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viernes, 20 de abril de 2012

Acertijos NASSAU (DIA CUATRO) Por: Gilberto Haaz Diez


*Ni pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvió.
Camelot.
NASSAU (DIA CUATRO)
Nassau es un poco como Nopaltepec, pero con playas y con mucho negrito cambujo, como los que proliferan en Cojinillo, un barrio ancestral de Tierra Blanca.
El barco Majesty llega y se aparca junto a otros dos gigantes de la misma compañía Royal Caribbean, la naviera que a ratos llega a Veracruz, cuando los huracanes desvían los trasatlánticos que van a Isla Mujeres o Cancún.
Algún día habrá una travesía para que lleguen a tomarse un café a La Parroquia.
Hubo poco movimiento de las olas, al salir al balcón del camarote se avista la noche, la noche asemeja una bóveda oscura. No hay estrellas. ¿Cómo pudieron los grandes navegantes portugueses, que encontraban ruta allende los mares, guiarse por las estrellas, si hay noches que no sale una?
En el National Geographic había visto una vez un documental de Nassau.
Decía que hay que cuidarse de los choferes, porque manejan peor que los choferes de los autobuses del Puerto de Veracruz, que no respetan la vida.
Un caribeño africano nos aborda, negocía el pasaje, cuatro dólares por persona, grita como si estuviera en el mercado de Tepito o en Wall Strett.
En una carcacha vieja, como las que proliferan en La Habana, emprende el viaje. La mitad de los autos tienen el volante a la izquierda, signo y herencia del protectorado inglés que fueron y que en 1973 permitió que se liberaran de la Reina Isabel y sus súbditos. Ahora viven por su cuenta. La otra mitad traen los volantes a la derecha.
Liberada la isla en 1973, como quieren vivir los de Las Malvinas, ahora que la presidenta argentina Kirchner pide al mundo su apoyo para darles una patada en el trasero a los invasores ingleses, en momentos que celebran años de aquella lucha desigual, cuando los sanguinarios golpistas militares, por congraciarse con su pueblo, declararon la guerra a Inglaterra y el Imperio inglés, con el apoyo y un poco de ayuda de Ronald Reagan, que le pasaba toda la información de los satélites a la Margaret Thatcher, llegaron a hacerlos cera y pabilo.

EN EL MAJESTY
Las noches en el Majesty son noches de quietud, mientras el barco navega y rompe las olas a unos 120 kilómetros por hora, que llevado a nudos quién sabe cuántos son, en la cena un par de violinistas tocan. Se oyen dos temas inmortales.
‘Solamente una vez’ de Agustín Lara, que aunque muchos ubican como una canción de amor, es una canción de amor pero dedicada al Padre Mojíca, un amigo de Lara. Los votos que se dan solamente una vez a Cristo: “Una vez nada más se entrega el alma…”
La segunda es más conocida. ‘Bésame mucho’, de Consuelito Velázquez, la canción que tiene el record Guiness de más versiones en el mundo, vamos, la cantaron hasta Los Beatles.  Mañana calurosa pero con nublados.
A ratos refresca. Nassau es una isla que vive del turismo, su primer ingreso, luego de la Banca. Aquí los paraísos fiscales son el pan nuestro de cada día. Las off shore y todas esas cosillas que a los ricos les encanta.   
Sus policías como los bobbys londinenses. Poso para mi camarita de fotografiar con una mujer, una negrita que al sonreír hace ver sus dientes rechinando de limpios. Cuidan el tráfico. Hay joyerías para tirar al cielo, de las buenas, de las caras.
Fondean yates y uno llama la atención.
No es de Valentín.
Pregunto como si fuera Mitofsky. Un guía cree que es propiedad de un adinerado ruso, ya ven ustedes que desde que Putin abrió las puertas del cielo a los diablos, y le dio la petrolera a un amigo suyo con el que luego se peleó y metió a la cárcel, los rusos ahora se hablan de tú con los Onassis y los Niarchos y toda aquella pléyade de grandes navieros que fueron pioneros de grandes buques por los mares. El yate que fondean en Nassau, es de los de los picudos, al menos en Veracruz ninguno tiene uno de estos que traen helicóptero a bordo. Estos si sin ricos de a deveras.

COMO NUEVA ORLEANS
Una de las calles de Nassau asemeja a la vieja Nueva Orleans, esas calles donde el dixieland y el mardi grass son eterna estampa. Típicas casuchas de madera, cuando los ingleses lo tenían como su protectorado. Por donde se penetra, parecería una vieja terminal mexicana de los AU o de los Flecha Roja, aquellos camiones cuyo lema era: primero muertos que llegar tarde.
Hay una joyería tras otra. No se apetece comer, una chela para el camino por la calor y, al barco de vuelta, a esperar la travesía de regreso que nos llevará de cuatro de la tarde, hora que se zarpa, a las seis de la mañana del otro día cuando toque el Puerto de Miami.
Allí donde el huamachito florece y la prosperidad es latente.
Navega, sale puntual, a las cinco dejamos la bahía, son tres barcos que se perfilan en fila india, salen como si se fuera en carrera parejera aunque uno a otro guardan su distancia de media hora, no fuera la de malas que, como el capitán Schettino del Costa Concordia, algo pasara y hubiera un alcance.
No ocurre nada, anocheciendo a lo lejos se ve un velero. Se piensa, en medio de la inmensidad del mar, ¿qué hace un velero de esa gente intrépida que se atreve a navegar mares solitarios, algunas veces embravecidos, en la misma soledad y solo a merced de los vientos, aliados o enemigos? Pero el mar es el mar; para quienes han vivido cerca de él y adentrarse en sus olas, debe ser lo máximo.
Como exclamó un día el poeta Rafael Alberti:
 “El mar. La mar. El mar. ¡Sólo la mar! ¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad? ¿Por qué me desenterraste del mar?”.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com

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