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lunes, 19 de septiembre de 2011

KAROL WOJTYLA ... Por Héctor Yunes Landa

ARTICULISTA INVITADO
Karol Wojtyla, un Papa trascendente, promotor de la Libertad y la Paz

   
Karol Józef Wojtyła, conocido en todo el mundo como Juan Pablo II, Papa de la Iglesia Católica durante 26 años, desde 1978 hasta el día de su muerte, fue un hombre del que siempre vale la pena hablar.

Más allá de su reconocida labor como Pontífice, en un largo papado –el tercero más largo de la historia de los pontificados- caracterizado por viajes constantes alrededor del mundo, en los que siempre llevó un mensaje de amor, paz y esperanza a todos sus fieles, Juan Pablo II fue, además de un Papa carismático y trascendente, un hábil hombre de Estado, un mandatario respetable y un líder que impulsó y apoyó las causas más nobles.

Mucho se puede decir acerca de él. Desde joven fue conocido por su espíritu solidario y humanista, al ayudar a judíos y víctimas de la persecución nazi en su natal Polonia; hablaba 13 idiomas fluidamente, y fue autor de decenas de escritos teológicos, así como de discos de cánticos religiosos en los que él mismo entonaba las piezas y una obra teatral titulada “El taller del orfebre”.

Sin embargo, uno de los rasgos que como líder social lo inmortalizó, fue su papel en la democratización de prácticamente todos los países de Europa Oriental. Su labor diplomática y ecuménica logró lo que ninguna otra había alcanzado. Fue el primer Papa en reunirse en diálogo fraternal con los líderes de las Iglesias Ortodoxa,  Judaica, Anglicana e Islámica, el primero en pisar una sinagoga, una mezquita y en orar dentro de ellas. Dentro de los principales postulados de su pontificado estaban la defensa de los derechos humanos, de la libertad, la paz en todas las naciones y el amor universal. El fue también el primer Papa que públicamente pidió perdón a la humanidad por los errores cometidos por la Iglesia Católica en el pasado, como la excomunión del científico italiano Galileo Galilei, quien en 1633 fue obligado a retractarse de sus teorías heliocéntricas. Visitó Tierra Santa y ahí fue el primero en reconocer los derechos nacionales del pueblo palestino. Oró y pidió perdón en el Muro de las Lamentaciones y celebró misa en el Santo Sepulcro. Es el Sumo Pontífice que más apertura ha mostrado y más ha acercado la Iglesia Católica a otras religiones, en un claro afán de promover la Paz y la Unión mundial.

Fue víctima de un atentado en 1981, cuando Mehmet Ali Agca disparó en su contra hiriéndolo en el abdomen, el brazo y la mano. Dos años más tarde, Juan Pablo II fue a visitar a su agresor a la cárcel, perdonándolo por sus acciones. Este fue, sin embargo, el acontecimiento que marcaría el resto de su vida, afectando su salud considerablemente, hasta su muerte ocurrida en 2005, por un colapso cardiopulmonar y una septicemia. Su muerte fue lamentada por gente y personalidades de todo el mundo que expresaron sus condolencias, incluyendo los gobernantes de Israel, Siria e Irán.

Aquí en México, la muerte del Papa Viajero conmocionó fuertemente a miles de personas. Y es que nuestro país tuvo una especial relación con Juan Pablo II desde el comienzo de su pontificado. Nos visitó un total de cinco ocasiones, y desde el primer momento hubo una conexión recíproca entre el Papa y los mexicanos. Le compusieron y entonaron canciones de afecto, lo acogieron como un “Papa mexicano”. Una estatua de bronce en la que se aprecia la figura del Santo Padre y en su manto a la Virgen de Guadalupe, fue hecha con cientos de miles de llaves que los mexicanos donaron para que el artista Francisco Cárdenas hiciera la obra de arte.

Juan Pablo II fue y será siempre recordado, no sólo por los mexicanos, sino por gente de todo el mundo, como un portador de paz y amor. Como un líder que en su vida predicó los más nobles ideales que enaltecen a los hombres, y que no descansó sino hasta el último día de su vida.

Hoy, el Papa Viajero vuelve a suelo mexicano, no en vida, pero sí en espíritu. Sus restos mortales visitarán nuestra ciudad para que todos los que fueron tocados por la obra de este gran hombre, puedan visitarlos.

Sin importar el credo que profesemos, es justo reconocer que Juan Pablo II fue un ejemplo de vida, un hombre excepcional y que el legado de Karol Wojtyła forma ya parte importante de la historia de la humanidad y de las causas justas. La llegada de sus reliquias resulta especial en la difícil coyuntura que vivimos los mexicanos. Ojalá que el espíritu del “Papa Mexicano” recupere su mensaje de Paz en la mente y el corazón de todos los mexicanos, y nos aporte la Luz que hoy necesita nuestra nación para salir delante de la compleja situación que enfrenta.

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