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viernes, 13 de julio de 2012

LA CAPITAL (NICHITO PEREZ JACOME) Por: Gilberto Haaz Diez


Acertijos

*Cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace?. Camelot


LA CAPITAL (NICHITO PEREZ JACOME)
Viaje de pisa y corre a la capital del país. La ciudad de la nube gris. En mi todoterreno trepé la cumbre de Acultzingo. La subida no es problema, el regreso es lo problemático. Presume el presidente Calderón de que al irse dejará la mayor infraestructura carretera. Algo muy cierto. Desde Salinas no se habían construido tantos kilómetros de autopista. Pero se descuidaron las viejas. Al regreso, en el tramo Esperanza-Orizaba, desde hace meses las maquinas cambian ese viejo asfalto. Las demoras eran terribles. Hasta cinco horas para descender. Pero había que aguantar vara, las mejoras son mejoras.
El asunto es que, cuando se abrieron los carriles de bajada, con sus respectivos túneles, los de la SCT nunca llevaron a un meteorólogo tipo Walter Mercado, que les hubiera dicho que allí siempre hay neblina. En invierno ni se diga. Al comenzar a descender, como ayer, se aprieta aquellito. No se ve más allá de las narices. Eso se soluciona con los señaladores al piso, con reflejantes en el centro y a los lados, como se iluminan las pistas de aviones. El presidente debía, en manda y castigo, enviar a Nichito (Dionisio Pérez Jácome Friscione), que es el secretario de Comunicaciones y paisano veracruzano, enviarlo en un automóvil pequeño, manejándolo él solito para que vea lo que es amar a Dios en tierra ajena. Ese camino, como quedó, si no le ponen reflejantes habrá accidentes al por mayor, la cumbre ataja las nubes y allí se asientan. Anda, Nichito, ven y date una vuelta. ¿Y la Canaco de Orizaba? ¿Y el Consejo Coordinador Empresarial?. Bien, gracias.

MURO DE LAS PROTESTAS
Llega uno al DF y lo menos que suele hacer es asombrarse. Es una ciudad que se ve, como una vez vi Berlín, en obra constante. Plumas y máquinas de concreto y trabajadores revelan que allí el tal Marcelo Ebrard cerrará a mil por hora. No por algo a su candidato Mancera lo llevó al 70% de la votación, algo inédito para una ciudad que es la capital. Está el Periférico a unos días de cerrarse. Le harán obra magna. Yo esta vez deambulé poco, pasé por el ahora Muro de las Lamentaciones defeño, La Estela de Luz, obra calderonista que sirve para que los del ‘YoSoyJuancamaney’, se trepen en las alturas y luego no encuentren cómo bajar. Un lugar de protestas.
Si en El Ángel de la Independencia celebramos los triunfos pinchurrientos de nuestra selección, la Estela, cuyo costo fue de 1 mil 35 millones de pesos,  ahora será estela de protestas de los jóvenes y quienes se apunten. La entrada es libre.
Mañana fresca, presagia lluvia por las tardes, los capitalinos con paraguas a la mano. Lugar céntrico, de muchos atascos. No tarda y tendrá que hacerse lo que se hace en Londres. Una vez de cierto año, arriba de un taxi londinense me sorprendí de que hubiera poco tráfico. Pregunté al chófer en mi inglés cimarrón a qué carajos se debía (lo de carajos no tiene traducción). Sencillo. Explicó: Hay una Tarifa de Congestión. Privilegian el transporte público, que no paga. Los automóviles que entran de 7 de la mañana a 6 de la tarde, pagan. Lo crearon en 2003 ante el atasco terrible vehicular que sufrían. Lo cobra la ciudad. Nada de concesión a particulares, como los parquímetros de Veracruz de Julén Rementería que ahora canceló miss Carolina. El precio diario es 8 libras (unos 20 pesos mexicanos por libra, casi 200 pesos diarios) y la multa, por si te pasas de listo, es de 50 libras. Mil pesotes diarios, ya ven que esos flemáticos ingleses no le quisieron entrar al Euro. ¿Cómo detectan a los infractores?. Fácil. A las entradas a la ciudad hay cámaras enfocadas a las placas de los automóviles. Las retratan y pasan a un gran ordenador de computadora, si apareces como pillín en warning rojo, te llega el recibo a tu casita mientras comes para que te atragantes bonito. Y a pagar. Puro primer mundo, diría Kamalucas, un filósofo de mi pueblo.

COMIDA EN SAN ANGEL INN
Hace hambre. Voy a comer a un restaurante de mil tenedores, el San Ángel Inn. Caro. De postín. En pleno Coyoacán, en la calle Diego Rivera número 50. Ignoro si allí comieron Diego y Frida, pero si no comieron, por allí deambularon, o sus fantasmas lo harán. La antigua hacienda de Goicoechea (1776), con capilla y toda la cosa. Pura gente bien. Señoras distinguidas. Jovencitas guapas, políticos por todos lados. Guaruras a cada metro. Las tronas, en los pechos. Meseros en librea. Tiene un patio central extraordinario, como las viejas casonas de Orizaba. Aquí debió haber existido una fuente, pero la quitaron para hacerlo lugar donde se pueda fumar con sus mesas al aire. Pregunté al mesero por quién había votado:
“Esa pregunta ofende, mi señor”, dijo educado.
Toda esta plebe votó por el PRD, que los gobierna desde hace 15 años.
Allí el PRI se fue para nunca más volver. Ni siquiera un delegado ganaron.
Tarde apacible, entre un pegue relajador y una cerveza ahora holandesa o belga, porque de mexicana le quedó nada, la Corona y Sol, pedí la cuenta.
Por poco me da el soponcio. Con esto, diría El Perro Uribe, comería un mes.
Unas ardillas merodeaban. En los arboles viejos de pinos las ardillas trepan tan bien como político avezado, digamos Carvallo o Buganza. Pijul no, porque cayó. Vi una negra y una color café. Les di la botana de cacahuates que me dieron de entrada. O sea, por el mismo precio que pagué, comí con un amigo y dos ardillas. En el camino, a mi regreso, escuché en la radio que ‘El Pijul’, José Tomás Carrillo Sánchez, dejaba la subsecretaría de Gobierno. La primera baja colateral del fracaso de las campañas. Pero esa es otra historia, para otra columna
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com

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