*Vive con los hombres como si Dios te mirase; habla con Dios como si los hombres te oyesen. Camelot.
Por: Gilberto Haaz Diez
EL INFORME PRESIDENCIAL
El presidente Calderón informaba a la Nación.
Hace poco, cuando las fuerzas políticas enviaron al cesto de la basura aquellos kilométricos informes desde el Honorable Congreso de la Unión, cuando Fox lo pervirtió saludando primero a sus polluelos (hijos), y luego a los otros poderes, el país ya no es el mismo. Atrás quedaron los años de gloria cuando los presidentes emanados del priísmo, celebraban ese día primero de septiembre como si fuera su cumpleaños o su día de gloria. Las transmisiones eran exultantes.
Los comunicadores se daban el lujo de retratar todo del presidente.
Su familia, lo que desayunaban, cuando posaban ante Los Pinos. Lolita Ayala y Jacobo se enseñoreaban. Luego el paseíllo, como triunfadores de guerra o evento mundial en la Quinta Avenida neoyorkina.
El confeti tirado desde los balcones y las azoteas, daban cuenta de que el Tlatoani mexicano iba a su día de informe. El descapotable Mercedes Benz, que se utilizaba y debe estar en uno de los Museos de la Historia de los Informes, corría a 20 kilómetros por hora, a paso lento de tortuga para que el presidente recogiera los vítores y los aplausos. Nada opacaba su luz.
Nada le ensombrecía. Los locutores como Zabludovsky medían las interrupciones y las comparaban con los otros informes.
El presidente era interrumpido veintisiete mil veces, decía el mejor comunicador televisivo. La red nacional (radio y TV) era obligatoriedad.
Los informes demoraban como los de Chávez y Castro, horas y horas.
Los gobernadores, el clero, banqueros, los prohombres de las empresas, dignatarios extranjeros, Gabinete, embajadores y pide-chambas se amontonaban.
Se entrecruzaban como aquel Cristo de los Gitanos de Serrat: “Y hoy el noble y el villano, el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha”.
Algunos se adormitaban, roncaban, pero las cámaras tenían cuidado en no enfocarlos.
Las palmas de los aplaudidores ardían.
MANOS HINCHADAS
Carlos Salinas de Gortari llegó a decir que, en el besamanos que se daba después en Palacio Nacional, allí donde bautizaron a Benito Juárez en la masonería, la mano derecha del presidente terminaba inflamada, hinchada de tanto canijo que, midiendo el apretón, sentían que lo amaban más y lo adoraban mucho más.
Nadie se equivocaba. Los secretarios de Gabinete firmes. La dependencia que mas informaba el presidente, le prendían veladoras a su titular porque le veían alas para volar rumbo a ese asiento presidencial.
Nadie se equivocaba. Todo lo contrario de aquel poema de Rafael Alberti, La paloma, nada que: ‘por ir al norte, iba al sur, creyó que el trigo era agua, creyó que el mar era el cielo, que la noche la mañana…’
Todos apuntaban certeros.
Oh qué tiempos aquellos don Simón, diría Joaquín Pardavé.
Eso un buen día se fue al carajo.
El México antiguo se borraba y llegaba el México nuevo.
Quizá un poco más democrático.
Aquellas glorias y vítores se iban al cesto de la basura.
Todo cambió. Para bien, aunque algunos legisladores piden, quieren, ruegan que se regrese a ese Informe antiguo en el Congreso.
EN EL MUSEO
El presidente Calderón llegó al Museo de Antropología. Los lamentables y dolorosos sucesos del casino de Monterrey, obligaron al atrincheramiento.
Habría poco qué aplaudir. Habría poco qué celebrar. Éramos por días un país enlutado. Con el ánimo en los suelos. Con miedo y temor de lo que vivimos.
Sin saber si un día salimos de casa y no regresamos.
Calderón tomó el micrófono, saludó a los otros poderes y soltó mensaje.
El 85 por ciento de ello fue a la Seguridad.
Aclamadas las Fuerzas Armadas cuando se les mencionó. Como en aquellos informes, la gente aplaudió por minutos, luego se pusieron de pie cuando el presidente reconoció el esforzado y riesgoso trabajo que han hecho por México.
Mientras informaba, para no salir del asombro de esa podredumbre, en Monterrey caía otro policía por los sucesos del Royale. Al hermano incómodo le arraigan. El alcalde de Monterrey con un pie afuera. O con la dicha inicua de cargar el desprestigio.
Pide Calderón depurar a las policías. Guardan un minuto de silencio por los caídos.
Este México bronco de nuevo en la historia maldita.
Un día antes, con López Dóriga, el presidente reconoció el apoyo de los nuevos gobernadores, me imagino que allí iba encuadrado el nuestro, Javier Duarte de Ochoa, allí presente, al lado del de Tamaulipas.
Las organizaciones criminales evolucionaron, acusaba Felipe Calderón: “de pandillas a verdaderas estructuras criminales y cárteles”.
Crea la Procuraduría Social de Victimas contra la Violencia. Un buen paso.
Uno recorre los caminos de la vida y ahora es muy común ver y topar con retenes. Ayer mismo, quien esto escribe rumbo a Xalapa fue detenido a revisión por dos de ellos de la Marina mexicana. Con educación, el militar naval nos pidió ser revisados. Les agradecí por lo que hacen por nosotros. Escenas cotidianas de este México nuestro.
Luego, al final del informe, las grillas no palaciegas. Saludó a los gobernadores, al de Veracruz que compartía al lado con el de Tamaulipas. Llegó con Marcelo Ebrard, jefe de gobierno del DF, a quien los twiteros lo han puesto como vendido y arrastrado. Ya saben ustedes que él no había tocado la mano del presidente. A un lado, Enrique Peña Nieto, el más encumbrado de los presuntos presidenciales. A su lado, Rodrigo Medina, en desgracia por la delincuencia.
Allí estaba su sucesor, sin duda: Creel, Chepina, Cordero, Peña Nieto, Ebrard, bueno, todos, al menos que el PRD designe a Andrés Manuel y triunfe, porque ese no se vio a cuadro, me imagino no fue requerido.
Un paso atrás del presidente, siempre fiel, su esposa Margarita Zavala de Calderón, mujer reconocida y de bien que siempre está firme a su lado. Saludaron a todos los que pudieron. No había más de mil en ese Museo de Antropología. Mañana de informe de otro tipo, de otro México, hoy muy violento.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com
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