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sábado, 16 de abril de 2011

Causas y…


EFECTOS


Por Alfredo Ríos Hernández


Publicada jueves 14 de abril de 2011, en El Sol de Córdoba-El Sol de Orizaba.



· Memorias sobre Agustín Acosta


· Déjame sólo le dijo el Presidente


· Pronosticó la tormenta financiera


· Respuesta que me dio escalofrío



Personaje de hablar delicado y en contra parte de un carácter enérgico y firme en sus decisiones, polémico y enemigo invariable de lo que llamaba “rollos políticos”, símbolo nacional del tecnicismo financiero y monetarismo de la década de los 80, caracterizado por su proclividad a la irritación lo que le valió en su paso por la Casa de la Moneda y la Subsecretaria de Ejecución Fiscal de Hacienda el mote de “Don Discustín”, figura de elevada cultura, en lo personal lo considero una de los gobernadores más cultos en la historia veracruzana, Don Agustín Acosta Lagunes, falleció el pasado martes, dejando tras de sí el reconocimiento de haber sido el cimiento de la modernidad y la eficacia empresarial y financiera del Veracruz actual.



Lo conocí de manera amplia, viajé a su lado en incontables ocasiones, al igual que fui invitado a su mesa como si fuera parte de su familia o su más cercano colaborador, por ello logré percibir que tras la figura tosca incluso en el vestir, se registraba el talento de un genio financiero y de un consumado veracruzano profundamente preocupado, interesado y esforzado para impulsar el desarrollo de su amado estado, entidad que debía revalorarse como “el granero y yunque de la nación”.



De facetas impredecibles, en sus primeros tres años de administración calculó con genial exactitud la crisis nacional que vendría, tomó providencias que nadie entendió, cerró las llaves del presupuesto y destinó recursos públicos arriesgando todo a la inversión en plata y otros valores; escuché casualmente y sin que nadie advirtiera mi presencia una conversación privada entre Don Agustín y el entonces presidente mexicano José López Portillo…



Se celebraba el Día de la Marina, en una fragata de la Armada de México navegábamos en aguas del Golfo de México para rendir tributo en altamar a los marinos caídos en cumplimiento de su deber, apartados en la privacidad Gobernador y Presidente, escuché decir a Don Agustín: “Señor Presidente, viene una tormenta financiera peor que los ciclones veracruzanos, tome usted providencias, debe usted reducir en todo lo posible el gasto público, imponga con energía pero a la vez con discreción el control cambiario, estimule mayor eficacia en la producción de petrolera y de petroquímicos, amplíe el control de precios, así como instrumente frenos a la fuga de divisas y mayor control bancario”…



La respuesta del presidente fue dura y demoledora: “ Mira Agustín, mejor preocúpate por gobernar mejor tu Estado, en donde no se habla bien de tu administración, no se ven obras por ningún lado y la cuestión política anda de cabeza, no creo que estés en condiciones de darle concejos al Presidente y se acabó la conversación, déjame disfrutar de mi soledad y el mar”…



“Señor presidente –contestó con suavidad el gobernador- tenga la plena seguridad de que mi gobierno le rendirá buenas cuentas a Veracruz y a usted, pero no deja de preocuparme que si le va mal a la administración federal le va peor a Veracruz y, le reafirmo, que en las buenas o en las malas, usted siempre tendrá mi solidaridad y lealtad”.



La tormenta vino, fue de las más difíciles afrontadas en la vida económica del país, sin embargo, el único estado que disponía de recursos para emprender obras y evitar el quebranto de la economía fue el veracruzano… “De aquí –apuntó ante empresarios cordobeses en el bello patio de la casa de Orlando Lara- de Córdoba y de todo Veracruz, hemos sacado a patadas a la crisis, estamos creciendo como nunca antes”.



En cierta ocasión sobrevolábamos en el sobrio avioncito del gobierno estatal la zona de la Cuenca del Papalopan, viajaba yo silencioso y con cierta irritación porque el gobernador me había engañado diciendo que lo acompañara al puerto de Veracruz para tomarnos un café con unos empresarios del DF y de volada regresaríamos, no fue así, el piloto enfiló hacia el Estado de Oaxaca, donde Acosta Lagunes sostendría una reunión con campesinos cuyas tierras serían inundadas por la presa Cerro Oro, había protestas y Veracruz se comprometió a dotarlos de tierras para terminar el conflicto, por ello frente a nosotros en el interior del aeroplano también viajaba el entonces líder nacional cañero Isidro Pulido Reyes… “Alfredo –me preguntó Don Agustín- ¿qué tanto observas tan silencioso en el panorama?”…



“Observo – contesté – los cañaverales y los hatos de ganado”…



De inmediato el gobernador con ironía refirió: “Por eso estamos como estamos, porque periodistas de tu nivel no ven lo que tienen enfrente, lo que vale, estas viendo las cañas y las vacas en lugar de valorar los venas del progreso, si aumentan cañaverales y ganado, es porque estamos construyendo carreteras, puentes, sistemas de agua, pero ni modo, los periodistas no ven las venas de progreso que construye tu gobernador…



Sin dimensionar mi respuesta contesté irónico: “No mame señor Gobernador”… Don Agustín se puso serio… “Señor gobernador - agregué nervioso - fue una respuesta coloquial, jarocha, pero no con la intención de faltarle al respeto”.



“Cállate Alfredo – reviró enérgico y dirigiéndose a Isidro Pulido apuntó – ¿escuchaste Chilo lo que me contestó éste cabrón?... Nervioso el líder cañero le respondió: “No señor gobernador, yo vengo viendo las venas del progreso”…



“No te hagas pendejo y recuerda siempre ante los cañeros de todo el país que en Veracruz, el pueblo se dirige a su gobernador a lo jarocho, sin barreras y aguanto todo porque soy democrático y escucho con respeto hasta reporterillos como al que traigo junto”… Así fue siempre Don Agustín, un gran gobernador veracruzano, para él, mi respeto por siempre.



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