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jueves, 28 de junio de 2012

Acertijos DE SHOPPING por:Por: Gilberto Haaz Diez


*No temáis la grandeza. Shakespeare, Twelfth Night. Camelot. Por:

DE SHOPPING

Mientras las cerveceras, que eran de indios auténticos (Cuauhtémoc-Moctezuma) pasaron a ser propiedad de la naranja mecánica holandesa, que juegan buen fútbol y hacen buena cerveza, es decir, la Heineken gloriosa, cervezas hechas todavía, algunas, con el agua y el clima de Orizaba.
Ahora pronto veremos a rubios pavonearse por estas tierras como una vez lo hicieron por Nueva York aquellos holandeses que compraron la isla de Manhattan a los indios algonquinos o Lenapes (así se les llamaba) por unos 60 florines, el equivalente a 25 dólares actuales, en el año de 1626 después de Cristo.
Además, no crean que para ese shopping llevaron dinero porque ni existía.
Wall Strett no era lo que hoy es, un lugar donde habitan los tiburones grandes, los panzones dueños de nuestros destinos, aunque ahora es Mamá Merkel la mujer que manda y signa los derroteros.
No existía tampoco papel cambiante, mucho menos dólares americanos.
No. Llevaron lo que se estilaba: mercancía de cambio. Como en un tianguis. Como aquella vez que nos cambiaron espejitos por oro, ya saben ustedes quienes, en aquel incierto año de 1519 al 1521. Hernán Cortés, cita Raúl del Pozo, vino a las Indias en busca de oro, nomás, no venía ni de labriego ni a cultivar la tierra. Venía por el oro, porque nuestra fama trasatlántica hablaba de que aquí había mucho, en estas Indias de oropel. Y aquello se convirtió en una leyenda de aquel Tesoro de Moctezuma. Alguien por allí le chismeó al barbón Cortés de que teníamos más oro que Slim, que aún no nacía.

LAS CHACHARAS

Estos objetos de los holandeses consistieron en piezas de ropa, ollas, herramientas diversas e incluso arpas de boca. 24 familias llegaron a habitar lo que llamaron La Nueva Holanda, como le llamaremos ahora a la Nueva Orizaba, que viene siendo un Emirato pero holandés y pronto tendrá funicular que subirá y bajará del Cerro del Borrego, donde la Heineken ya vino a comprar la cervecera Moctezuma, fundada en 1888, que un día fue de la familia Signoret, luego de los Subervillie y terminó con Bailleres, que la empinó y traspasó en venta de garaje al Grupo Monterrey, cuando el indio Cuauhtémoc derrotó a Moctezuma, al final, ahora, como final de futbol, terminó en manos de los naranja mecánica. Derrotados por todos ellos.
La Modelo, el otro grupo importante cervecero, el de los Diez y la Aramburu Zavala, al parecer tira el arpa y otra cervecera belga (no es albur) viene por ella, con todo y sus accionistas.
¿Qué nos pasó? Por qué entregamos el alma al diablo y negocios que debieron ser importantísimos en manos mexicanas, terminan por ser engullidos por panzones bolsistas de otros países.
¿Por qué sus dueños ahora se convierten en empleados de transnacionales?
Sólo ellos lo sabrán. Vaya usted a saber si la necesidad de las fusiones o la globalización o la inoperancia de los mexicanos al grito de guerra.
Lo cierto es que ellos ya no mandan.
Ahora los holandeses ponen y quitan y con el diablo se desquitan (nada que ver con el Diablo Fernández, magnate ejecutivo de Monterrey, que opera pero no manda).
Al paso que vamos, tendremos que hacer lo que Pachuca, que elabora cervezas artesanales, como el caso de Benévolo, marca recién lanzada al mercado por el Consorcio Gourmet Rivalla Pachuca, lo mismo la Cervecería Hidalgo de Zempoala que promueve sus marcas Jaguar, Catrina e Hidalgo y la Minera de Tizayuca.
Poner unas cervechelas entre nosotros, hacer unas pollitas, entrarle con una lana y buscarle un nombre adecuado. Podría ser cerveza Pichucalco, o Ravelo, por llevarla a nombre de barrios, aunque suene cursi. Ustedes decidan.
Éntrenle. Aquellos consorcios, que llegaron a tener 7 y 9 mil obreros, ahora van a requerir hablar en otro idioma. Es la globalización, estúpido, me dijo un asesor.

EN CONTRASTE

En contraste, hay un mexicano que frutas vendía: ciruelas, chabacanos, melón y sandia, que anda por el mundo comprando lo que se mueve. Desde parte del famoso periódico The New York Times, del cual es accionista, hasta lo que le ofrezcan.
Se llama Carlos Slim. En venganza, porque no es buen indio quien no se venga, el magnate telefónico ya fue a comprar acciones de la telefónica holandesa.
Ah, quieren cerveza, pues tomen sus teléfonos, habrá dicho el dueño de mis quincenas cuando me aparezco por Sanborn’s.
Ustedes chuparan a nuestro gusto, pero nosotros les haremos hablar y pagarán alto.
La empresa de telecomunicaciones holandesa KPN, la americana American Móvil de Slim, acaba de comerse una tajada de 28 por ciento de sus acciones.
Que con eso basta y sobra para dominarlos.
Para tener el control efectivo.
Una puerta por donde penetrar al mercado europeo.
Si quieren nuestras cervezas, Slim quiere sus telefónicas.
Van a ver lo que es sufrir, lo que es amar a Dios en tierra ajena, porque de que se las encarece ni lo duden.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com

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