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lunes, 10 de septiembre de 2012

LOS HIJOS MUERTOS Por: Gilberto Haaz Diez


Acertijos



*La vida es una tragedia para los que sienten, y una comedia para los que piensan. Camelot.

LOS HIJOS MUERTOS
 
Debe ser una tragedia en la vida de los padres perder un hijo. La condición humana no está hecha para eso. Normalmente los hijos deben sepultar a los padres. No a la inversa. En el México descompuesto que vivimos, vimos como hijos morían en manos de chacales, bestias que, por dinero o por circunstancias ajenas, se apoderaban de una vida a la que solo Dios tiene derecho. Y por lo regular no las quita, las protege. Ocurrieron dos hechos muy significativos. Los dos marcaron a los padres de por vida y también nos marcó algo a todos nosotros, porque al perder ellos todos salimos perdiendo y porque sabíamos que nuestros hijos salían de casa pero no sabíamos si regresarían a salvo. Javier Sicilia perdió un hijo en circunstancias malas. Estaba en el lugar equivocado, solieron decir, como si ir a un restaurante fuera lugar equivocado. Alejandro Martí el suyo, este por bestias secuestradoras. Los dos no han parado desde ese tiempo. Honran la memoria de los hijos y piden justicia por doquier y ayudan a gente que sufrió por lo mismo. Sicilia ante los americanos, exigiendo que tomen su responsabilidad. Martí en los foros presidenciales o en los foros donde la inseguridad sea tema relevante. Los dos son un ejemplo de buenos mexicanos, el poeta y el empresario. El periplo de Sicilia por Estados Unidos refleja esa importancia. Martí, en nuestra patria. Que Dios les bendiga a ambos.
 
AQUEL NOVIEMBRE
 
Un noviembre de hace cuatro años, en Washington y en todo Estados Unidos celebraban elecciones. Ganaría Obama su primera elección, ahora va por la segunda. Recuerdo algo de ello.
 
Día cinco. En el trayecto entre Washington y Nueva York. Un día después de que nació la Obamanía. De que ya nada será igual para los americanos. De que Barack Obama se levantó con la victoria y los Mitofskys gringos dicen que el país se volcó como nunca. Un 80 por ciento votó y eso dio el reflejo de todo el carnaval que celebraron por la noche. Solo les faltaron los papaquis.  Anoche dejé la Casa Blanca muy de madrugada. Me dicen que amanecieron. Unos iban medios happys, otros happy y medios, pero nada les privaba de gritar como si fueran emancipados. Esa algarabía no se había visto en años, dicen los que moran por estas tierras. Las banderas de sus barras y estrellas ondeaban con orgullo. Una chiquilla, güerita, bella, era levantada en hombros por su padre y la bandera era el reflejo de la alegría. Esa noche parecía Woodstock, pero sin mota ni encuerados, solo gente cantando. Era un repudio al presidente Bush que, si por ellos fuera, mañana mismo lo echarían de la Casa Blanca.
Amanece el miércoles medio frío. Nada del otro mundo. Mi misión como corresponsal de guerra da fin en Washington. Guerra porque eso era, electoralmente. Son tantas las ilusiones que ha creado Obama que su responsabilidad es enorme. Levanta las banderas caídas de los hermanos Kennedy y de Martin Luther King y da esperanzas a los jóvenes de 18-20 años, que se volcaron a su favor. Me hago de los dos diarios americanos. El mítico Washington Post: “Histórica victoria”, cabecea. El otro, USA Today: “Obama hace historia”. Las fotos del afroamericano y su familia con sonrisa plena. Y el Post mostrando su credencial electoral, poco después de que votó. Los llevo a casa porque servirán de colección.
 
EN ARLINGTON
 
El mismo día de la elección, fui a otear alguna otra casilla. Me dirigí al cementerio de Arlington, donde sepultan a sus muertos y están, entre otros famosos, los hermanos Kennedy y el grupo de astronautas que murieron en la misión espacial. Además, la tumba del Soldado Desconocido. Voy al Metro, 1.35 el precio del boleto, aprovecho a ver el ritual de la flama eterna, el memorial a ras de tierra donde descansa el presidente JFK, dos hijos suyos pequeños, uno recién nacido, la viuda Jacqueline y el hermano Robert Francis, el popular Bobby, caídos ambos por las balas de una conjura. Abajito de la casa del general Robert E. Lee, militar galardonado de West Point, el héroe que no quiso serlo, aquel que el presidente Lincoln ofreció ser el primer general mandamás de la Unión, en la guerra de Secesión, y prefirió irse de general de los Confederados, para rendir la plaza después y entregar la guerra a su homólogo, Ulysses S. Grant, y perder la oportunidad de ser presidente del país, como lo fue Grant. Una gente querida y apreciada, respetada éste Lee. La entrada marca un ceremonial, una foto gigante del sepelio del presidente Kennedy. La viuda y el cuñado recibiendo del cardenal el abrazo y pésame. El féretro del presidente al lado. Las tres fuerzas: Ejército, Aire y Marina se cuadran ante el comandante en jefe caído. Sobresale el general Charles de Gaulle, por su estatura. Johnson hace pucheros. Cínico.
Tomo el Metro de regreso y como topo llego al Capitolio solo para encontrarlo cerrado. Imposible de flanquearlo, por donde podemos nos metemos. La policía federal a las vivas. Un letrero señala que lo están remodelando para la toma de posesión del nuevo presidente, en enero de 2009, más vale que lo pinten bien de negro. No deja de entrar turismo, grupos de estudiantes bordean el capitolio, al lado las oficinas de los poderosos senadores y diputados, los congresistas que se comenta en los restaurantes aledaños van a la comida. Los árboles bellos y de colores tienen su aplacas marcando sus familias arbolaría. Son de olivos y de green ash, hojas amarillas que en este otoño se sacuden para dejar una armonía de color en el piso, entre el verde del pasto y el amarillo de las hojas caídas. Los empleados salen al lunch. Todos trajeados, muy propios. Hago un alto en el legendario diario The Washington Post, en la calle 15 en el número 1150, entre las calles L y M. Un linotipo viejo, de esos con los que se comenzó el diarismo, está a la puerta de entrada. Ese diario que cobró dimensiones mundiales cuando descubrió el famoso Watergate, que envió al presidente Nixon al exilio, o al carajo. Historias de esta ciudad que apenas votó por un nuevo presidente.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com

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