Cosas Pequeñas
A pesar de que había gente trabajando, un mozalbete se metió hasta el fondo de la oficina de Radiover y El Molcajete --justo al medio día-- y alcanzó a robarse la computadora que usaban para los trabajos de edición; dejó abandonado otro equipo en la entrada, muy probablemente porque lo escucharon y cuando fueron a ver qué ocurría, huyó a toda velocidad.
Por supuesto que el robo duele pero más aún porque en el equipo estaban almacenados cientos de videos y audios (entrevistas, reportajes, pruebas y emisiones enteras archivados durante años) de los programas de radio y televisión que ahora será imposible recuperar y que, muy probablemente a estas alturas dejaron de existir, “formateados” para que la máquina llegara vacía a una casa de empeño o a un “comprador de chueco”.
Algunos dirán con razón que no se ha perdido nada relevante, por lo que a mí toca. Pero es --era-- la memoria de cientos si no miles de horas de trabajo de decenas de personas (productores, camarógrafos, realizadores, técnicos, reporteros, editores y muchos artistas que se esforzaron para compartir su talento, además de las entrevistas a destacados científicos, intelectuales y gente talentosa cuyas aportaciones estaban registradas en esos archivos digitales). El ladronzuelo no supo el daño que hizo y seguramente apenas obtuvo unos pesos a cambio, pero ya ni llorar es bueno.
A lo que sigue y lo que sigue es reponer la pérdida. Además, claro, de colocar alarmas con sensores de movimiento que trabajan día y noche, ajustar las chapas de las puertas, que ahora están cerradas a rajatabla y vivir en un permanente clima de inquietud y desconfianza. Pero también sigue reponer el equipo y a eso me apliqué. Estaba a punto de hacerlo cuando un amigo me sugirió que esperara “El Buen Fin”, cosa que hice confiando en los generosos descuentos anunciados.
Llegado el sábado mi esposa me acompañó al centro comercial. Pasamos por un café lechero --un “late”, nos corrigieron-- y bromeamos al dependiente por la cuota de descuento que nos tocaría. El chico respondió con sonrisa irónica y que con gusto nos diría las famosas “gracias por su compra” y que nos diéramos por satisfechos; además nos compartió su desconfianza respecto de la promoción de dos o tres días con descuentos mágicos y plazos casi perpetuos para pagar las deudas contraídas. Nos dijo que volteáramos a observar a la gente caminando de un lado a otro, pero con las manos vacías. Si acaso, dijo, algunos llevan una bolsita, no más. Pero las tiendas llenas, los estacionamientos y las calles repletas hacían pensar lo contrario: que la gente estaba haciendo compras y en serio. Sólo entrar a “la Plaza” requirió el doble de tiempo que el acostumbrado.
De hecho, la semana anterior un próspero comerciante xalapeño con quien coincidí me compartía sus experiencias al respecto: las ventas suelen “caerse” unos diez días antes de “El Buen Fin” porque la gente espera los descuentos anunciados. Por supuesto, reconoció, que para ciertos giros se trata de un gran negocio, especialmente si los márgenes de reducción son compartidos por fabricantes y marchantes. Se publicó una estimación: las ventas adicionales por esta promoción se estiman en 140 mil millones de pesos en todo el país.
Total que la computadora que buscábamos estaba agotada, como todas las de su serie. El descuento ofrecido, de 10%, en realidad era un bono para otras compras, de modo que el equipo se adquiere a precio lleno; tratándose de una compra fiscalizada, para negocio, es tan complicado el pago a plazos que la contadora sugirió que “ni loco” usara yo la promoción de 13 meses a crédito sin intereses o hasta 18 con ciertas tarjetas bancarias y que pagara de contado.
Total que salí de la tienda con un equipo “parecido” al que necesitábamos, que costó tres veces más que el robado al que va a sustituir y con la compulsión --mi esposa lo impidió-- de gastarme ipso facto el diez por ciento de “regalo” que me dieron en algo que no necesito. Pero eso sí: orgulloso de haber adquirido la mejor tecnología disponible en el mercado y que, con toda seguridad, la próxima semana habrá dejado se serlo, se convertirá en obsoleta debido a la aparición de nuevos modelos que ofrecerán en ese momento como “la mejor tecnología disponible en el mercado” y que a la siguiente semana serán sustituidos por otros con más “ventajas” y por ende se convertirán a su vez en “la mejor tecnología disponible en el mercado”.
Es un viejo debate, diría que incluso superado: no hay quien niegue que las compras, sobre todo de bienes de consumo, dan sensación de poder, son un sucedáneo eficaz para los vacíos existenciales y producen, a pesar de sus consecuencias de largo plazo, una sensación de bienestar en quienes las realizan. Algunos críticos aseguran que las compras --y la mercadotecnia asociada a ellas-- son la mejor expresión, la más evidente, de las nuevas formas de esclavitud.
Pero yo, comprador compulsivo confeso, creo convencido si estamos organizados en una economía de consumo, lo mejor es asumirlo con frialdad y “buenos modos”; en otras palabras, si al final acabaremos comprando, porque nadie nos regalará lo que necesitamos ni lo que deseamos pues que sea de la mejor manera posible. Aquí algunas ideas al respecto:
- Ajustar las compras a la capacidad de pago, esto es, no comprar más de lo que se puede pagar y ello incluye las adquisiciones a crédito. Comprometer más del 25% de los ingresos en pago de deudas es un error que crece proporcionalmente al volumen de los ingresos comprometidos por anticipado.
- Adquirir bienes y servicios realmente útiles, necesarios, que impacten positivamente la calidad de vida y cuya calidad y precio se correspondan, que tengan durabilidad.
- Planear las compras. Improvisar o adquirir “lo que sea” sólo por hacerlo casi siempre implica convertirse en víctimas de promociones tramposas y es el camino para llenarse de objetos inútiles, productos “milagro” y desperdiciar el escaso dinero. Planear las compras es, también, presupuestarlas, determinando la cantidad de recursos --en efectivo o prestados-- que se destinarán a ellas.
- Hacer compras inteligentes implica comparar y no irse por la primera opción. Por ejemplo, la computadora que adquirimos para reponer la de la oficina tenía un descuento de 10% más otro de 15% adicional en una tienda departamental, pero su precio estaba 26 o 27% por arriba del precio de lista en la tienda de fábrica.
La otra cosa es que si el mundo se acaba el 21 de diciembre ya no habrá que pagar las tarjetas de crédito.
La Botica.- Una gran pérdida la inesperada muerte del ingeniero Rafael Vázquez Jiménez, buen compañero de trabajo y mejor amigo. En paz descanse. Salud y resignación a sus familiares. En paz descanse.
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