¡¡¡¡¡¡He
descubierto el hilo negro!!!!!! Por fin encontré un principio básico que hace
la diferencia entre los países CIVILIZADOS del primer mundo y países PRIMITIVOS
Y SALVAJES en vías de desarrollo o del tercer mundo. Ese principio básico es el principio de que
la ley existe y se aplica a todos por igual. Uno escucha lo mismo a un Bobby
inglés que a un policía de caminos americano, o a un sueco, cuando se comete
una infracción: ¨Es la ley¨. Para ellos
no hay discusión, la ley está para respetarse y aplicarse a rajatabla. Eso le otorga muchísima certeza a la
población, pues para ellos es una verdad indiscutible que si algo está en la
ley, se va a aplicar y punto. Bueno, no sólo eso, sino que se va a aplicar por
igual, a pobres y ricos, influyentes o pueblo llano. Y eso, esa ¨certeza jurídica¨ es lo que norma
la vida de los ciudadanos. Así, todo
mundo sabe a qué atenerse, conoce sus derechos y sus obligaciones, y sabe que nadie
podrá violar esas reglas.
México por
desgracia encaja perfectamente en la definición de país primitivo. En nuestro
país la ley se puede estirar como una liga. Cualquiera la infringe y no pasa
nada (recordemos nuestros niveles de impunidad). Acá los delitos no se castigan, es más, muchos
de los delitos son cometidos por las autoridades a la vista de los ciudadanos y
nada se puede hacer. En nuestro país la
ley es letra muerta, se aplica para ¨los de abajo¨, y para los enemigos del
poderoso en turno. Por ello, no es posible avanzar, porque no hay certeza
jurídica, es decir no hay certidumbre respecto de las reglas que norman la
convivencia social y las relaciones económicas de todos los actores del país.
Lo primero es
observar autoridades violando las mismas leyes cuyo cumplimiento están
obligados a vigilar y sancionar. Una patrulla de tránsito pasándose un alto, un
policía robando, un funcionario de hacienda evadiendo impuestos, etc. Adicionalmente notamos que la ley es una
mercancía que se comercia según las leyes de la oferta y la demanda. Ministerios públicos y tribunales llenos de
corrupción, siendo un riesgo llegar a enfrentarlos, pues los inocentes pierden
y los poderosos ganan. Puede usted ver
a un grupo de personas protestando por algo en las puertas de una empresa, impidiendo
el libre tránsito o el libre acceso y no habrá autoridad que haga algo, pues
como dicen los perredistas en el DF, es preferible torcer la ley a generar un
conflicto mayor. El problema es que la
ley está para cumplirse, no para torcerse, y Mondragón y Kalb protestó
cumplirla y hacer que se cumpliera, lo cual implica incluso que ni siquiera
tiene palabra de honor quien está considerado como uno de los mejores jefes
policíacos que tiene el país.
Cuando la ley no
impera, lo que impera es la anarquía.
Pero hay de aquél que defienda sus derechos cuando la ley no lo ampara.
Entonces sufrirá todo el peso de la ley por haberla violado, a pesar de
defender sus derechos más elementales.
Cuando un viajero
sabe que será extorsionado si circula con su auto por los municipios del estado
de México. Cuando un trailero sabe que
los policías de caminos (como los llamen actualmente) lo van a extorsionar.
Cuando un viajero sabe que podrá ser asaltado impunemente, no sólo en las
carreteras de Tamaulipas, sino también en la principal autopista comercial del
país, en la ruta de Esperanza a ciudad Mendoza, y sabe que las autoridades
saben que en esos rumbos hay asaltos y también sabe que nadie hará nada por
evitarlo, entendemos las razones por las cuales unos países progresan y otros
no. Porque incluso, si el hipotético
viajero, quisiera enfrentar a los delincuentes, cometería un delito (ese si
penado) al portar las armas requeridas para defenderse.
En Estados Unidos
el debate sobre la libre venta de armas es permanente, pero allá la autoridad
ejerce su autoridad y aplica la ley en mayor medida que acá. Acá el debate es exactamente el contrario,
pues los mexicanos queremos la libertad de poseer armas con la suficiente
potencia, como para poder defender nuestras vidas y bienes, ante una autoridad
incapaz e incompetente.
Si queremos que
México avance, debemos comenzar a exigir que las leyes se respeten, y también
iniciar el duro y largo proceso de respetarlas nosotros mismos.
Escribir es una
aventura, pues siempre sé por cual tema comienzo, pero jamás sé para dónde me
llevarán las letras.
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