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lunes, 26 de septiembre de 2011

Cosas Pequeñas PERVERSIDADES


PERVERSIDADES

Juan Antonio Nemi Dib

Nos “agarró” en el auditorio de El Ágora, el complejo cultural del DIF ubicado en el Centro Histórico de Xalapa. Era jueves 22 de septiembre y estábamos premiando a los niños que participaron en “Yo Vivo sin Violencia”, un concurso nacional de dibujo que se realiza desde hace varios años y que busca arraigar en los pequeños los valores de respeto, tolerancia y rechazo a cualquier modalidad de agresión, especialmente en el seno familiar. Estaban con nosotros unos 160 niños de todo Veracruz que habían pasado a la etapa de finalistas del nivel estatal, esperando la deliberación del jurado que seleccionaría a 5 de cada categoría que pasarían a la fase nacional. Había maestros y algunos padres de familia que les acompañaban, además de funcionarios de los DIF municipales. La sala repleta.

Mientras los miembros del jurado se ponían de acuerdo en las calificaciones, aprovechamos para entregar a cada niño su diploma de participación y un maravilloso libro de CRI CRI -con disco incluido- como regalo. Iban pasando uno por uno conforme el maestro de ceremonias los mencionaba y muchos se tomaban fotos. De pronto, abruptamente un señor que yo no conocía subió al escenario y frente a todos me tomó del brazo y me dijo: “necesito hablar con usted, es urgente”; muy sorprendido abandoné a los niños, dejé los regalos en manos de Susana Díaz y la maestra Eloína García (las presidentas de DIF en Xalapa y Córdoba que me hacían favor de acompañarme) y seguí al maestro que continuaba tomándome del brazo.

Sin soltarme, sumamente alterado, me repetía: “Soy profesor, soy profesor”. Le pedí que me explicara con calma qué le ocurría y me dijo que acababan de avisarle por teléfono que una escuela primaria ubicada cerca de las instalaciones del DIF municipal de Xalapa estaba “secuestrada por un grupo armado” y que los alumnos corrían peligro. Le pedí que se serenara y como pude le expliqué que se trataba de una versión inverosímil, absolutamente increíble, pero le ofrecí que -para tranquilidad de todos- de inmediato investigaría. La maestra Eloína tampoco sabía del supuesto secuestro de rehenes pero pidió que llamaran a su oficina para indagar, mientras que mis compañeros intentaron comunicarse a las secretarías de Educación y de Seguridad Pública. En ese momento distintas personas comenzaron a acercarse con comentarios similares, aunque ya no se referían sólo a la populosa zona de “Campo de Tiro” sino que involucraban a distintas escuelas que supuestamente estaban siendo atacadas por conjuntos de sicarios y hasta “francotiradores” que “apuntaban a los niños”.

Para cuando terminamos el evento y los ganadores, emocionados, supieron que sus dibujos pasaban a la fase nacional, quizá un 30% de los asistentes ya habían abandonado la sala. Nos tomamos las últimas fotos y me fui rápidamente a Palacio de Gobierno -a menos de cien metros de distancia- para ver lo que ocurría. Entonces empecé a saber con relativa cercanía sobre lo que estaba pasando.

A las 09:46 de la mañana, el C-4, que atiende las llamadas telefónicas de emergencia, recibió la primera; una maestra informaba que le habían enviado un mensaje de texto en su teléfono avisando de una inminente balacera que estaba por desatarse en las inmediaciones de la escuela “Las Palmas”. En total se consignaron -en apenas 4 horas- 206 supuestos “incidentes” que la gente reportaba, cada vez con más desesperación.

No sé si sea posible cuantificar los rumores esparcidos a través de las redes sociales -especialmente Twitter- pero desde luego fueron miles de mensajes (también a través de los teléfonos móviles) que reproducían la “noticia” de las peores atrocidades: que habían “explotado bombas dentro de un edificio escolar”, que estaban “realizándose secuestros tumultuarios de niños a los que se sustraía violentamente de los planteles”, que había “balaceras fuera de escuelas primarias”. Hay grabadas llamadas de emergencia en las que los ciudadanos de buena fe, ya aterrorizados, afirmaban haber escuchado disparos fuera de las escuelas. En estos casos, los rumores suelen agigantarse como bolas de nieve.

Ninguno, ni uno sólo de los hechos fue cierto. Ninguna escuela suspendió sus actividades normales.

Pero miles de padres de familia dejaron atropelladamente los centros de trabajo y sus casas para correr a recoger a sus hijos a las escuelas en las que se aseguraba que ocurrían incidentes: Primaria Las Palmas de la colonia Campo de Tiro, Ignacio Manuel Altamirano de la colonia Nacional, Telesecundaria Carolino Anaya, Jardín de Niños Hellen Keller, Primaria Carolino Anaya, escuela Carlos A. Carrillo, Primaria Miguel Hidalgo, Kínder Las Palmas, escuela Luis J. Jiménez, escuela Rafael Lucio, Telesecundaria 18 de marzo, escuela Ismael Christi, Enrique C. Rébsamen, escuela Adolfo Ruiz Cortines, primaria Las Américas, escuela Jaime Torres Bodet, Secundaria Gral. No. 7.

Se movilizaron decenas de patrullas de policía y tránsito, cientos de policías y agentes de vialidad, ambulancias y personal de protección civil estatal y municipal. Fue providencial que nadie se infartara, que no hubiese choques, atropellados o daños materiales, que nadie resultara lesionado en estas evacuaciones forzadas por papás y mamás desesperados. Digamos que no hubo consecuencias mayores esta vez, salvo quizá un ajetreado y truncado día de clases que habría que recuperar.

Lo que falta por ver es el impacto emocional en los niños, en sus padres, en sus maestros, los costos económicos y la grave distorsión de la vida cotidiana, el robo de la confianza. Lo que falta por medir es el agravio a la paz pública, el secuestro de nuestra tranquilidad y el impedimento deliberado para que vivamos en libertad, con optimismo y ánimo frente al futuro.

No dejo de preguntarme si estas perversidades, que no meras travesuras como algunos pretenden, no son acaso actos deliberados de los mismos salvajes que se solazan matando a mansalva o sembrando terror -con fines aviesos- (que al final es una y la misma cosa) en la gente buena y que algunos, ingenuos y bienintencionados, defienden como ejercicios de libertad en los que según ellos hasta el estúpido exceso (que incluye estas afectaciones criminales causadas con mentiras eficazmente diseminadas) ha de permitirse, sin pensar que las atrocidades como estas tienen siempre muchas víctimas y sólo algunos cuantos beneficiarios.

Esto no es libertad ni democracia ni las hilachas... es felonía. No nos engañemos.




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