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lunes, 30 de julio de 2012

¿Un plebiscito? Por: Alfredo Bielma Villanueva


CAMALEON



Cuentos de Antología y Antología de Cuentos existen por montones, su fructuosa reproducción deja plena constancia de la actividad creadora del hombre. Encuentra sus antónimos cuando, por ejemplo, en política, el hombre se sumerge en el laberinto de la simulación y la negación de la realidad en un intento por ocultarla o deformarla, lo reiterativo de esta conducta en el universo del poder propicia la oportunidad para crear un tipo de Cuento cuya especialidad sería la mentira, la simulación y el engaño.
La reflexión deviene de lo que pudimos observar en la reciente reunión priísta en el World Trade Center de Boca del Río, presidida por el presidente del CEN del PRI, Pedro Joaquín Coldwel y el gobernador veracruzano Javier Duarte, ambos pronunciaron discursos cuyos textos navegan en el ámbito de la apariencia y de la opinión, con precario sustento en la realidad.
Caminando en el filo que separa lo real de lo ficticio, Coldwell tomó protesta a nuevos integrantes del Consejo Político de su partido, una legión de chapulines políticos a quienes sus adversarios catalogan como “tránsfugas” en busca de poder.  A esa reunión asistieron muchos priistas de hueso colorado, de añeja militancia tricolor, que nunca han cambiado de partido ya por convicción o porque carecen de la habilidad para travestirse políticamente; convivieron con correligionarios que habiendo cambiado de camiseta, cual eventuales apóstatas,  han vuelto al redil; de su permanencia en el nuevo PRI hablarán las circunstancias. 
Entre quienes han brincado de las filas de un partido a otro, confirmando que en México la emigración política es deporte nacional y no tiene nada que ver la pluralidad, también protestaron respetar los estatutos del PRI connotados ex panistas y ex aliancistas. Si conocen o no el marco estatutario que juraron respetar no tiene importancia, de igual manera volverán a infringirlos. Pero no deja de ser muy grave y de trascendencia política e histórica el que estando en antecedentes de esta circunstancia sea el propio presidente del PRI quien avale el transfuguismo político. No es cosa menor.
Con estos antecedentes, recordemos que con cierta regularidad no exenta de ligereza afirmamos que una elección constitucional es un plebiscito para el gobierno en funciones y que los resultados que durante el ejercicio del poder ofrezca afectan para bien o para mal las preferencias o el rechazo al partido que lo exaltó al poder. Quienes así argumentan parten de la base que en las elecciones de medio periodo se podrá traslucir la aprobación o rechazo al gobierno, pues se supone que ya existen constancias para evaluar las acciones de gobierno.
¿Por qué perdió el PRI la elección presidencial en Veracruz? ¿Por qué Peña Nieto fue un mal candidato y no convenció a los veracruzanos? ¿Por inoperancia política? ¿Porque Josefina Vázquez Mota si llegó al corazón jarocho? ¿Por qué los operadores electorales del PRI tuvieron el suficiente recurso monetario y no lo supieron emplear con eficacia o simplemente se lo quedaron para sí? ¿Por qué es una calificación reprobatoria al gobierno de Duarte en Veracruz?
Si esto último fuera cierto, entonces ya no tendría caso suponer un plebiscito reprobatorio al presidente Calderón, porque al menos en Veracruz el PAN, aunque apretadamente, ganó la elección presidencial y por derivación de ideas se sugeriría que la votación fue contra el gobierno estatal, que es priísta.
Empero, sería erróneo formular conclusiones de esta naturaleza sin antes profundizar en las circunstancias que conforman el contexto social y político de Veracruz. La respuesta a las interrogantes previamente planteadas son sencillas en apariencia, pero sería irresponsable no profundizar en ellas.  Tomemos por caso las elecciones de 1991, de mitad del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, cuyos resultados favorecieron ampliamente al Partido Revolucionario Institucional. Sin duda contrastaba con los resultados de la elección previa de 1988; ¿fue una calificación aprobatoria para Salinas o producto concomitante a las reformas introducidas en el marco electoral?
Recordemos que como efecto de la reforma electoral en la elección de 1991 ya le correspondió al Instituto Federal Electoral organizar las elecciones, reemplazó en esa función a la Comisión Electoral Federal que hasta entonces servía al gobierno como juez y parte en la organización y calificación de toda elección política en México. Después, con todo y trauma por la muerte de su candidato presidencial, Colosio, en 1994 el PRI arrolló a sus oponentes en la elección de ese año, llevando como candidato suplente a Zedillo. A pesar de la irrupción del EZLN en enero de 1994, del asesinato de Colosio en Marzo y de la controvertida firma del TLC en Enero, Salinas salió avante en su sucesión, conservando al PRI en el poder, ¿plebiscito favorable?
En 1997 se celebraron las elecciones federales de mitad del sexenio de Zedillo; los resultados fueron desastrosos para el PRI pues perdió la mayoría en la Cámara Federal de Diputados y el gobierno del Distrito Federal. Para entonces se había producido una intensa participación de ciudadanos que agrupados en diversas organizaciones no gubernamentales lograron perfeccionar al IFE quitando al gobierno de manera definitiva cualquier intervención en materia electoral. ¿Fue esto último lo que provocó el resultado anti PRI o una mala actuación del gobierno de Zedillo?
La multiplicidad de factores a considerar es profusa. Más aún si se recuerda la actitud de “sana distancia” que el presidente adoptó respeto al partido que lo encumbró en la presidencia, cambiándole de dirigencia en promedio una vez al año, mayor desestabilización no podría sufrir un partido acostumbrado a la línea presidencial y de improviso carecer de ella.
Volviendo a nuestro entorno, de entrada se antoja que en Veracruz el PRI perdió la elección presidencial entre otros factores porque falló el cuadro de operadores que el PRI integró y, a pesar de contar con magnos recursos económicos, se los regateó. Mucho tuvo que ver la falta de coordinación en un cuerpo colectivo de muchos generales con poca tropa, no porque esta escaseara sino porque todos se percibían de alto rango y chocaron el viejo PRI con el “Nuevo”. La respuesta sobre si fue un plebiscito reprobatorio para el gobierno de Duarte habrá que meditarla muy bien pues el PRI ganó 15 diputaciones y rescató los dos escaños senatoriales. Sin que esto signifique necesariamente una calificación aprobatoria al gobierno local.
El perfil de los candidatos cuenta, y no de manera fortuita. Pepe Yunes y Héctor Yunes garantizaban experiencia de campaña; sin duda su triunfo se debe a la intensa campaña que realizaron con todo el conocimiento del adversario al que se enfrentaban. De los candidatos a diputados, los hubo nacidos para perder y perdieron. Por lo demás en Xalapa, en Veracruz y Boca del Río en materia municipal no hay mucho de donde cortar, si hoy hubiese elecciones, en el PRI tendrían dificultades para explicar las ineficiencias de sus actuales y pasados gobiernos municipales. 

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