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lunes, 4 de junio de 2012

Acertijos EL PERRITO DE LA PLAZA Por: Gilberto Haaz Diez



*El mundo está lleno de estadistas a quienes la democracia ha degradado convirtiéndoles en políticos. Camelot.:
EL PERRITO DE LA PLAZA
Hace un tiempo no muy lejano, en este mismo espacio relaté parte de su vida. Era la vida de un pequeño perrito maltés, que quizá algún día fue de casa y dejó de serlo. Una mañana manos anónimas lo abandonaron en la construcción de lo que era Plaza Valle. Allí lo arroparon los albañiles.
Allí, entre el cemento y los tabiques, entre el ruido de las palas y las cubetas fue arrimándose para encontrar un techo que lo protegiera del tiempo inclemente, de esas lluvias de chipi-chipi que por Orizaba son constantes.
Los albañiles le daban de comer del lunch que les llegaba.
Era listo, inquieto, era callejero por derecho propio y era una metáfora de la aventura, por citar a Alberto Cortés. Dormía entre los autos en el día y por las noches se refugiaba donde hubiera techo. Aunque fue de todos nunca tuvo dueño, era nuestro perro y era la ternura, prosiguiendo con la canción.
Algunos intentaban atraparlo para llevarlo a casa. Recogerlo y adoptarlo.
No se dejó, era libre como el viento, libre como una gaviota cuando sobrevuela los barcos que llegan a puerto. Al terminar la Plaza, los policías lo adoptaron. Los albañiles habían partido.
Tenía nueva casa y nuevos amigos. Platiqué esa historia en aquel tiempo. La gente fue generosa con él. Todos le echaban la mano.
Los de McDonald’s, la comida sobrante; los de la tienda de maskotas, le bañaban y cortaban el pelo, los polis, de su comida.
Quien esto escribe le compró su cama especial y ya no dormía en el suelo.
Era feliz con ser amado. Movía la colita, como suelen moverla todos los perros cuando agradecen y se comportan como el mejor amigo del hombre.
Le vi a pocos días de partir a un viaje. Le compré alimento y los policías lo agradecieron. Les recomendé cuidarlo. Me vio quizá por última vez.
Ahora, al regresar de ese viaje me enteré que fue atropellado y muerto.
Una mujer despistada lo arrolló en su auto dentro de la plaza. Ignoro cuánto tiempo vivió. Supe que los policías lo sepultaron en un terreno aledaño y le fijaron una cruz, como fiel compañero de la seguridad.
Allí desde esa explanada de tierra les verá a diario. Se le echará de menos en una ciudad donde la maldad llegó un mal día vía los secuestros y el daño irreparable.
Se le echará de menos porque representaba, por una parte, la libertad de un animalito que se movía cómo quería, y por la otra, el lado positivo de lo bueno que tenemos los humanos cuando les cuidamos, cuando nos volvemos generosos con esos indefensos perritos.
Sé que le echarán de menos los policías que lo querían como si les perteneciera, aunque él nunca fue de nadie.  La jerga, le llamaron.  Ahora ya no estará más moviéndose entre el tráfico, ya no le veremos más esquivando autos y dándole alegría a esa plaza que entristece. Con su pelo cubriéndole los ojos.
Cuando escribí este texto, la gente fue a conocerle, al encontrarlos por allí me lo expresaban. Era un perrito que daba ternura.
Ya no estará más en ese espacio de esa esquina donde transcurrían sus días y noches. Echado. Con su cara entre las patas para protegerse del frío. Viendo pasar a la gente.
Le extrañaremos. Como se extrañan las cosas bellas. Al golpe del auto, se quedó dormido para siempre y ya no despertó. Como aquel perro callejero, con su filosofía de la libertad, según Alberto Cortés.
 
LA RECTIFICACION
En política suele suceder con normalidad que, cuando un funcionario de gobierno se equivoca, no recula. Así deja su equivocación, so pena de ser vilipendiado por la gente. En el Emirato de Orizaba ocurrió un fenómeno. Cuando el Ayuntamiento propuso la implementación de los parquímetros, cuyos fondos son para la ciudad y no se concesionó a ningún particular, cosa bien hecha, en la orizabeña calle Colón, en pleno centro del primer cuadro histórico, entre la madero y sur 2 se creaba un chorizo de atasco de tráfico. Porque los parquímetros impedían el flujo vehicular. Tránsito lo sabía y no hacía nada. El problema lo registraba hasta el bolero de la esquina. Vino el cambio y ya, en combinación y con buena química entre la autoridad municipal, tradúzcase alcalde Chahín, y la delegación de tránsito, a esa calle se le quitaron los parquímetros y ahora fluye el tráfico muy bien. Cosa bien hecha. Cosa muy plausible.
Otra. Está el Emirato en espera que el inútil INAH, uno que es como el Orfis, que no sirve para nada, les dé la bendición y el visto bueno in pectore (aunque es una expresión propia de la iglesia y del papa y de los cardenales, me gustó porque significa ‘en el pecho’, ‘dentro de uno mismo’, y se la oí decir a Fidel apenas que platicamos hace un par de días, y por eso la busqué en el mataburros), para que desde el Cerro del Borrego -que no es del Cubilete porque aquí, ni se apuesta la vida ni se respeta al que gana-, pueda bajar y subir un teleférico y ver la bella ciudad orizabeña desde las alturas, una inversión buena para el turismo. Será algo inédito para la ciudad. De subir en camello, como se estilaba, ahora lo harán en las máquinas modernas que creó el hombre, llamado teleférico.
 
LA COMA SEGÚN JULIO CORTAZAR
La coma, esa puerta giratoria del pensamiento.
Lean y analicen la siguiente frase:
“Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda”.
*Si usted es MUJER, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra mujer.
*Si usted es VARON, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra tiene.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com

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