*Llegará un día que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza. Camelot.
Por: Gilberto Haaz Diez
MAÑANA TERRABLANQUENSE
Por la mañana llegaban noticias de cambios en el Gabinete de Javier Duarte de Ochoa. Se oía por todos lados que José Tomás Carrillo Sánchez, conocido en la cuenca del Papaloapan como el ‘Pijul’, un pájaro bobo, dejaba el cargo de Secretario de Desarrollo Agropecuario y lo que se acumule en la semana. Pobre.
A este personaje de la política priísta, que cedió su asiento de diputado federal a José Luis ‘Chuleta’ Álvarez, ya hacía tiempo que lo renunciaban los medios de comunicación. Que estaba, como aquella rola, que te vas, te vas, te vas y no te has ido. Que el que paga y manda se la tenía sentenciada, o corriges el rumbo o te vas, dicen que le dijo. El problema es que, cuando alguien deja el asiento, se lleva remando a los suyos. Cuentan que ‘Pichón Preñado’, Tomás Rubio, un paisano terrablanquense, dejará el puesto al igual que Eloy Cué, que papaloteaban como Osiel Castro de la Rosa, aunque dicen que a este último aún lo protege el buen Buganza, conocido como el ‘Buga’. Otros dicen que no, que cayó de su gracia por ojáis.
Yo partía a esa tierra, Tierra Blanca, donde el Diablo un mal día les acaloró el alma y les dejó temperaturas de 50 grados, cuando bien les va. Hoy era día tranquilo. Calor de 33 grados pero como estaba nublado, un aire fresco aireaba.
EL AMOLADO PARQUE
Llegué a ese parque jodido y olvidado. Había día de plaza del Ayuntamiento terrablanquense. Las carpas recibían a pedinches y peticionarios.
En la esquina, frente al Palacio vi al alcalde Tito Delfín Cano, representante de los ochenta y tantos alcaldes panistas, un buen aliado del gobernador Duarte.
A la izquierda estaba sentado en un café italiano el filósofo del pueblo, el buen Kamalucas. Opté por ir con Kamalucas. Dejé para otro día al alcalde.
Le hablé al buen Toño Nemi Dib, director del DIF estatal, para un apoyo de unos aparatos de sordera, alguien en el pueblo los necesita. Toño asintió.
Iba a una comida con una veintena de los amigos de la infancia y la juventud, lo mejorcito de cada familia. Cada uno tiene su historia.
Toño Silva, hotelero del pueblo, que un día de aquellos gloriosos años de los 70’s era asistente particular de uno de los dos hombres fuertes de PEMEX, Ignacio de León y Jesús Chavarría, aquellos tentones que en la época de Jorge Díaz Serrano vivían la vida loca y terminaron huyendo con no sé cuantos millones de dólares del petróleo mexicano en sus bolsillos. Toño jura que a él nada le tocó. Aunque se duda.
Eran los tiempos de administrar la abundancia. Los tiempos en que todo se nos daba y nada se nos negaba. Tan bien administramos esa abundancia, que quedamos peor que el Rey Tojo: tojo-didos. Toño recuerda cuando eran hospedados en Paris en las afamadas suites del hotel Crillón, el Jorge V y El Ritz, el de la Plaza Vendome, aquel que Hemingway decía: “Cuando sueño mi vida en el cielo, siempre me la imagino en el Paris Ritz”.
Aquellos años, cuando ofertábamos 50 mil barriles diarios en el mercado de Rotterdham, en Holanda, un Tepito cualquiera donde se vendían barcos llenos de petróleo mexicanos que, muchos pensaban irían a parar a las manos de Jolopo, y terminaron en otras manos. Cuando Pemex facturaba 16 mil millones de dólares al año y pagaba a nuestro fisco mil millones de pesos diarios de impuestos.
ESAS HISTORIAS
Allí rememorábamos historias de nuestros caminares. Cuando Epigmenio ‘Menche’ Mora hospedó en su lujosa residencia al poderoso presidente Carlos Salinas de Gortari, el día que el gobernador Dante Delgado Rannauro lo llevó a que conociera un pueblo sin mar. Fidel Herrera Beltrán era diputado federal. El día que el pueblo enloqueció y se puso de cabeza, pues el de ojos pispiretos no solo hizo verbena nocturna popular en el parque Juárez, pernoctó en la casa de Menche.
Mora desde ese tiempo no lava las sabanas.
Con Marco Verde, el hijo de don Segundo Verde, un alcalde dos veces del pueblo, de esos caciques buenos, de los que tendían la mano para ayudar.
Mi hermano Enrique, que abrió las puertas del Partenón para que Tomas Ramón, el ‘insecto’, preparara un borrego que ni mi Rey de España lo come así.
Con el doctor Alfonso Arcos, de quien su padre del mismo nombre, como director médico de los Ferrocarriles, tenía una casa de tipo inglés que a todos nos dejaba con la boca abierta, atrás de las vías, casa que ya no existe, cuando en dos canchas de tenis en los veranos calurosos de Tierra Blanca llegaban las glorias del tenis: Pelón Osuna, Loyo Mayo, los Palafox: Gustavo y Toño, Mario Llamas, y la Copa Davis se jugaba en esa tierra de calor.
Los tiempos que los Ferrocarriles eran nuestros y en el pueblo había 5 mil rieleros.
Tiempos memorables que recordé cuando en el año 57, el presidente López Mateos mandó al Ejército en un disfrazado ‘Toque de Queda’ no declarado, y los soldados llegaron a poner orden en ese emporio ferrocarrilero, cuando Demetrio Vallejo y Valentin Campa lideraban el sindicato. Honestos como ellos solos, no que ahora hay un Víctor Flores que no se lleva las vías porque pesan mucho.
Tiempo que Tierra Blanca tenía talleres y Casa Redonda, cuando el abarrotero Manuel Barredo les fiaba en su tienda a los trabajadores ferrocarrileros huelguistas con un crédito a la palabra. Emporio ferrocarrilero y bastión de la huelga que cimbró a un gobierno federal, hasta que éste metió las manos con dureza y la cárcel fue la hospitalidad.
TIEMPOS IDOS
Tiempo que, rememoro, un teniente llegó a la estación de radio XEJF, y casi la tomó requisada. Otro soldado estaba atrás del locutor por si se le ocurría arengar a los rieleros. La paradoja de la vida es que los tres locutores que contaba la estación eran ferrocarrileros. Tenían doble chamba y una lealtad.
Allí estábamos una veintena de nosotros, recordando los amores de juventud. Recordando los amores idos. Es tan corto el amor y tan largo el olvido, escribió Neruda en sus 20 poemas de amor y una canción desesperada.
Entre cocteles de camarones, borrego, arrachera y unos tragos, revivimos nuestra infancia y juventud. Los Pavón: Andor y Fernando ‘Tizón’, el Rico que no es rico, Javier y Enrique Haaz, mis sobrinos; Felipe Terrones, cuyo lema dicho por él mismo es: “Soy chismoso pero no mentiroso”. Fernando Morteo, Antonio ‘Churro’ Mora, dos veces tesorero municipal y con no sé cuánta lana en Wall Strett, toda limpia. Ricardo ‘Richi’ Vela, financiero y prestanombres de Constantino ‘Pelón’ Huerta, el Conrad Hilton de Tierra Blanca, dueño del hotel ‘Niña Bonita’, uno de cinco estrellas, que no pudo asistir a esa comelitona porque se fue a buscar a Gadaffi a Trípoli, cuya recompensa es de varios millones de dólares.
Tarde sabrosa y rica, de recuerdos inolvidables.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com
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