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jueves, 6 de septiembre de 2012

El Baldón: El imperio de la Ley Por José Miguel Cobián





     ¡¡¡¡¡¡He descubierto el hilo negro!!!!!! Por fin encontré un principio básico que hace la diferencia entre los países CIVILIZADOS del primer mundo y países PRIMITIVOS Y SALVAJES en vías de desarrollo o del tercer mundo.  Ese principio básico es el principio de que la ley existe y se aplica a todos por igual. Uno escucha lo mismo a un Bobby inglés que a un policía de caminos americano, o a un sueco, cuando se comete una infracción: ¨Es la ley¨.  Para ellos no hay discusión, la ley está para respetarse y aplicarse a rajatabla.  Eso le otorga muchísima certeza a la población, pues para ellos es una verdad indiscutible que si algo está en la ley, se va a aplicar y punto. Bueno, no sólo eso, sino que se va a aplicar por igual, a pobres y ricos, influyentes o pueblo llano.  Y eso, esa ¨certeza jurídica¨ es lo que norma la vida de los ciudadanos.  Así, todo mundo sabe a qué atenerse, conoce sus derechos y sus obligaciones, y sabe que nadie podrá violar esas reglas.
     México por desgracia encaja perfectamente en la definición de país primitivo. En nuestro país la ley se puede estirar como una liga. Cualquiera la infringe y no pasa nada (recordemos nuestros niveles de impunidad).  Acá los delitos no se castigan, es más, muchos de los delitos son cometidos por las autoridades a la vista de los ciudadanos y nada se puede hacer.  En nuestro país la ley es letra muerta, se aplica para ¨los de abajo¨, y para los enemigos del poderoso en turno. Por ello, no es posible avanzar, porque no hay certeza jurídica, es decir no hay certidumbre respecto de las reglas que norman la convivencia social y las relaciones económicas de todos los actores del país.
     Lo primero es observar autoridades violando las mismas leyes cuyo cumplimiento están obligados a vigilar y sancionar. Una patrulla de tránsito pasándose un alto, un policía robando, un funcionario de hacienda evadiendo impuestos, etc.  Adicionalmente notamos que la ley es una mercancía que se comercia según las leyes de la oferta y la demanda.  Ministerios públicos y tribunales llenos de corrupción, siendo un riesgo llegar a enfrentarlos, pues los inocentes pierden y los poderosos ganan.   Puede usted ver a un grupo de personas protestando por algo en las puertas de una empresa, impidiendo el libre tránsito o el libre acceso y no habrá autoridad que haga algo, pues como dicen los perredistas en el DF, es preferible torcer la ley a generar un conflicto mayor.   El problema es que la ley está para cumplirse, no para torcerse, y Mondragón y Kalb protestó cumplirla y hacer que se cumpliera, lo cual implica incluso que ni siquiera tiene palabra de honor quien está considerado como uno de los mejores jefes policíacos que tiene el país.
     Cuando la ley no impera, lo que impera es la anarquía.  Pero hay de aquél que defienda sus derechos cuando la ley no lo ampara. Entonces sufrirá todo el peso de la ley por haberla violado, a pesar de defender sus derechos más elementales.
     Cuando un viajero sabe que será extorsionado si circula con su auto por los municipios del estado de México.  Cuando un trailero sabe que los policías de caminos (como los llamen actualmente) lo van a extorsionar. Cuando un viajero sabe que podrá ser asaltado impunemente, no sólo en las carreteras de Tamaulipas, sino también en la principal autopista comercial del país, en la ruta de Esperanza a ciudad Mendoza, y sabe que las autoridades saben que en esos rumbos hay asaltos y también sabe que nadie hará nada por evitarlo, entendemos las razones por las cuales unos países progresan y otros no.  Porque incluso, si el hipotético viajero, quisiera enfrentar a los delincuentes, cometería un delito (ese si penado) al portar las armas requeridas para defenderse.
     En Estados Unidos el debate sobre la libre venta de armas es permanente, pero allá la autoridad ejerce su autoridad y aplica la ley en mayor medida que acá.   Acá el debate es exactamente el contrario, pues los mexicanos queremos la libertad de poseer armas con la suficiente potencia, como para poder defender nuestras vidas y bienes, ante una autoridad incapaz e incompetente.
     Si queremos que México avance, debemos comenzar a exigir que las leyes se respeten, y también iniciar el duro y largo proceso de respetarlas nosotros mismos.
    Escribir es una aventura, pues siempre sé por cual tema comienzo, pero jamás sé para dónde me llevarán las letras.

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