*Llega un momento en la vida donde necesitas detenerte, ver dónde estás, mirar hacia dónde quieres ir y dejar atrás aquello que te atrasa. Camelot.
EL INFORME DE PEÑA
Ante la presencia del Gabinete, de todos los gobernadores, presidentes de partidos, firmantes del Pacto por México, de los invitados especiales, el presidente Peña, con la banda tricolor cruzada al pecho llegó al Primer Informe de Gobierno. Bueno, al mensaje, porque la esencia de los meses de su Administración la entregó el secretario Osorio Chong a los antes sitiados legisladores, en esa Cámara que parecía, hace días, como la Berlín sitiada cuando se necesitó de aviones y aviones americanos para romper ese cerco que el animal Stalin había creado para doblegar a los berlineses, al partirles su ciudad en dos. En Los Pinos, la mañana de ayer el presidente desglosó lo que pudo. Una noche antes, hasta las tres de la madrugada, los legisladores acuartelados debatían y levantaban el dedito al final, para aprobar la tan mentada Ley del Servicio Profesional Docente, la que regula a los maestros a que pasen examen y no tiren la milonga. Con un poco más de canas en su cabeza, para corroborar aquello de que la presidencia saca canas, el presidente pasó la primera prueba de las manifestaciones. Se demoraron, pero en cuanto decidieron meter a la policía federal a poner orden, otras naves navegaron esas aguas turbias. Reconoce el presidente al Ejército y la Marina, lo que logra la primera ovación de la mañana. Javier Duarte aparece con su barba nueva, cuando se menciona a los gobernadores. David López Gutiérrez, el de Comunicación Social de Peña, entre esos picudos.
LA NOCHE EN LA TELE
Antier por la noche, cuando zapeaba en la tele entre la sesión de la Cámara y las series de HBO, que estaban mucho mejor que la grilla camaral, llamé a Juan del Bosque Márquez, diputado federal por Orizaba, que se acuartelaba entre los oradores. Juan dijo que no necesitó de Hugo Chahín, alcalde de Orizaba, ni del Rambo, comandante de policía, para poder entrar entre las vallas de la policía federal, en ese sitio que parecía sitiado y que, lo que más le dolía, estarían hasta las tres de la mañana cuando debían votar. Votaron y sacaron esa Ley que debieron sacarla el primer día, no salir por piernas porque, entre más huían los legisladores, más se crecían los maistros de la CNTE. Hay desafíos que se enfrentan, muros que se brincan, el presidente echó mucha carne al asador al mismo tiempo, y eso lo llevó a esas turbulencias. Así era, no se podía meter un gol y atrincherarse en la defensiva. Había que ir por las otras. Pasó ese paso que se veía difícil, sin golpear ni ensangrentar a nadie. Ahora ir por las otras Reformas. Son necesarias todas. No hay peor lucha que la que no se hace, y el país tiene muchísimos pobres y día a día vamos sumando más en el camino, las Reformas nos llevarán a eso, a ayudarles a salir de ese estancamiento. Una hora después aquello terminó, el presidente futurizó: “El año que México se atrevió a despegar”. Luego, el ‘besamanos’, esta vez invertido, atrás quedaron los tiempos cuando se formaban colas interminables y al presidente, como a Carlos Salinas, le tenían que poner una muñequera en la mano derecha porque, después de saludar a tantos, le quedaba hinchada. Ahora Peña fue a sus lugares. Se le vio sonriente saludar al gobernador de Veracruz. Quizá le dijo: “Ya rasúrate, Javier”. Ambos sonrieron. El capítulo se cerró.
AQUELLOS DIAS
Otros fueron los días que los presidentes eran ensalzados, aupados a la Gloria, como cuando Julio César llegaba de campaña y ganaba guerras, al que solo vencía el General Invierno, como le hicieron los rusos a los romanos y a los alemanes. Vencidos estaban cuando llegó el invierno, su mejor aliado, y contra eso -como en el beisbol, contra la base por bolas no hay defensa-, no hay defensa. El pueblo celebraba el día del presidente. El Primero de septiembre era fecha para idolatrarlo, quererlo, amarlo. Eran los tiempos que solo sus ‘chicharrones tronaban’. Muy temprano, las televisoras hacían un pool y en cadena nacional Lolita Ayala se plantaba en Los Pinos y preguntaba al presidente qué habían desayunado, él y su familia, la historia culinaria llevada a su plenitud ¿pues qué desayunaban?: chilaquiles y huevos y aguas de Jamaica, si era Echeverría. López Portillo solo se iba en chinga a sobar la panza a un dios o diosa cuyo monolito estaba en la casa presidencial, eso le traía suerte ¿habrá sido la Coyolxauhqui?. Coyolxauhqui era la diosa de la luna de acuerdo con la mitología Azteca. Su nombre significa “campanas doradas”, ya recordarán ustedes que López Portillo se sentía el Quetzalcóatl de petatiux, el más grande de los dioses, después de Messi en el Barcelona. López Mateos era el más aplaudido y amado. En aquel descapotable marca Mercedes Benz, recorría los pasillos de la patria. Era el único presidente que podía asistir a una función de box sin que le mentaran su madre. Al contrario, la porra le aplaudía y le reconocía. Eso sí, en cuanto terminaba el desfile, al otro día, preguntaba a su secretario particular, Humberto Romero: “¿Que toca hoy, Humberto: viaje o viejas?. La patria llevada a todas partes. Cuando el desfile de Díaz Ordaz se ponía Estado de Sitio, los sucesos del 68 le marcaron y México fue un parteaguas desde esa fecha. Cada uno tuvo su primero de septiembre, cada uno tiene y tuvo sus páginas en la historia. Unas buenas, otras malas, otras muy ruines, pero allí están en la historia dejando huella, porque la historia ‘es una pesadilla de la cual estamos intentando despertarnos’, según James Joyce.
LA FOTO MISTERIOSA
El fin de semana por la tarde, una foto comenzó a circular por las redes. La titularon ‘Comida Misteriosa’. Política, muy política. No tenía nada de misteriosa. Era una comida de jueves en la casa jalapeña del nopaltepecano Rafael ‘Negro’ Cruz. Entre amigos. Los comensales: el gobernador Duarte, Salvador Manzur, Alberto Silva, Erick Lagos, el hijo del Negro, Edgar Espinoso y Carvallo el malo. Lo que platicaron solo ellos lo saben. Duró de 4 y media de la tarde a 9 de la noche. Con final feliz.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com
Ante la presencia del Gabinete, de todos los gobernadores, presidentes de partidos, firmantes del Pacto por México, de los invitados especiales, el presidente Peña, con la banda tricolor cruzada al pecho llegó al Primer Informe de Gobierno. Bueno, al mensaje, porque la esencia de los meses de su Administración la entregó el secretario Osorio Chong a los antes sitiados legisladores, en esa Cámara que parecía, hace días, como la Berlín sitiada cuando se necesitó de aviones y aviones americanos para romper ese cerco que el animal Stalin había creado para doblegar a los berlineses, al partirles su ciudad en dos. En Los Pinos, la mañana de ayer el presidente desglosó lo que pudo. Una noche antes, hasta las tres de la madrugada, los legisladores acuartelados debatían y levantaban el dedito al final, para aprobar la tan mentada Ley del Servicio Profesional Docente, la que regula a los maestros a que pasen examen y no tiren la milonga. Con un poco más de canas en su cabeza, para corroborar aquello de que la presidencia saca canas, el presidente pasó la primera prueba de las manifestaciones. Se demoraron, pero en cuanto decidieron meter a la policía federal a poner orden, otras naves navegaron esas aguas turbias. Reconoce el presidente al Ejército y la Marina, lo que logra la primera ovación de la mañana. Javier Duarte aparece con su barba nueva, cuando se menciona a los gobernadores. David López Gutiérrez, el de Comunicación Social de Peña, entre esos picudos.
LA NOCHE EN LA TELE
Antier por la noche, cuando zapeaba en la tele entre la sesión de la Cámara y las series de HBO, que estaban mucho mejor que la grilla camaral, llamé a Juan del Bosque Márquez, diputado federal por Orizaba, que se acuartelaba entre los oradores. Juan dijo que no necesitó de Hugo Chahín, alcalde de Orizaba, ni del Rambo, comandante de policía, para poder entrar entre las vallas de la policía federal, en ese sitio que parecía sitiado y que, lo que más le dolía, estarían hasta las tres de la mañana cuando debían votar. Votaron y sacaron esa Ley que debieron sacarla el primer día, no salir por piernas porque, entre más huían los legisladores, más se crecían los maistros de la CNTE. Hay desafíos que se enfrentan, muros que se brincan, el presidente echó mucha carne al asador al mismo tiempo, y eso lo llevó a esas turbulencias. Así era, no se podía meter un gol y atrincherarse en la defensiva. Había que ir por las otras. Pasó ese paso que se veía difícil, sin golpear ni ensangrentar a nadie. Ahora ir por las otras Reformas. Son necesarias todas. No hay peor lucha que la que no se hace, y el país tiene muchísimos pobres y día a día vamos sumando más en el camino, las Reformas nos llevarán a eso, a ayudarles a salir de ese estancamiento. Una hora después aquello terminó, el presidente futurizó: “El año que México se atrevió a despegar”. Luego, el ‘besamanos’, esta vez invertido, atrás quedaron los tiempos cuando se formaban colas interminables y al presidente, como a Carlos Salinas, le tenían que poner una muñequera en la mano derecha porque, después de saludar a tantos, le quedaba hinchada. Ahora Peña fue a sus lugares. Se le vio sonriente saludar al gobernador de Veracruz. Quizá le dijo: “Ya rasúrate, Javier”. Ambos sonrieron. El capítulo se cerró.
AQUELLOS DIAS
Otros fueron los días que los presidentes eran ensalzados, aupados a la Gloria, como cuando Julio César llegaba de campaña y ganaba guerras, al que solo vencía el General Invierno, como le hicieron los rusos a los romanos y a los alemanes. Vencidos estaban cuando llegó el invierno, su mejor aliado, y contra eso -como en el beisbol, contra la base por bolas no hay defensa-, no hay defensa. El pueblo celebraba el día del presidente. El Primero de septiembre era fecha para idolatrarlo, quererlo, amarlo. Eran los tiempos que solo sus ‘chicharrones tronaban’. Muy temprano, las televisoras hacían un pool y en cadena nacional Lolita Ayala se plantaba en Los Pinos y preguntaba al presidente qué habían desayunado, él y su familia, la historia culinaria llevada a su plenitud ¿pues qué desayunaban?: chilaquiles y huevos y aguas de Jamaica, si era Echeverría. López Portillo solo se iba en chinga a sobar la panza a un dios o diosa cuyo monolito estaba en la casa presidencial, eso le traía suerte ¿habrá sido la Coyolxauhqui?. Coyolxauhqui era la diosa de la luna de acuerdo con la mitología Azteca. Su nombre significa “campanas doradas”, ya recordarán ustedes que López Portillo se sentía el Quetzalcóatl de petatiux, el más grande de los dioses, después de Messi en el Barcelona. López Mateos era el más aplaudido y amado. En aquel descapotable marca Mercedes Benz, recorría los pasillos de la patria. Era el único presidente que podía asistir a una función de box sin que le mentaran su madre. Al contrario, la porra le aplaudía y le reconocía. Eso sí, en cuanto terminaba el desfile, al otro día, preguntaba a su secretario particular, Humberto Romero: “¿Que toca hoy, Humberto: viaje o viejas?. La patria llevada a todas partes. Cuando el desfile de Díaz Ordaz se ponía Estado de Sitio, los sucesos del 68 le marcaron y México fue un parteaguas desde esa fecha. Cada uno tuvo su primero de septiembre, cada uno tiene y tuvo sus páginas en la historia. Unas buenas, otras malas, otras muy ruines, pero allí están en la historia dejando huella, porque la historia ‘es una pesadilla de la cual estamos intentando despertarnos’, según James Joyce.
LA FOTO MISTERIOSA
El fin de semana por la tarde, una foto comenzó a circular por las redes. La titularon ‘Comida Misteriosa’. Política, muy política. No tenía nada de misteriosa. Era una comida de jueves en la casa jalapeña del nopaltepecano Rafael ‘Negro’ Cruz. Entre amigos. Los comensales: el gobernador Duarte, Salvador Manzur, Alberto Silva, Erick Lagos, el hijo del Negro, Edgar Espinoso y Carvallo el malo. Lo que platicaron solo ellos lo saben. Duró de 4 y media de la tarde a 9 de la noche. Con final feliz.
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