*De Xavier Velasco: “El fracaso es a veces como un jacuzzi. Dan ganas de quedarse para siempre”. Camelot
TRES HISTORIASLa primera historia es triste y desgarradora. Suelen en los hoteles dejar colgados en una bolsita de plástico, sobre las perillas de las puertas principales, un diario americano de cortesía. Por lo regular lo hacen con el USA Today, cuyo tiraje es de 1 millón 600 y pico mil ejemplares diarios. Los hoteleros lo regalan a la puerta. Llevaba tres días espiándolo cuando frente a mi cuarto, el 1103 del piso 11, estaba tirado a página abierta el afamado diario The New York Times (‘All The News That's Fit To Print’) (‘Todas las noticias aptas para ser publicadas’), otro de tiraje de millón y pico al que Slim llegó a hacerle un préstamo en abonos chiquitos. Al caminar a mi primer café mañanero, lo oteé de reojo. Llamó mi atención que en su primera página estuviera un caso policiaco. La foto mostraba a investigadores del FBI y a la policía en el barrio neoyorkino del Soho. Levanté el diario del piso alfombrado y con el consabido con permiso al vecino de cuarto, lo llevé y leí la historia. En 1979 un niño llamado Etan Patz, de 6 años de edad, desapareció cuando iba de su casa al colegio. El caso conmocionó a Nueva York y al país. Rastrearon todo y no encontraron nada. Hubo un detenido que lo negó y está en la cárcel por abuso a otro niño. En 2001 lo dieron por muerto. 33 años después, la estampa en The New York Times, de la zona sur de Manhattan cerrada al tráfico y con helicópteros sobrevolando el área, era impactante.
Un perro especializado en la búsqueda de cadáveres puso en alerta a las autoridades tras un recorrido la semana pasada por el sótano del edificio, donde ahora esperan encontrar restos humanos o efectos personales del niño. El caso de Etan golpeó tanto la conciencia de los americanos, que fue de los primeros que su rostro se imprimió en cartones de leche por todo el país y llevó al presidente Ronald Reagan a declarar el 25 de mayo ‘Día Nacional de Niños Desaparecidos’. El caso volvió a reabrirse.
UN ALTO EN EL CAMINO
Como me lo contaron se los cuento. Hace unos días murió un personaje apreciado por sus amigos. Los amigos, compañeros de sector y de partido, pidieron a la viuda el permiso correspondiente para hacer un alto en el camino y rendirle un homenaje, al momento de ir a sepultarlo o cremarlo, en el sitio y lugar donde se reunían bien seguido y pasaban tardes y noches como en el brindis del bohemio, el bar Pablo’s de la concurrida Calle Real orizabeña. Así fue la historia, después de misa de cuerpo presente pasaron por el sitio donde tardes y noches acodados en las mesas departían amigablemente y en hermandad. Abrieron las puertas de par en par de la cantina-bar y unos 26 contertulios le rindieron guardia en la misma carroza que lo llevaba a su último destino. Si a algunos difuntos se les lleva a sus fuentes de trabajo o a sus universidades o a los bomberos, si lo fueran, porqué no llevarlo adonde la pasaban bien, dijeron.
Salieron cocineras y meseros y uno de ellos, en lugar del responso, gritó ante el féretro:
“¡Salud, Miguel!”.
Otro, en respuesta rápida, exclamó:
“Cuidado, no grites tan fuerte, no vaya a levantarse”.
Cosas de los homenajes.
EL REY EN SU LABERINTO
El vuelo en los aviones sirve, entre otras cosas, para echar una pestañita (sueñito), o para leer lo que uno apetezca. Cuando la turbulencia llega y hay que estar a las vivas, se abre un libro y se intenta olvidarse del zangoloteo. Terminaba una semana mala para Veracruz. Un accidente carretero quitó la vida a 44 personas, y el gobernador Duarte implementó su Plan DNIII de Gobierno y se fue al lugar de los hechos, para que este gobierno se solidarizara con las familias de los deudos y se les prestara la ayuda necesaria, la económica y la moral. Bien, Javier.
Por coincidencias de la vida me llevé un libro de viaje. “El precio del trono” de Pilar Urbano, uno de mil páginas, más pesado que El Pipo. Pilar es la mejor biógrafa de la reina Sofía, y del rey lo ha sido José Luis Villalonga, con aquellas conversaciones con Su Majestad. Pues bien, el rey cometió una atrocidad. Se fue a matar elefantes como si estuviera de compras en Wal Mart, y España y el mundo enfurecieron.
Qué no le han dicho. Pinto y coleado. La Monarquía peligra, me decía mi hermano que es antimonárquico porque vive en Tierra Blanca, que también es pueblo, y no hay reyes.
La discusión del destino del rey ensombrece al mundo.
Ayer mismo leí una carta de un elefante al rey. Tratado sin igual.
España vive la crisis de su historia, desde que son democracia y monarquía y reino.
No podía el rey, por más que lo invitaran de gratis sus amigos, irse de cazador killer, cuando los desempleados (parados) son cinco millones y los que se acumulen mientras la Merkel no les suelte los cheques, y los animalitos, grandes o chicos, hoy son protegidos por la humanidad. Vamos, hasta matar un pájaro atemoriza.
Pero iba yo a otro incidente. Historia conocida.
En el libro viene la mención. Metido en la hoja 800 y pico, y a punto de terminarlo cuando muere Franco y comienza a reinar, en la 231 página se cuenta esa historia terrible de un jueves santo.
El rey tuvo un accidente de armas de chiquillo, donde mató a su hermano Alfonso.
Esa historia se la revivieron ahora.
Alguien le preguntó si no terminó odiando las armas.
En el exilio, al lado del padre que no reinó por la gracia de Franco, en Villa Giralda, en Portugal, ocurrió el incidente.
Jugando con una pistola, Juan Carlos disparó a la frente de su hermano Alfonso, el siguiente en la dinastía de sucesión para reinar. Una tragedia que lo marcó de por vida.
Mas, cuando su padre le dijo: “Júrame que no lo has hecho a propósito”.
Vida marcada de un rey que hoy, a pocos años de ceder el trono a su hijo, cometió un error del cual ya se disculpó.
Interesante libro de la periodista Pilar Urbano. Casi mil páginas.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com
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