos, como
el de la jarocha, la tehuana, la cordobesa, etc. Y en lugar de bailar la jota, con gaiteros
incluidos, tendríamos a las chicas bailando sones jarochos, huapangos de la
huasteca, redova norteña, valses mayas, e incluso hasta una posible guelaguetza
oaxaqueña.
Curioso que
mientras los paisanos españoles se encuentran muy divididos en su propia
patria, llena de comunidades autónomas, sus descendientes en esta zona están
muy unidos, y salvo las naturales envidias pueblerinas, forman una comunidad
pujante y activa en la vida de Córdoba.
Mucho más activa que en otras ciudades, dónde la comunidad española se
ha dispersado unida a la sociedad en general, en lugar de ocupar un lugar
aparte –y selecto como en Córdoba-.
La actitud es
propia de la naturaleza humana. En Estados Unidos, hay zonas dónde los latinos
suman más del cincuenta por ciento de la población, pero allá ante el empuje y
organización de los anglos, todos los grupos latinos se han unido, aunque en su
interior existen diferencias, y siempre hay sectores que predominan, como el de
los cubanos en Miami, a pesar de la abundancia de colombianos, haitianos,
venezolanos, mexicanos, jamaiquinos, y centroamericanos.
Córdoba es una
ciudad con gran arraigo de la cultura española. Su excelente comida lo
demuestra. Ha sufrido los abusos de los
primeros migrantes que pagaban kilos a precio de quinientos gramos, o vendían
al doble de su costo los productos a los naturales de la zona, pero a cambio se
ha convertido en una ciudad señorial, aunque todavía sometida a la conquista…
Hoy comercial, industrial y de servicios.
Qué buen ejemplo
de la comunidad española. Ejemplo que generó ya la creación del club italiano,
quienes con más prudencia se denominaron Italo-mexicanos. Y ejemplo que debería de ser seguido por
otras comunidades como la sirio-libanesa, tan involucrada en sus egoísmos
personales, envidias y conflictos, que le impiden también unirse para formar su
propio club. Quizá parte del problema es
que en la región, los hispanos y los ítalos han tenido mucho mayor éxito
económico que los harbanos, lo cual les permite pensar en el ocio, y en la
conservación de sus tradiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario