Fortin Municipio que Florece!!!

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lunes, 19 de septiembre de 2011

Acertijos Por: Gilberto Haaz Diez

El dinero es la tarjeta de crédito de los pobres. Camelot.:

ESA PERLA NEGRA

En busca de una botella conmemorativa, de esas baratas que salen cada año para aquellos y aquellas (Fox dixit) que suelen guardarlas de recuerdos, caminé mis pasos al número 100 de la larga e iluminada calle 10. La famosa 10 Street de Mc Allen, que también es pueblo y hablan español, inglés y lo que se acomoden, en esa fronteriza ciudad texana. El empleado, muy comedido nos llevaba en busca de lo que no encontraríamos. Una botella de Absolut. Las botellas conmemorativas del vodka Abosult estaban agotadas. Ni hablar, pero le di un paseo a esa tienda cuando, de repente, en un aparador, enrejada y encristalada, cuidada como si fuera lo mas valioso que allí tendrían, como el tesoro de Fort Knox de los americanos o las finanzas infranqueables y el tesoro impenetrable de Tomás Ruiz González, el que cuida la lana de los veracruzanos, o la mismísima Gioconda del Louvre de Paris o un Renoir del Museo Smitsoniano de Washington, allí estaba en espera de un canijo millonario que se atreviera a pagar por lo que por ella se ofertaba, o de algún locuaz con mucho dinero. La botella era de coñac Remy Martin, de principio su forma encristalada no llamaba mucho la atención, lo que saltó a nuestros ojos y por poco nos deja ciegos y sin retina, fue su precio: 35, mil 500 dólares. La Black Pearl, le llaman, una auténtica Perla Negra, botella de un litro 75. 1.75, se lee en la etiqueta al pie. Le quise hacer al Ampudia que todos llevamos dentro y pregunté al empleado. Según él, solo unas 7 como ésta circulan cada año por todo Estados Unidos. Aquí estaba una de esas 7. Una botella de 35 mil 500 dólares esperando comprador. “Tan solo la botella vacía vale seis mil dólares en internet”, presumía el empleado. Como pude le tomé una foto. No nos atrevimos a sacarla por el riesgo de romperla. Entonces eché a volar mi imaginación:
¿Qué se pueden hacer con 35 mil 500 dólares?. Que es algo así como 420 mil pesos mexicanos, llevándolos a 12 pesos por dólar. Bueno, con eso, diría el Perro Uribe, comería toda la vida. Sería una pensión para la vejez, pensé yo. Con cerca de 420 mil pesos se puede, por ejemplo, comprar un auto último modelo de los buenos, o una camioneta perrona, Sub o un todoterreno.
Con 420 mil pesos se puede dotar a una escuela de 150 computadoras.
Yo podría ir a Paris y ver la Torre Eiffel y retratarme allí a su pie unas cuatro veces, todo pagado, hotel, avión, comidas y alcanzaría para ir al shopping en las Galerías Lafayette. Es mucho dinero para una botella. La tienda que la vende, por si se animan, se llama Feldmans (Market Center)
Me puse a pensar si, después de comprarla y beberla, a qué carajos sabrá una borrachera y una cruda de 420 mil pesos, o de 35 mil 500 dólares.
Ignoro, porque no soy barman ni chupamaro, cuántas copas se puede uno tomar en un litro. 75.
Pero deben ser las copas más caras del mundo, quizá a veinte mil pesos la copa, y la cruda más happy de la eternidad.
Como regalo, se le puede dar a un político de nivel alto. A Peña Nieto puede ser. O al gobernador Javier Duarte de Ochoa, precisamente hoy que es su cumple años.
¿Quién dice yo?

INTREPIDO CHOFER

Escribo estas líneas por cielo, mar y tierra. Por tierra porque lo hago desde el fin de semana en Mc Allen. Por mar, porque espié el Golfo de México, y por aire porque mi transitar fue por un avión de VivaAerobus, la compañía que vuela de Veracruz a Reynosa. Suele uno llegar y ahora, esta ciudad de la frontera con Texas, que era peligrosísima, se ha vuelto un remanso de paz. Dicen las malas lenguas que la maluria que aquí convivía se fueron a nuestro Veracruz hermoso. En el Jara hay militares. La mañana del viernes unos 4 soldados están apostados. Vigías para que las cosas estén en la tranquilidad. Son escenas cotidianas en este México muy nuestro. En Reynosa por igual, otros militares y perros preparados para oler equipaje, a las vivas.
Alquilo un taxi y este me lleva al otro lado del Rio Bravo, al otro lado del puente. El llamado Kika de la Garza, el del cruce con Pharr. Una Suburban destartalada nos traslada, destartalada como nuestras carreteras que controla Capufe: caras y malas. Me persigné, porque dudaba que este armatoste viejo que quemaba aceite, llegara. Pero llegó. El chófer era un hondureño llamado Mauro Toledo, hablantín como él solo, de físico parecido a Tsekub Baloyán, aquel chalán de Chanoc, presumió tener 28 hijos, 25 de ellas mujeres. No sé si sea cierto, lo que era muy cierto es que nunca negó mantenerlas. Tenía 28 hijos pero a ninguno mantenía.
Su odisea la llevaba a la realidad. Platicaba de sus amores perdidos. De todas aquellas mujeres a las que les dio hijos y que a ninguno mantuvo. Sus peripecias en esta ciudad que ve la luz cuando no hace mucho el túnel no tenía luz. Yo llegué un día después de los ‘gritos’ de México. Debo decir, a fuerza de decir la verdad, como dicen los abogados, que jamás he estado en ningún grito en vivo. En ninguno. Ni de presidentes ni de gobernadores, menos de alcaldes. Suelo verlos apoltronado en mi tele y ahora había un cierto temor porque voces de la maledicencia apostaban qué algo pasaría, como el cuento de Gabriel García Márquez, que recién publiqué. No pasó nada, por el bien de todos. Llamó la atención que en la ciudad de Veracruz, por primera vez en su historia una mujer pegó ese grito que jamás dio una mujer, la Corregidora solo ayudó llevando recaditos, una arenga del padre de la patria, de Miguel Hidalgo. Una arenga que aún conmueve a millones de mexicanos que vieron al presidente Calderón dar su penúltimo grito desde ese Zócalo mexicano. Casi con aquella máxima de: la última y nos vamos.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com

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