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jueves, 19 de abril de 2012

AL ESTILO MATHEY El Mérito de AAL

Por: Gustavo Cadena Mathey
Buen día, lector:
Usted y doña Esperanza y Agustín Jr., habrán de perdonar pero como dicen en mi pueblo la chamba es la chamba.
Coincidencias de la vida, el destino o lo que sea, no pude estar en las exequias de don Agus y ahora tampoco el día en que por fin se le hizo un homenaje en Xalapa.
Pero tuve que participar en la delegación de un grupo de magistrados, jueces y funcionarios del poder judicial que encabeza el licenciado Alberto Sosa Hernández, que acudió a un importante congreso nacional, del que estoy seguro surgirán buenas noticias para Veracruz, institución donde generosamente fui adoptado cuando el tío congeló a mi amigo Héctor Yunes Landa, a quien a su vez, contra todos los pronósticos recuperó o digamos recalentó, el joven gobernador javier Duarte.
Así que como bien lo recordó en su discurso del jueves 12 en el Museo de Antropología el señor procurador de justicia del estado, Felipe Amadeo Flores Espinosa, “Seguramente a don Agustín no le hubiera gustado del todo la solemnidad de una ceremonia como esta, donde su familia, sus amigos, colaboradores y veracruzanos de distintas generaciones, nos hemos reunido para recordarlo y reconocer su obra. Tal vez, como homenaje, nos hubiera preferido trabajando con la misma vocación y empeño que él lo hacía”, o nos habría corrido a todos como dijo Bernardo Silva.
Este lunes 16 al inicio de la semana, tuve la inmerecida distinción de recibir insistentes llamadas telefónicas de la señora doña Esperanza Azcón de Acosta, su compañera de toda la vida, a la que don Agus recordó en un documento que a unos días de dejar el poder entregó a este reportero:
“...En cualquier caso, si yo he parecido duro, avaro y hasta desangelado, he tenido la suerte de tener por compañera a mi esposa Esperanza, que compensa por mi cualquiera de esos defectos. Si yo soy duro o repelón ella es dulce, tierna, amable y bondadosa.
“Infatigable, reflexiva e inteligente, trabajó a mi lado sin fatiga ni desaliento. No anduvo en fiestas ni saraos, pero sí subió hasta pueblos serranos, donde jamás había llegado antes la esposa de un gobernador.
De “Ella, veracruzana por matrimonio, por vocación y por devoción fue la voz permanente de todos los veracruzanos que acudieron en busca de consuelo a nuestra casa o al DIF”, escribió el hombre de Paso de Ovejas.
A doña Esperanza tuve el privilegio de saludarla este lunes a través del auricular, de revivir experiencias de su modesto hogar de la calle Jacarandas de Las Animas, de allí a donde este reportero junto con Orlando García Ortiz y a veces Pepe Miranda, recibíamos a temprana hora la invitación-instrucción del capitán Edmundo Braulio Quintero Gómez, su entonces secretario privado y hoy Director de Protección y Seguridad de Banorte:
“El Señor Gobernador los espera a las ocho de la mañana en la Casa de Gobierno de Las Ánimas”, lo mismo para desayunar que para ir a darnos un baño a las aguas termales de Carrizal en el moderno helicóptero “Augusta”; que volar en su jet privado a las capitales de las entidades de la República para escuchar los informes de los gobernadores, ser presentados a los mandatarios como sus “jefes de prensa” y los aconsejaba que “en vez de guaruras” se hicieran acompañar como él lo hacía, “por los mejores periodistas del estado”, todo esto, claro, con el malestar de sus principales colaboradores.
Trayectos en los que prefería la frescura de la información objetiva que comentaba con los reporteros; de su preferencia por la viabilidad ejecutiva de las tarjetas informativas de los colaboradores, de operaciones importantes como el rescate de las imponentes cabezas olmecas de San Lorenzo Tenochtitlan, que costó incluso hasta problemas familiares al responsable de la operación porque tardaba días en regresar al hogar, e incluso de ofertas de cargos públicos y jefaturas de prensa a los periodistas, que por supuesto rechazamos y él justificaba con el argumento: “yo tampoco soy político ¡y mírenme donde esrtoy!”.

En fin, momentos en que prácticamente invadíamos desde el comedor a la biblioteca, la intimidad del hogar de doña Esperanza, que gentilmente estaba pendiente de que se nos atendiera:
A ella, como lo relató ese día en la tribuna oficial del Museo de Antropología de Xalapa el joven Acosta Azcón, don Agustín la conoció en la facultad de química y luego en la naciente escuela de Economía: “Entre los expedientes y archivos del banco central, Agustín encontró su destino. Ahí, venciendo su timidez provinciana, conoció a una joven economista, Esperanza, mi madre. Inútil decirles lo que pasó después. ¡Presentes, gracias por supuesto a ti mamá!”, exclamó.  
Y Agustín joven nos dio las gracias: 
“Gracia –dijo Octavio Paz- es… acto que expresa bondad de alma. La gracia es gratuita,…  aquel que lo recibe, el agraciado, si no es un mal nacido, lo agradece, da las gracias”.  
Así de simple y extraordinario lo explicó Agustín Acosta Azcón. A eso vinieron el pasado jueves a Xalapa, él y su madre la distinguida señora doña Esperanza, A dar las gracias a todos los que conocimos a don Agustín y nos honró con su amistad y compañía, y a dar las gracias también especialmente al joven gobernador Javier Duarte, “por el homenaje, por su presencia, su amistad y su apoyo”.
Allí entre los presentes el presidente del congreso del estado Eduardo Andrade, que está por recibir el premio José Pagés Llergo en el área de Periodismo Jurídico, muy merecido; los magistrados Emilio Polanco y el muy activo Víctor Manuel César Rincón, por el Tribunal Superior de Justicia; el consejero de la Judicatura José Luis Salas Torres, el dirigente estatal del PRI Erick Lagos, la señora Yolanda Carlín de Gutiérrez, su hija Yolanda Gutiérrez Carlín, el también magistrado Ignacio González Rebolledo que fue un gran alcalde de la ciudad en la época de AAL.
También ex colaboradores como Alejandro Hernández Gallardo, Jorge Cardoso, Carlos Gutiérrez de Velasco, Edmundo Quintero, Miguel Angel Díaz Pedroza, Cecilio García, Pedro Rivera Pavón, Andrés Vásquez Gonzáez, Mario Tejeda, Carlos Aguirre Gutiérrez y Bernardo Silva, entre tantos políticos. Se extrañó a Ignacio Morales Lechuga, Edmundo Martínez Zaleta, Felipe Hákim Simón y Ricardo Olivares Pineda.
Cómo me hubiera gustado estar ahí, atestiguar “de lejitos”, como en los viejos tiempos, con discreción y prudencia; como lo hizo Orlando García, como Melitón Morales, y anotar en la libreta todos y cada uno de los detalles de este inolvidable encuentro que don Javier Duarte salvó para la historia.
Y escuchar y disfrutar y no por presumir, resonando entre los muros de ese museo al que acompañé a don Agus cuando lo reedificaban los albañiles, las palabras de Amadeo:
 “Como quien comparte un tesoro, el periodista Gustavo Cadena Mathey –lo menciono para evitar que nos vaya a acusar de plagio- ha publicado la memoria breve, del mismo puño y letra de don Agustín Acosta Lagunes...”.
Pero toda esta historia, irónicamente no habría sido posible de contar si este reportero no hubiera recibido la oportunidad de ser enviado a aquella campaña del ochenta por el fundador de este periódico, don Rubén Pabello Acosta. Finalmente en el caso de AAL, hay que apuntar, como también escribió mi amigo Raúl Torres Jiménez de lo que bien señaló el poeta Salvador Díaz Mirón: “el mérito, es el náufrago del alma...”
Que tenga un buen día.

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