De Jefferson: “Una sola cosa nos explica bien la historia y es en qué consisten los malos gobiernos”. Camelot.
LOS CAFES
Es San Lunes, día que ni los albañiles trabajan y uno tiene que teclear lo que se pueda. Un contertulio ‘josefinista’ criticaba todo lo de Peña Nieto, me dijo amenazante que no echara por la borda al tal Quadri, que tiene cara chaplinesca y parece, a ratos, retrato pintado por Andy Warhol. El mismo Warhol un día tiró una frase: “En el futuro todo el mundo será famoso durante quince minutos. Todo el mundo debería tener derecho a 15 minutos de gloria”. Quadri lo tiene, camina sus quince minutos de gloria. Un furibundo panista, nótese que en estos tiempos electorales a todos les sale el tigre que traen dentro, reclamó que escribiera que el expresidente De La Madrid debe descansar en paz. Dice que no, porque a él le hipotecaron su casa y no sé cuantas lindezas en tiempos que la inflación anduvo a tres dígitos. Este hombre estaba que trinaba. Pobre. El mejor elogio a De la Madrid vino del campo contrario, el presidente Calderón dijo que “enfrentó duras adversidades en su mandato”. Y Ernesto Cordero, exsecretario de Hacienda y precandidato panista, expresó que había sido un buen presidente “sin duda alguna”.
AQUEL DE LA MADRID
A Miguel de la Madrid le conocí una vez en España. Era el año 2003, había dejado de ser presidente hacia 15 años, dos sexenios y medio. Esa vez quien esto escribe merodeaba por la madrileña Universidad Complutense, la misma donde estudió Javier Duarte de Ochoa (el ahora gobernador no asistió a conferencia que narro adelante, atendía a su suegro que llegaba de visita), cuyo lema es: ‘la libertad ilumina a todas las cosas’. El rector Garrigues caminaba entre esos pasillos y, al escuchar el acentito muy nuestro, me invitó a una conferencia que dictaba al otro día el expresidente mexicano, ‘tu paisano’, dijo. Suelen los políticos mexicanos tirar mejores cosas en el extranjero, y me apunté. Era gratis, y si bien nos iba nos tratarían como acarreados a mítines de campaña, con chesco y torta. No recuerdo si fue en el aula Ortega y Gasset o en alguna aledaña, pero allí me tenéis al otro día escuchando a De la Madrid en esa prestigiosa universidad. En esos ciclos de conferencias que ofertaba la Complutense, el moderador lo era otro expresidente hispano, de Colombia, Ernesto Samper. Era un salón chico y no rebasábamos los 60 en esa aula. Hacía mucho que no regresaba a la escuela, desde que en tiempos inmemoriales de la secundaria oficial el maestro de matemáticas de mi pueblo nos tiraba a la cabeza el borrador a velocidad de 90 millas, con ganas de descalabrarnos o liquidarnos. Gacho. A ratos la conferencia aburría y daba hueva. Yo ya quería irme de marcha a Puerta de Sol, al café Europa, donde suelo merodear. Hacía tiempo había dejado de ser presidente de México, por lo cual el verlo era para conocer algún panorama de política internacional. De la Madrid traía una bronca fenomenal con Roberto Madrazo, ya ven ustedes que Madrazo se peleaba hasta con su sombra, se peleó hasta con Othón, que es gente de paz. No recuerdo bien porque era esa bronca, pero cuando se abrieron las preguntas y respuestas le tiré un ‘scrawball’ directo al corazón de ese pleito. Cabeceó como Jared Borguetti en sus tiempos del Santos, habrá dicho y a este pinche mexicanito quién lo invitó. Un venezolano, que estaba al lado en la misma conferencia, estudiante de su país, me dijo: “¡Qué vaina le has tirado, chico!”. La verdad ni recuerdo qué carajos le pregunté. Los años hacen que la memoria languidezca y el huamachito no florezca. Al término, como toda gente civilizada, pasé a saludarlo y platicar un poco con él, lamenté no haber llevado mi cámara fotográfica y tomarme una foto con ellos. Iba, me dijo, a Toledo, porque cada vez que llegaba a Madrid, como todos los turistas que llegan a esa capital, hay que abordar el tren AVE (acrónimo de Alta Velocidad Española) y darse una escapada a esa Comunidad de Castilla la Mancha, donde te hartas de ver cosas bellas en esa cuna de las tres culturas: judía, cristiana y musulmana, al pie del rio Tajo, Patrimonio Cultural de la Humanidad. Saludé también a doña Paloma Cordero de la Madrid, su esposa, expresidenta del Desarrollo Integral de la Familia nacional, una mujer muy discreta, delgada, casi sin plática, pegada a su lado siempre, llevándole del brazo hasta que abordaron el auto que los recogió a las afueras de ese campo del saber universitario. Así le conocí.
UNA DE FIDEL
Murió Carpizo (Jorge Carpizo Mac Gregor) y un biógrafo de Fidel Herrera Beltrán me cuenta una historia allegada. Sucede que, cuando el levantamiento de Chiapas con el Comandante Marcos, el poderoso presidente Carlos Salinas relevó a su secretario de Gobernación (10 de enero de 1994). Echó mano del exrector de la UNAM y exprocurador General de la República. Salinas, cuando negociaba la posición, le pidió que de subsecretario llevara a Fidel. Nones, le dijo Carpizo. Allí quiero a uno de los míos. Entre estira y afloja Salinas ubicó a Fidel en la Coordinación General de Asesores, en ese viejo edificio de Bucareli, donde todas las noches hay fantasmas y casi nunca hay paz. En las noches, ya cansado, cuando Carpizo se iba a poner la pijama y echar la meme (historia que contó, cuando Girolamo Prigione llegó a Los Pinos y llevaba la encomienda de negociar con los narcos Arellano Félix, que hizo que Carpizo casi llegara en pijama ante el presidente), Fidel operaba a placer. Hubo veces que atendió al sacerdote Samuel Ruiz, a quien llamaban el Comandante Ruiz. Una anécdota se conoció. Fidel se llevó a trabajar a un chamaco de su pueblo, Nopaltepec, de ‘abre-puertas’, un priísta imberbe (no era Erick Lagos, no confundir) que cada que llegaba una figura de la política les pedía tomarse una foto. Así posaron por ese sitio desde Roberto Madrazo, Beltrones, Gamboa, Betty Paredes, toda esa pléyade de priístas que buscaban a Carpizo y había que pasar por esa antesala nopaltepecana, con un joven pide-autógrafos.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com
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