Por: Gilberto Haaz Diez
* De Juan Pablo II: “La aventura de la santidad comienza con un «sí» a Dios”. Camelot.
EL PAPA BUENO
Los nombres de la gente mala jamás se les legan a los hijos. Por ejemplo, nadie se atrevió, después de 1945, a ponerle por nombre a un chaval Hitler. Guácala. Habrán dicho todos aquellos que conocieron de la maldad y de los campos de concentración del padre del nazismo. Tampoco Stalin, creo que ni los rusos. Mucho menos ahora Gadaffi o Mubarak, muy cuestionados y derrocados algunos. En cambio, el de Juan Pablo Segundo, así como está escrito, o el de Karol, aunque no se sea polaco, hay madres mexicanas en el estado de Guanajuato, tierra del foxismo arrollador, que le han puesto por nombre de pila a algunos de los niños recién nacidos. O Juan Pablo Segundo o Karol a secas, y hasta el combinado Karol Juan Pablo, que resulta de más caché, muy cool, muy nice, muy a la moda papal.
PAPA MEXICANO
Quizá las madres y padres piensen que algún chaval mexicano, un insospechado día alcancé el grado de Cardenal, como tenemos varios en México; pueda sentarse algún tiempo venidero no muy lejano y ver que la señal de humo blanco saliera de la Capilla Sixtina, para convertirlo en Papa mexicano, el primero de la historia de esa Iglesia que reina desde hace dos mil años, la única institución que ha aguantado todo: vendavales y vientos malos, vamos, aguantó hasta a Los Borgia, serie de HBO que ahora veo y me cultivo. Ese chaval, que sería Cardenal, podría comenzar con la prueba, muy similar al chiste que comenté no hace mucho, de los Legionarios de Cristo.
Sucede que una madre está pendiente y preocupada por el porvenir de su hijo, a quien lo quiere portando los hábitos.
Va a ver a un sacerdote. El sacerdote le pone cuatro pruebas: En una mesa, dejarle al pequeño joven cuatro cosas: un libro, una botella de buen vino, un crucifijo y una cartera con dinero.
Así lo hace. Si se queda únicamente con el libro, será intelectual; el vino, un chupamaro irreverente; el crucifijo, andará como un romero buscando a Dios; si la cartera, como Slim o Pelón Huerta.
Al otro día, la madre va a ver al padre, le dice angustiada que el niño tomó las cuatro cosas.
No te preocupes, hija mía, va a ser Jesuita.
OCTUBRE 2006
En octubre de 2006, anduve y andé por Roma. Cuna del imperio y ciudad milenaria. La tele del noticiero de ‘Juayderito’, nos pone ahora cada noche pasajes papales, porque Juan Pablo va que vuela directo a la gloria, beatificarse y santificarse para estar a la derecha de la mesa del Señor. Como un buen papa que lo fue de los romanos y del mundo. El hombre que, con sus plegarias y grilla vaticana, tiró el Muro de Berlín y sacudió el comunismo a sus cimientos donde rindieron la plaza y no volvieron a tocar al marxismo. Rememoro algunos temas de ese tiempo mío, muy romano.
CAMINAR ROMA
Dar un paseo por esta ciudad, que es milenaria. Contemplar como se entrecruza su pasado glorioso y su presente moderno. Cruzar a pie las mismas calles donde celebraban sus retornos de los gloriosos triunfos. Cuando el pueblo les aclamaba de pie, como se aclama a sus héroes. A su Giulio Cesare. Los vítores, dicen algunos italianos, aún rezumban en ese arco del triunfo junto a su Coliseo romano, donde daban al pueblo pan y circo y sangre y todo lo que fuera necesario con tal de que no se entrometieran en lo que era solo de ellos, gobernar un imperio con poder, fuerza y bacanaladas al triunfo. Aquí, en Italia, aventajan a muchos países en la moda. Aquí nacieron los grandes estilistas que le han dado fama al buen vestir. En la Piazza de Spagne (plaza de España), donde se posa majestuosa la iglesia de la Trinitat del Martiri, que no debe ser otra cosa que el Martirio de la Trinidad, allí en la Vía Condotti, que es como la de Rodeo Drive de los gringos, en Beverlly Hills, California, allí se ubican las tiendas perronas: Gucci, Armani, Boss. Todas. Me atreví y entré a la de los hermanos Versace, Donatella y Gianni, el asesinado estilista, sólo de entrar da miedo, me quería quitar los zapatos para no ensuciar su lujoso mármol, entré y me hice de unos jeans que son lo último de la moda, me decía el empleado del mostrador, ni les digo lo que cuestan, pero al lado el dependiente, en su italiano español me mostraba una camisa chunchaquera, como las que usa el Flamer Roberto Bueno. Cuando vi la etiqueta, por poco me da el soponcio. Mil y pico de euros que representaban cerca de 18 mil pesos, por una pinche camisa rimbombante y colorida. Pensé esperarme al tianguis de Boca del Río o al de Fortín de las Flores, seguro encuentro una parecida por 100 pesitos mexicanos. Además, ni uso ese tipo de camisas. Pero cuesto es así, diría un tifossi.
OTOÑO EN ROMA
Es la mañana del lunes. El otoño se siente. La mañana es fría. Las hojas secas de los árboles caen y crean un tapete multicolor. Roma vive en su esplendor y contraste. Está sucia, llena de paredes tocadas por graffitteros. Confrontan un grave problema de corrupción, según leo en el diario Corriere de la Sera, anunciado por su jefe de gobierno, el tal Prodi, el que fregó a Berlusconi, el magnate de la tele y de los equipos futboleros. Cargan con vergüenza el que su fútbol se manchó por las apuestas tramposas y un juez les sacó tarjeta roja y les hizo descender a la otra división, para que se eduquen. Pero tienen a su favor algunas cosas que les contaré después. Son de la Comunidad Económica Europea de los mas flojos, España los está superando en todo: crecimiento, modernidad, bueno, empatan en belleza de sus mujeres, las italianas y las españolas son únicas. Bellas de calendario. Es la mañana y caminamos Roma, el padre Alejandro Melchor y el párroco de Cotaxtla, Martín Santillana, a quien bautizamos como "Fray Papilla", aquel personaje de la cinta Marcelino, pan y vino, pues es muy parecido en lo físico y en lo relajiento. Jalisquillo que es, le digo que en Tierra Blanca, donde ofició, le enseñaron a hablar el jarocho.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com
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