Por el placer de servir
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Los pueblos felices no tienen sociología, tienen costumbres, instituciones y leyes.
Jean-Baptiste Molière
Como en varias ocasiones, hemos señalado que la mayoría de los rotarios
alrededor del mundo somos empresarios, comerciantes profesionales con éxito, y esto se debe a la certeza al aprovechar las oportunidades cuando tocan a la puerta. La oportunidad del compañerismo y el servicio se presenta de manera semanal en cada una de nuestras reuniones también llamadas sesiones de club; sin embargo, no todos los socios se percatan de esta tan singular circunstancia.
Constituye nuestra reunión semanal para los miembros del club, un privilegio especial pues además de brindar la oportunidad de departir con los compañeros, nos dá la posibilidad para conocer a los visitantes y a nuevos socios, para con ello cultivar la amistad, el compañerismo y la fraternidad.
Por lo general, los clubes rotarios que son conocidos por su reputación amistosa siguen estos pasos sencillos: a) Se exhorta a los socios a sentarse en diferentes lugares o mesas en las reuniones o junto a los socios que menos conocen. b) Se pide a los socios que inviten a su mesa a los nuevos socios o a los visitantes y conversen con éstos en vez de comer en silencio o hablar de manera privada con la persona más próxima o con la que conviven de manera regular. Son pasos muy fáciles de seguir, sin embargo la esencia de su éxito es lograr que los rotarios adopten el compromiso voluntario de familiarizarse y fraternizar con todos los socios del club y no generar grupúsculos dentro del club, que no hacen otra cosa que alejar a los socios y disuadir a todo aquel que desea incorporarse a la labor de servir más y mejor.
Cuando los rotarios seguimos esa guía simple, abrimos la puerta a nuevas oportunidades de compañerismo, amistad y fraternidad cada semana y comprendemos muy pronto que la amistad, los valores y los buenos modales son la piedra angular de todo buen club rotario.
Quisiera compartir con ustedes algunas ideas que quedaron en mi tintero, -frase común por lo usual que era entre los hombres de letras en la época a la que habré de referirme-, toda vez que considero mas que importante y necesario retomar los conceptos del respeto, de los valores y las buenas costumbres, como a la mayoría de los hoy hombres y mujeres mayores, nos educaron y que considero somos gente de bien y de provecho. Haciendo tal afirmación, porque una gran mayoría de mis amigos y el que esto escribe nos caracterizamos por tener una familia estable, trabajos, negocios o empleos acordes a lo que quisimos, pudimos, nos preparamos y nos educaron en nuestras casas y en nuestras escuelas por quienes llamábamos padres dominantes, fuera de época e incomprensivos, maestros gruñones y amargados pero que gracias a esas actitudes logramos los fines últimos del hombre: ser felices y de utilidad para nuestro entorno y nuestra familia, a pesar de los errores en los que podamos incurrir.
Esto viene porque hoy día, creamos normas de urbanidad o reglas para la convivencia sobre todo para desenvolverse en la ciudad, pero estas tienen que cambiar y adecuarse a la velocidad con la que vivimos, olvidando intencional o sin querer elementos de elemental y básica educación aunque para algunos resultan verdaderas reliquias de la antigüedad.
Sin embargo quiero recordar a un político y escritor que analizó, recogió y puntualizó en su manual las formas más elementales y las reglas sobre los buenos modales para relacionarse en sociedad. El texto comienza con tres capítulos introductorios, siendo el primero de ellos: "Deberes morales del hombre", en donde desarrolla las obligaciones para con Dios, para con la sociedad, para con nuestros padres, para con la Patria, para con nuestros semejantes y para con nosotros mismos, circunstancias inherentes al ser humano por el simple hecho de formar parte del género.
Luego de repasar algunos principios generales, en el texto se analizan las normas del aseo, sobre el modo de conducirnos dentro de la casa, así como en diferentes lugares fuera de ella y nuevamente en la sociedad, para finalmente desarrollarse por las diferentes aplicaciones de la urbanidad. Esta obra a la que me estoy refiriendo durante mucho tiempo, fue declarada en diversos países como un libro de texto para las escuelas públicas y privadas y elemento de referencia para la convivencia y el comportamiento en sociedad.
Algo que llamó poderosamente mi atención del multi referido manual, es su introducción el cual precisa: “…La urbanidad, es virtud o manifestación de virtud: reflejo exterior de realidades interiores, la intención de integrarse positivamente en la vida ciudadana convertida en hechos…”. Concepto un poco complejo de entender así como se lee, sin embargo podríamos concretarlo a una idea simplista y del que seguramente Rotary International tomó algunos elementos: Es el reflejo del individuo de lo que piensa, dice y hace para desenvolverse con sus iguales en sociedad.
Pero ¿Será esta obra realmente tan "pasada de moda" y sus conceptos exclusivamente para la momiza como algunos opinan? Los invito a juzgar: Hábitos de mal gusto según el autor: Chuparse o morderse un mechón de pelo. Morderse las uñas o cutículas. Sentarse con las piernas separadas o con las piernas cruzadas o torcidas de una manera poco convencional. Masticar chicle mientras habla o con la boca abierta. Fumar en la calle o hacerlo sin haber pedido permiso a los presentes, especialmente a sabiendas de que el olor a cigarro puede ofender o incomodar a alguien. Tener un cigarrillo en los labios mientras habla. Hacer que los demás se sientan culpables o incómodos mientras comen algún delicioso postre solamente porque usted debe abstenerse debido a alguna dieta. Rascarse o pellizcarse la cara. Cometer la indiscreción de hacerle alguna pregunta íntima a alguien en voz alta. Usar un cepillo o peine sucios. Aplicarse maquillaje o peinarse en la mesa de comer. Usar rulos en el cabello en público. Llevar esmalte de uñas descascarado, uñas partidas o maltratadas o, peor aún, sucias. Una línea demasiado dramática y notable que delimite claramente dónde termina el maquillaje y dónde comienza el color natural de la piel. Hablar demasiado o en detalle de excentricidades personales. Comer ruidosamente haciendo gestos exagerados. Introducir pedazos de comida demasiado grandes a la boca.
Después de haber leído las líneas anteriores, seguro estoy se estarán preguntando cómo ha sido el comportamiento propio y el de la gente que conocen, y afirmarán que estas reglas tan simples las escucharon desde la casa de sus abuelitos y que a pesar de ello, siguen vigentes. Cierto estoy que la curiosidad los devora y que estarán haciendo apuestas, tratando de adivinar tanto el nombre del libro y su autor, y que con certeza sé, lograron dar con ellos, y pues si, se trata del multi mencionado y vilipendiado Manual de Urbanidad de Carreño, cuyo título completo es: Manual de urbanidad y buenas maneras para uso de la juventud de ambos sexos, escrito por el venezolano Manuel Antonio Carreño Muñoz, en el año de 1851. ¡Si! hace 161 años. Lo que nos debe llevar a la reflexión que los valores, principios y actitudes del individuo deben constreñirse al respeto y a las buenas costumbres, sin importar la época, ni el lugar y recordando como siempre lo importante que es Dar de Sí, antes de pensar en Sí.
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