Por: Gilberto Haaz Diez
* Del Conde de Cojinillo: “Odio a la realeza y voy pa’ allá que zumbo”. Camelot.
BODA REAL
Para todos aquellos que aman y adoran la Monarquía, la madrugada del viernes fue de desvelada a ver el esplendor de una Boda Real. Ver desfilar al papucho David Beckham, que es mas guapo que Cristiano Ronaldo y Peña Nieto juntos. Él y su victoria Beckham, una exspice girl. Con su bombín y su bastón, como un día andaba Bat Masterson, el guapo futbolista inglés acaparó miradas, suspiros y besos de sus fans, que lo veían desde el otro lado de la acera.
Elton John, con su esposo, partió plaza.
El zángano, Príncipe Carlos de Gales, con su megarruca, Camila Parker Bowles.
La realeza en su esplendor.
La BBC dando señal televisiva al mundo.
Los futuros reyes de España, Felipe y la periodista Letizia. La madre, reina doña Sofía.
Aquello olía a glamour. El esplendor de los castillos, daba cuenta de una nueva era para Inglaterra.
Esa nación, que no ha sido invadida en 900 años.
Que se convirtió al anglicanismo en aquella escisión del calenturiento Enrique VIII, que buscaba nuevas esposas a cada minuto de su vida.
Reyes y reinas de Europa. Monarquías vigentes: Suecia, Holanda, Alvarado no, el principado de Mónaco, con su Alberto golfón. Noruega, España, Luxemburgo, que es mas chiquito que Tierra Blanca, pero tiene glamour y caché, Tierra Blanca lo que tiene es un calor endiablado de 50 grados, y ahora la gobierna un panista, el tal Tito, tito, capotito, que quiere subir al cielo y pegar un grito. No al Palacio de Buckingham, al cielo, porque para subir al cielo se necesita una poca de gracia y otra cosita.
Carrozas tiradas por caballos bien comidos. Guardias Reales, dando vida al protocolo. Al Servicio de Su Majestad, como aquella película de James Bond.
Todos éramos Guillermo, con sus 17 mil títulos, duque de no sé dónde y marqués de quién sabe qué lugar.
Ella, Catalina de Cambridge, bella como pocas. Una heredera auténtica de Lady Dy. Aunque se enoje la mamá grande, la reina que reina pero no gobierna. Aquella princesa del pueblo, bautizada así por el gran Tony Blair. Que le dio humanismo, porte, belleza, esplendor, significaba todo en un mundo donde la realeza se escondía y se achicaba, y ella se engrandecía. Donde compartió amores divididos.
Con un marido papayón. A quienes los ingleses desprecian y quieren que abdique por este nuevo chaval. Primero, tendrá que ser rey, aunque sea como aquel programa de radio, ‘reina por un día’, luego, le pide la flema inglesa que abdique y se vaya a su casa y deje al nuevo matrimonio al frente del Imperio. Con un hermano, Harry, locochón, desmadroso, que gusta de ir a los antros y una vez, para su mala suerte, portó un uniforme del nazismo de Hitler. Por poco lo queman en leña verde. Él reía de esa payasada. Tipo que cae bien.
Los famosos polis Bobby's, mejores y superiores a Ampudia. Todo lo saben y todo lo cuidan, y lo qué no lo inventan.
Las modistas y modistos, que reñían entre ellos. Allí no aparecieron los ‘Chemise Nacós’, ni los ‘Versánchez’. Puro Nacoste y Versacce. Y Chanell.
Por un rato, todos fuimos monárquicos.
La prensa del mundo, presente. Adela Micha (Juayderito andaba en Roma) explicaba que había 8 mil 500 colegas suyos.
El mundo se volvió inglés. Con su conocida puntualidad para los eventos. Salieron como de reloj suizo. Como al tono del Big Ben, el más famoso del mundo. Ese que marca las horas, aunque quiera enloquecer, como la canción de Cantoral.
El beso del balcón (2). Tan esperado por la raza. Porque un beso de amor no se lo dan a cualquiera. Este era Real. No como el del papaya de Carlos, que a Lady Di apenas tocó sus labios. Ya olía a leña de otro hogar con la megarruca. Se nota que aquella le dijo: no la fajes mucho en público, compórtate, eres todo para mí.
Ojáis. No invitaron al Chicharito. Ni a Pelón Huerta. Tampoco a Valentín.
Aquel amorío que comenzó en la Universidad, y que fueron forjando un camino hasta la Abadía de Westminster, donde la madrugada mexicanos y mexicanas (me afoxé) se desvelaron para conocer esa boda que quizá se dan dos en la vida, dos por generación.
Donde ella, en Saint Andrews, conoció al nuevo esposo. Ya no será mas que Catalina, con quién sabe cuántos títulos. Pero quizá llamada a ser Catalina la Grande, como una antecesora que reinó ese Imperio. Mujer bella, con la sonrisa a flor de piel, diría un clásico.
No llegaron ni Joan Sebastián, porque andaba malito de que lo tiró un caballo relinchón y le rompió su costillita, ni Kapaz de la Sierra. Es decir, no hubo chunchaca ni música de pueblo para amenizar el bailongo. Pura melodía de concierto, de la clásica, de los grandes maestros de la música. Ni quebraditas, ni nada.
La perrada, desde la calle disfrutó el paso Real.
Boda en esa Abadía de Westminster, donde Elton John una vez le cantó a su princesa del pueblo, a lady Diana, aquel tema que un día compuso para otra inmortal, Marilyn Monroe, y que Elton le cambió nombre: ‘Candle in the wind’, que hizo llorar a una nación entristecida que la veía partir para siempre. Toda la historia allí, desde las tumbas de Isabel I y María Estuardo, hasta la silla donde han coronado a todos, incluida la actual, Chabelita (Isabel II), que data del año 1308.
FACEBOOK
Comentario de una destrampada en Facebook: “Ja, ja, soy la única ridícula que después del pedo llegó a su casa a ver la Boda Real.”.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com
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