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sábado, 7 de abril de 2012

Acertijos CIUDADES ATIBORRADAS Por: Gilberto Haaz Diez


*Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego. Camelot.

 
CIUDADES ATIBORRADAS

Veracruz vive la Semana Santa en la placidez. La chilanguiza que salió del DF y los poblanos y los vecinos oaxaqueños y tlaxcaltecas e hidalguenses, atiborran  nuestras ciudades. Está tan bien nuestro entorno, que hasta Peña Nieto llegó con la familia a disfrutar estos días santos. Ahora hay buen clima, calor perrón y en esta Orizaba, con su volcán Pico de Orizaba de vigía, los atascos son fenomenales, señal de que ha llegado el turismo a ocupar hoteles y a ocupar la restaurantería y los sitios de recreó. Por igual deben andar los sitios vacacionales, sobre todo Veracruz y Boca del Río, ciudades que tienen mar y playas. Como hay veda y los gobiernos tienen que hacer mutis, muchos de ellos cuidan los asuntos turísticos, como lo hizo el nuestro, Javier Duarte de Ochoa en una reunión sobre el turismo, donde declaró: “la verdad siempre cae por su propio peso, a pesar de las campañas negras que han tratado de generar un clima terso a un estado cuyo elemento fundamental es la alegría, es un ambiente de armonía, de tranquilidad y que es un símbolo de ser mexicano como es el caso de Veracruz”.

SEGUNDO PIPAZO

Las notas periodísticas nos alertan. Se anula la elección de Chikinando y Julén Tementiría, dicen los despachos de guerra azul. El Trife, que es un poco como el Orfis, ha anulado las candidaturas panistas al Senado y los mariachis no han callado; el primero que reaccionó todo alegre fue el tal Julén Tementiria. Mandó rápido su correo a los corresponsales de guerra, o sea a reporteros, medios y columnistas, bajo el argumento de que es respetuoso de la ley y ‘cancela todas sus actividades proselitistas’. Ay ojón. Un conocedor de estos intrincados caminos de la ley y de los golpes bajos a las espinillas, dice que no pasará nada. Ni hay tiempo para otra elección y los candidatos, además de ya estar registrados, andan en campaña. Va a ser igual que la otra, decía, que aceptarán la anulación y nominarán en directo y a todo color. Son días de Semana Santa, donde hay recogimiento. Donde todos los candidatos guardan sus fierros y se ponen sus shorts y se van de vacaciones o a las playas o a los lugares paradisiacos, una tregua como es estilaba en las grandes batallas napoleónicas, para, al terminar, ir con todo y no tomar prisioneros.

EL MAESTRO DE MATEMATICAS

Manolín García, una gente de mi pueblo, golfista, billarista, músico de piano y rockola, biógrafo a ratos, compañero de pupitre de quien esto escribe, atacado de la risa me decía del maestro que tiraba misilazos con los borradores de pizarrón, como queriendo abollarnos el ‘coco’. Y me dio las historias. Sucede que en esa secundaria oficial, la titular de la clase de matemáticas era la maestra Elda Espinosa, muy buena maestra y no tiraba nada a la cabeza. Por asuntos de andar panzoncita (iba a tener a su hijo), dejó la clase, llegó Arturo Guzmán y luego lo suplió Gaspar Ortiz, el de los misilazos. Manolín dice que los dos tiraban a 90 millas, dependiendo el humor de esa mañana, y una vez, cosa que no recordaba, Arturo Guzmán reprobó a todo el salón. A todos. De allí nunca salió un Einstein. Quizá por eso, por andar como Bush esquivando los zapatazos que le tiraban en gira. Cosas de la escuela de ese pueblo llamado Tierra Blanca.

EL NEGRO

La prestigiosa escritora española, Rosa Montero, publicó una anécdota refrescante y conmovedora sobre la convivencia entre extranjeros y los nacionales de un país. El artículo titulado 'El negro' ha causado gran conmoción entre la población inmigrante de España. La historia se fue a la polémica, algunos la trataron de copia, plagio, porque ya había sido escrito. Es historia buena. Va.

“Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta. Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: “Pero qué chiflados están los europeos”.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com

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