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jueves, 13 de diciembre de 2012

El Baldón: A la Virgen María. Por: José Miguel Cobián





Madre amantísima: Sé que estoy en contacto contigo todos los días mediante mis oraciones y sobre todo, mediante tu gran Amor, que día con día nos acompaña, como un manto protector.  A pesar de ello, ahora que estamos muy cerca del 12 de diciembre, que es una fecha muy importante para los mexicanos, al celebrar tu presencia en el nuevo mundo, me atrevo a escribirte estas palabras, sobre todo porque creo que los mexicanos en particular y los católicos en general estamos obligados a solicitar tu perdón, por nuestros actos y omisiones.

En primer lugar, te pido perdón, por no haber defendido adecuadamente tu amor ante las altas autoridades eclesiásticas, y a pesar de haber estado enterado de los abusos que cometía Marcial Maciel con los jóvenes que se acercaban a la legión de Cristo, permití que incluso el Papa Juan Pablo II lo protegiera, a sabiendas de sus actos de pederastia.  Muchos mexicanos, pero sobre todo, los de la más elevada clase social, eran cercanos al Padre Maciel, y algunos de ellos sabían de sus actos, pero a pesar de saberlo, lo protegían, lo ocultaban y cerraban los ojos ante esa realidad.  Lamentablemente, el máximo dirigente de la Iglesia Católica, también hacía lo mismo, y muchos, muchísimos jerarcas mexicanos, también omitían la protección y la justicia a tantos niños abusados por este engendro demoníaco, pues sólo así se puede justificar su infiltración y presencia en nuestra Santa Madre Iglesia, y su influencia en el propio Papa Wojtyla.

Quiero también pedirte perdón, porque por omisión, permití que la ¨nueva¨ imagen del hoy Santo Juan Diego fuera modificada, para que en lugar de parecer un indígena de la Nueva España, ahora parece la figura de un indígena ¨españolizado¨, lo cual no tendría nada de malo, si no fuera porque en nuestra cultura se ha vuelto aspiración el parecer extranjero, y negar la belleza de los rasgos indígenas.  Así, la figura de Juan Diego, contribuye al sometimiento de ¨los indios¨ ante aquéllos con otro tipo de rasgos faciales.  Y eso, cuando Tú decidiste aparecer con una tez morena y unos rasgos cercanos a los más pobres entre los pobres, a los indígenas sometidos ante la corona española, resulta en una ofensa a tu obra.  Por ello, te pido perdón, por mí, por tantos mexicanos que no dijimos nada, y sobre todo por la jerarquía católica, que al aceptar ese cambio en la imagen de Juan Diego, negó lo que Tú quisiste hacer al presentarte como la Virgen Morena, la madre de los morenitos, la madre protectora de los naturales del Nuevo Mundo.

Te pido perdón por las extrañas muestras de afecto y cariño con que nos expresamos los mexicanos.  Estoy seguro de que por tu calidad de madre, en lugar de peregrinaciones, preferirías que tus hijos, tus fieles, actuaran como verdaderos hermanos los unos de los otros. Tú no quieres violencia de ningún tipo entre tus hijos. Tú prefieres que alguien ofrezca visitar a los enfermos una vez a la semana durante un año, o asistir al asilo de ancianos, o dedicar un día de la semana a hacer servicio social, como por ejemplo a dar de comer a los desamparados.  Sé que como Madre amorosa aceptas las muestras de cariño del pueblo de México y de toda América, pero también estoy cierto de que cambiarías algunas de ellas, por actos de verdadera caridad y amor al prójimo.   Sé también que no te agradan mucho esas ofrendas de dolor y sangre que llamamos ¨mandas¨.  Sé que no te gusta ver sufrir a tus hijos, y que en lugar de ver a alguien desplazarse de rodillas, o con tanto dolor autoinflingido, preferirías verlos dando amor y alegría a sus hermanos, pues a fin de cuentas, Tú misma llegaste al Nuevo Mundo a ofrecer la protección y la caricia de la madre más dedicada y con un corazón lleno de amor y dones para tus hijos.   Gracias por intervenir ante Tu Hijo por todos nosotros.  

Hago pública esta oración, porque me siento con el deber de hacer reflexionar a tus fieles, con el fin de modificar algunas formas de alabarte que no son las mejores en función de tu mensaje de esperanza y amor para todos los mexicanos y todos los latinos.   Por ello, insistiré en que en lugar de arreglar un camión, o llevar unas flores o frutas a una Iglesia, Tu estarías más contenta si esos recursos se utilizaran en beneficio de algún necesitado.  La mejor manera de alabarte y agradarte es apoyarte a realizar tu obra en este mundo, y el único camino para ello es dar amor y todo lo que se pueda a nuestros hermanos.

Espero, Madre Amantísima que seamos dignos de tu perdón, y que con nuestros actos, no nada más el 12 de diciembre, sino todo el año, y todos los días de nuestra vida, seamos dignos de llamarnos hijos tuyos.

Tuyo en Cristo,   tu hijo José Miguel Cobián

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