ESPECTÁCULOS
Juan Antonio Nemi Dib
1] Para los efectos, como suelen decir los abogados, empezó casi puntual: apenas unos treinta minutos después de la hora señalada, lo cual es un verdadero record en estos asuntos. La entrada era una auténtica feria: promotores (y guapérrimas promotoras de bebidas “espirituosas”), vendedores de terrenos en fraccionamientos de lujo (“no se preocupe, tenemos terrenos desde 700 mil pesos, señor, para todas las posibilidades” -me respondieron cuando dije que no, que gracias, que eso no era para mi-), un sinfin de fotógrafos y una larguísima alfombra roja daban acceso a un sitio que, sin estar del todo fresco, mantenía una temperatura más que soportable, y no era para menos: según mis cálculos rancheros serían unas 12 mil personas las que repletaban la sala de exposiciones del World Trade Center, lo cual demuestra que el aire acondicionado sí funciona (aunque a veces no lo parezca). No se llenaba aún el recinto cuando las luces se apagaron repentinamente y sin primeras llamadas ni previo aviso arrancó el “show”.
Antes de empezar pasé por la taquilla, totalmente vacía, donde me esperaban 3 entradas que había reservado para unos amigos. No tardé más de dos minutos en pagar y entregárselos a mis cuates pero eso sirvió para enterarme de que la reventa estaba en su apogeo: “compro y vendo boletos”, gritaban sin decoro tres o cuatro individuos muy quitados de la pena aunque sólo faltaban unos minutos para que empezara la pachanga; expertos que son, no se acongojaban por la posibilidad de no vender su resto. En ese momento los boletos sólo podían comprarse al triple de su valor nominal.
Llegué a oír que el jovenazo suele tener exabruptos, que cancela repentinamente sus presentaciones y me pregunté qué habría ocurrido en caso de que no hubiera llegado al World Trade Center, pero no tuve oportunidad de constatarlo, porque llegó y cumplió con su parte. Profesional, dueño del escenario, cantó durante una hora y 45 minutos con apenas dos breves intermedios que usó para cambiarse de ropa. Un tango, unas cuantas baladas, los boleros que le dieron tanto éxito ($) y las piezas de su nuevo disco, que difícilmente tendrá el éxito de los anteriores. Faltaron varias de sus melodías famosas, pero caí en cuenta de que todo su repertorio habría requerido unas cinco o seis horas de presentación: ha grabado mucho en las distintas épocas de su vida artística, que empezó desde niño. Dijo que era un gusto estar en Veracruz, pero ya no presumió de ser veracruzano, como solía asegurarlo en los programas de Raúl Velasco. Algo le pasa a los artistas y a uno que otro político que, sin serlo, se presumen veracruzanos.
Trece músicos, la mayoría con instrumentos de aliento, algunos bastante mayorcitos y dos mujeres cantantes para sus coros. Todo “en vivo”, literalmente a voz en cuello y sólo una pista grabada, cuando cantó un cover “a dúo” con Frank Sinatra. En cada extremo del escenario y al frente de éste monitores de televisión en los que aparecían las letras de las canciones -los famosos tele prompters-, por si la letra de alguna rola se le llegaba a olvidar. Lo cierto es que jamás volteó a verlos. Eso sí: fascinado por verse a sí mismo una y otra vez en los monitores gigantes colocados al fondo y en los costados de un escenario de tres pisos cuyo montaje con estructuras metálicas, tela de raso negro y acrílico fue, por sí mismo, todo un portento de arquitectura e ingeniería. Y dos guardaespaldas, enormes, gigantes, ambos “de color”, vestidos de negro absoluto, todo el tiempo junto a él sobre el foro; dice mi esposa que jamás se le separan, que desde siempre aparecen con él en todas las fotos, es decir, que son “parte de su vida”.
El verdadero espectáculo, como siempre, fue la transformación de las conciencias, el efecto de la “conducta de masas” que liberó de atavismos a cientos de espectadores (no sólo mujeres, debo aclarar) que parecían ver a un enviado del Olimpo, que cantaban, de principio a fin, todas las canciones, que gritaban sin parar y que intentaban, una y otra vez, llegar al escenario para ver a “Luismi” y que parecían cerca del éxtasis. Los políticos deberíamos cantar los discursos en lugar de decirlos, pensé, tendríamos más “fans”. Dicen que cenó y se fue a Chiapas, en su avioncito privado.
2] Otrora. Antaño. Antes. Se trata de adverbios que podían usarse para definir la competencia feroz por los mercados televisivos que sostenían Televisión Azteca y Televisa. Pero eso pasó. Hoy se estrenan como estrechísimas socias de una importante empresa de telefonía celular. PROCESO dice: “...controlar las dos terceras partes del mercado de 35 mil millones de dólares anuales que genera el sector de las telecomunicaciones en México, está detrás de la reciente operación confirmada por Televisa para adquirir 50 por ciento de las acciones de Iusacell, la tercera empresa de telefonía móvil en el país y propiedad de Ricardo Salinas Pliego. Esta transacción –a la que aún le falta la autorización de la Comisión Federal de Competencia (CFC)– incluye un compromiso de Televisa para invertir mil 600 millones de dólares (37.5 millones en capital y mil 565 millones en deuda convertible) a cambio de compartir con Salinas Pliego ‘los mismos derechos de gobierno corporativo’ en Iusacell, así como permitir negociaciones entre la empresa de telefonía móvil y ‘filiales de Televisa para expandir su oferta de servicios’.
3] Murió Fernando Triano, un auténtico hombre de cámaras, experto en televisión y cinematografía, creativo y artífice de “Más Cultura”, un programón. Maestro de generaciones, siempre sonriente, siempre bromista; productor estrella de Radio Televisión de Veracruz. Es una pena que personas como él, que dan mucho, tengan que morir. En paz descanse.
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