*La vida es la mejor cosa que se ha inventado, escribió García Márquez en el Coronel no tiene quien le escriba. Camelot.
por:Gilberto Haaz Diez
EL REGRESO
Voy de regreso a mi aldea, termino mis crónicas españolas, el tiempo se agota y los euros escasean. Intenté un crédito blando en Banesto, banco español. No tenemos ‘cash’, me dijo el gerente como el marro Zedillo le dijo a una viejecita que le pedía una lana, y ni siquiera con el aval del Pelón Huerta ni de Valentín me darían un euro. Ni hablar. Hay días así. Sniffff. Debo comentar de la telefónica. En enero vine a Madrid.
Cometí un error. Mi Blackberry la habilité y me dijeron los empleados de mostrador de Telcel, que me darían un paquete muy económico. Toma. Me costó esa semana diez mil pesotes. Ahora, al llegar a Madrid compré un par de teléfonos celulares (Móviles) en Vodafone. Por 40 euros me dieron dos aparatitos de prepago y le metí no más de 100 euros, eso me alcanzó para hablar con la familia a México. Slim, por esta vez se fue sin un peso mío. España ve caer a su rey en el piso de pasto de Wimbledon. Nadal cede el número uno del tenis. El PRI arrasa en elecciones, tres de tres y tienden el tapete para el regreso del Jedi, que no es otro que el papucho Enrique Peña Nieto, guapo y majo el canijo.
LAS VIVENCIAS
Fui recogiendo lo que vi, el español que caminaba sus pasos, el vendedor ambulante, los manteros afro europeos que huyen como conejos despavoridos; el taxista, que es pregonero fiel, me contó de todo. Limpiaparabrisas o un come-fuego no existen en las provincias. Cual mas los músicos urbanos, que pululan por todo el mundo, lo mismo en Paris o Nueva York en sus Metro. Caminando al Palacio del Rey vi a la calle a un librero que ofertaba libros viejos. Me hice de uno de las columnas de Raúl del Pozo.
Compré uno político, ‘El Síndrome de la Moncloa’. Retrata las vivencias y las transformaciones de los políticos que, cuando ascienden al poder y a ese Olimpo de los dioses, dejan de ser humanos, flotan y levitan y se alejan de la realidad para acomodarse a un mundo de halagos y parabienes. ‘La vanidad y el autobombo se convierten en moneda de uso corriente’, dice la autora, Pilar Cernuda.
Cito a André Schiffrin: “Siempre he dicho que la librería ideal no es la que tiene el libro que andas buscando, sino la que te vende el libro que no sabía que querías”.
Compré algunos con cuidado, porque ahora voy a lidiar con Iberia y cobran hasta por sonreír. El libro pesa mucho, son más pesados que Carvallo el malo. Lidiar con las veteranas azafatas que tienen peor carácter que la Gordillo, cuando se enoja y acusa.
Vi de todo: Gente que caminaba sin poder caminar, gente que hablaba sin poder hablar, gente que oía sin poder oír y un sonido que los envolvía sin piedad, como lo contaba aquella vieja canción de los Sonidos del silencio, de Simón y Garfunkel.
En Sol sigue la protesta del M-15. Los dejé con sus campamentos a la López Obrador.
El recuerdo de Milo Vela me acompañó en este viaje. El cobarde crimen a él y a su familia impactó en estas tierras. Con unas sobrinas de mi esposa, en Santander, me dijeron a bocajarro: “¡Qué les han matado un periodista en Veracruz!”. La mañana del domingo, a veinte pasos del hotel Liabeny está ubicada la iglesia del Carmen. Bella y señorial. Nunca había entrado a ella. Había misa de doce. Tomé agua bendita, me persigné y pedí por el eterno descanso del periodista y su familia, y pedí por los míos.
MADRID Y LOS GAYS
Llegan a Madrid todos los gays de la tierra. Tienen su convención anual y su paseo por La Gran Vía, la que Lara quería adornar de claveles. Por doquier se les ve agarraditos de las manos y dándose besitos locos callejeros. Mamados, fortachones, esto es Europa. A ello hay que acostumbrarse mientras se esté aquí. Alguna vez de otro tiempo los vi desfilar en la Quinta Avenida de Nueva York, en pelotas, aquí andan cubiertos. La poli, al acecho. Voy el domingo al teatro. No pude ir al café Gijón, por lo consiguiente, no encontré al escritor Pérez Reverte. Si vi, en cambio, el viejo edificio del Ministerio de Hacienda, muy señorial, el que construyó Carlos III, aquel que bajó de su caballo y le dijo a su lacayo: allí está, La Puerta de Alcalá, viendo pasar el tiempo.
LOS ESCRITORES
Hubo un tiempo, escribió Sartré, en que el atrevimiento de publicar era considerado impertinencia y el autor nunca tenía demasiado talento para hacerse perdonar el escribir, relató del Pozo. Escribo este texto a las dos de la mañana de España, me preparo para irme a mi aldea. Me desvelo. Apuro la laptop, tecleo lo último que recuerdo.
Cierro estas crónicas españolas con una cita de Julio Cortázar, que debe identificar a todo aquel que escribe: “Lo que me gusta es escribir y cuando termino es como cuando uno se va dejando resbalar de lado después del goce, viene el sueño y al otro día ya hay otras cosas que te golpean en las ventanas, escribir es eso, abrirle los postigos y que entren”.
Rolé quince días por estas tierras de conquistadores, aquellos que, cuando llegaron a la gran Tenochtitlán, nuestros aztecas dijeron entre si: “Desconfía de ellos, mira como traen a su Dios”. Su Dios venía crucificado, como ha estado por dos mil años. Sufriendo en esa Cruz para que la humanidad encuentre paz y sosiego y dejemos de matarnos unos a otros.
Caminé la provincia de España.
Lugares mágicos como nuestros pueblos. Uno puede comparar Tlacotalpan con cualquiera de estos, y no nos quedamos atrás. La comida cuenqueña es única.
Pueblos que se fueron hermanando, que nos legaron de nombres como Córdova, Salamanca, Reinosa, Valladolid, y que nosotros, en afán de venganza, los champurreábamos con nombres mexicas, para que vieran que la venganza es un plato que se come frío. Hay ejemplos: San Juan de Ixhuatlán. Ixhuacan de los Reyes. El español al principio, el mexica, después. Cientos en todo nuestro amado México, hoy envuelto por las porquerías de los sicarios criminales y por esa droga que mata y no tiene respeto por la vida humana.
Vendrán nuevos tiempos para ellos, que ahora afrontan una crisis económica. Con todo no se les ve mal. Ni andan a la pepena ni en chanclas. Mas gana el rico cuando empobrece, que el pobre cuando enriquece, dice un viejo refrán.
Vendrán nuevos tiempos también para nosotros. Algún día dejaremos de contar a los muertos día a día. Algún día volveremos a respirar la paz y tranquilidad que tuvimos un tiempo lejano, y dejar ese miedo que traemos pegado a la piel.
Yo, por lo pronto, regreso al desierto con los demás alacranes.
Me tomo unos días de fiaca. Regresaré pronto. Conté lo que pude y como lo vi, tampoco crean todo lo que les conté, aunque fue muy cierto todo; como dijera Mario Benedetti: “No vayas a creer lo que te cuentan del mundo (ni siquiera esto que te estoy contando) ya te dije que el mundo es incontable”.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com
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