*De Charles de Gaulle: “Lo que pensamos de la muerte sólo tiene importancia por lo que la muerte nos hace pensar de la vida”. Camelot.
EL ABRIL ELECTORAL
Llega el abril electoral. No es aquel de ‘para abril o para mayo’, que cantaban los Hermanos Carrión. Llega lleno de granizadas. Los bloquecitos son como hielos de whisky en las rocas. Abril es uno que tiene una meta de 90 días para llegar al Súper Bowl del primer domingo de julio y ver quién se comió más yardas y anotó el touchdown ganador. El que los corona con el trofeo Vince Lombardi. Los y las candidatas (me afoxé) pregonan sus propuestas, si nos dieran un diez por ciento de lo que ofrecen, este país sería Disneylandia sin ratones miguelitos (por los tentones). Peña Nieto se viste de Tzotzil, Chepina hoy no va a la cocina, va a abrazar a gente pobre, Andrés Manuel trina contra la tele y el del copetito (se había demorado), y el Quadri anda como loquito buceando como Edwin por Veracruz, bueno, Edwin es un buzo profesional, de lo mejorcito que tenemos por esta aldea. Alguna vez buceó con Jacques Cousteau, el Messi de las aguas sumergibles.
DOS AUSENCIAS
Mueren dos personajes mexicanos, el rector Carpizo (Jorge Carpizo McGregor), un hombre culto y de bien, entre ‘goyas’ fue despedido con los honores que patria alguna da a sus hijos preclaros, y el expresidente Miguel de la Madrid Hurtado. Hoy la historia comienza a juzgarlo, a hacer su recuento sexenal de pros y contras porque, como escribiera Ortega y Gasset: ‘el hombre no tiene naturaleza, solo tiene historia’, la mayoría dijo que su aburrido sexenio pasó sin pena ni gloria. Allí se encubó el huevo que parió a Salinas y a aquella generación de tecnócratas de Harvard, cuna del neoliberalismo. Hoy, al abrir los diarios en el internet llama la atención ver atrás de él, firme como un soldadito de plomo, a Emilio Gamboa (La Boa) Patrón. Sobreviviente de muchos infortunios. Prototipo de ese Parque Jurásico que no se atreve a irse. El que le vendió su alma a Peña Nieto y le dio la espalda a Beltrones en aquella contienda interna. Gamboa, oh quién será el alma piadosa que lo jubile de la política y lo mande a cuidar a sus nietos.
DE LA MADRID
El diario El País da primera plana a su muerte. Llama a su sexenio (1982-1988) el de las ‘oportunidades perdidas’, como le llamó el escritor Krauze. Le tocó lidiar con una etapa difícil, aquella que nos devaluábamos un día sí y otro también. Cuando teníamos todo, porque veníamos de ‘administrar la abundancia’, y a la vez no teníamos nada, como aquella historia de las dos ciudades de Dickens. Era parte de ese México que ya se fue, aquel de cuando el líder cetemista, Fidel Velázquez, se les cuadraba y preguntaba: “¿Por qué camino, señor presidente?”. Presidente que devalúa se devalúa, llegó a decir José López Portillo, y con Miguel de la Madrid las devaluaciones eran como ir a misa los domingos con el padre Marcos, constantes. Deberá descansar en paz y los apóstoles políticos llegarán hasta su capilla casera para darle los panegíricos y el último adiós y loarlo en muerte. Reverenciarlo como lo que fue, un presidente de esa historia de un priismo que ahora, al parecer, regresa al poder con su muchacho guapo de la película. Nos quedan vivos: Echeverría, Carlos Salinas, Zedillo, Fox, y próximamente Calderón. Los cinco expresidentes.
LOS MUERTOS
Pero estaba con los muertos, no hay libro mayor de muertos que el Pedro Páramo de Juan Rulfo. Alguna vez a García Márquez le dijeron que Cien años de soledad era un ‘fusil’ de aquel Pedro Paramo. El colombiano-mexicano lo negó. Por allí pululan los muertos y los vivos y por allí hay magia y realismo. Hay pueblos enlutados y pueblos cerrados, como Macondo y Comala, ahora leo a Patricio Eufraccio, de la UNAM. Pedro Páramo y Aureliano Buendia llegaron para quedarse en el ‘coco’ de los que alguna vez hemos leído esos libros señeros.
LOS VIVOS
Pero voy a los vivos. Un Garganta Profunda de Xalapa, allí donde reina la reina Elizabeth, me cuenta de una comida sabatina. Fue en la casa del arquitecto Enrique García Ramírez, en el fraccionamiento Manantial, del rumbo de Coapexpan. Era para Pepe Yunes Zorrila, quien llegó acompañado del otro Yunes, Héctor, el primo del azul. También Reynaldo Escobar Pérez, ya que es su Distrito. Acompañó al joven diputado federal, que ha sido alcalde de su pueblo, Perote, y diputado en las dos vertientes: local y federal, su señor padre, don José Yunes Suárez, una gente de la que todo mundo habla bien, un hombre generoso. Llevaban al otro hermano, Ramsés, al que le gustan los medios de comunicación, el López Dóriga de nosotros. Ante unos 200 empresarios del ramo de la construcción y la aviación (llegó uno de la NASA), Pepe expuso algo de lo mucho que piensa hacer, si el voto lo lleva al Senado de la República. Buena comida con buen dialogo. Las carnes fueron del afamado restaurante jalapeño, ‘Asadero Cien’, y los chicharrones y tequilas los llevó Manuel Lila de Arce, exsecretario de Salud del sexenio pasado, y buen cuate del anfitrión, Enrique García..
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