ARTICULISTA INVITADO
Esta
semana hemos observado varios signos de madurez política, de compromiso con los
mexicanos y disponibilidad de cooperación entre los principales actores políticos del país. Lo anterior
genera un ambiente propicio para una Transición con características
democráticas propias de las democracias en vías de consolidación como:
seguridad jurídica, la primacía del interés nacional, la coordinación para
dejar y recibir la titularidad del Poder Ejecutivo con orden y de forma
responsable.
El
Sexto Informe de Gobierno del presidente Felipe Calderón es un paso importante
para conocer y comprender donde estamos situados actualmente, cuales son las
prioridades cubiertas, cuales se cubrieron parcialmente, así como los grandes
temas pendientes que pasarán a ser responsabilidad del presidente electo.
También tiene relevancia porque da a conocer a los ciudadanos donde se invirtió
el dinero de sus impuestos y como se ejerció el gasto público, para que puedan
evaluar la gestión gubernamental realizada.
Otro
evento importante que muestra que en México empiezan a importar más las
instituciones que las personas que las representan, es la propuesta de reformas
preferentes enviadas al Congreso de la Unión por el presidente el pasado 1o. de
septiembre. Esto es importante porque demuestra que el presidente en un acto de
madurez y civilidad reconoce las reformas constitucionales aprobadas por el
Congreso el pasado 18 de julio, en las que se aprobó que al inicio de cada
legislatura el Ejecutivo en turno pueda enviar hasta dos iniciativas de
reformas preferentes.
La
civilidad y responsabilidad que está teniendo lugar en esta transición se
demuestra también en la reunión sostenida en Los Pinos por el presidente que concluye
su mandato, Felipe Calderón y el presidente electo, Enrique Peña Nieto, así
como en el mensaje a la opinión pública, donde comparten posiciones respecto a
una transición en orden y respetuosa, apegada a derecho y sin opacidades;
además este mensaje coincide con los compromisos del presidente electo respecto
de una nación moderna, con mayor rendición de cuentas y transparencia en su
ejercicio como Titular del Ejecutivo.
Si
bien nuestra experiencia en transiciones presidenciales con distintos partidos
en el poder es corta, lo cierto es que el ambiente de respeto a la ley con
orden y responsabilidad de los actores políticos ha sido una constante a
considerar como un signo positivo en nuestra democracia. En las elecciones del
año 2000 tuvimos un cambio importante con la llegada al poder de Vicente Fox,
en la cual, el entonces primer mandatario Ernesto Zedillo y el PRI entregaron
la presidencia sin sobresaltos importantes en el escenario político, en un
ambiente de alta responsabilidad y civilidad política. Hoy doce años después,
las circunstancias del país han generado el voto de confianza de los ciudadanos
hacia un PRI moderno y un presidente electo comprometido con los ciudadanos que
propone ideas innovadoras y proyectos para posicionar a México entre las
potencias emergentes.
Los
partidos se encuentran en posiciones diferentes, hoy el PRI llega y el PAN le
entrega la estafeta en el gobierno de una manera cordial. Por su parte, la
izquierda como conglomerado de partidos, es la segunda fuerza política que, de
actuar con responsabilidad, jugará un papel muy relevante de cara al futuro y
en la búsqueda de su propio avance y consolidación.
Una
transición de características democráticas como las descritas siempre beneficia
al país, porque permite que el trabajo de la administración pública no cese ni
disminuya, permite que el país siga funcionando con normalidad, pero además
otorga certeza al gobierno saliente al entregar las cuentas del país de forma
clara y ordenada, así como al gobierno que llega le permite diagnosticar cuál
es la situación del país, qué aspectos mantener y cuáles corregir, cómo
orientar las inversiones públicas, asimismo le permite visualizar qué programas
sociales mantener o cuáles se requieren para mejorar la calidad de vida de los
mexicanos. En suma, permite una evaluación más objetiva e institucional de la
política pública instrumentada y, precisamente por ello, una mayor posibilidad
de reorientarla para bien de todos los mexicanos.
Nuestro
país va ganando madurez política y solidez institucional, la democracia se
mueve en sentido positivo, a veces de manera lenta pero avanza, los actores
políticos empiezan a generar mayores acuerdos y a entenderse de manera más
rápida y eficaz. La interrelación observada estos días entre Ejecutivo y Legislativo,
así como entre el Ejecutivo en funciones y el Ejecutivo electo, son signos muy
positivos para la nación. Asimismo, la creación de un equipo de transición, la
interactividad de las asociaciones civiles, sindicatos, patronales, etcétera,
van generando un proceso deliberativo en los grandes temas de relevancia
nacional que otorga tintes de modernidad e inclusión en nuestra querida patria.
Como
hemos afirmado antes, esta es la base esencial para que los mexicanos podamos
superar nuestros problemas: la unidad en lo esencial –como ha expresado el
presidente Calderón- en torno a nuestro próximo presidente, Enrique Peña Nieto,
a pesar de nuestras naturales diferencias. Esta es la fórmula que han seguido
las naciones más desarrolladas y, venturosamente, parece que es el camino que
estamos dándonos los mexicanos.
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