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lunes, 9 de mayo de 2011

¿Por qué es necesaria una Reforma Política?



Por Héctor Yunes Landa

Se debate en el congreso federal pero también en el ámbito público la Reforma Política. Al respecto, hay voces que expresan que una vez más lo que se incluyó es insuficiente; otras le reconocen grandes avances. Lo indudable es que nuestro país demanda de amplias reformas tanto al aparato político, como al sistema de representación y participación política.

Debe ser reformada la relación entre las diferentes instituciones que integran el Estado; como ejemplo de esto, debe ser revisada la relación entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, así como entre éstos y el Judicial. De igual forma, es imprescindible actualizar la relación de la Federación con las entidades federativas, en temas como el fiscal, la seguridad y muchos otros y, a su vez, la relación de las entidades con sus municipios. Todo esto tan sólo al interior del propio Estado nacional.

Además, el Estado, como representante del poder público, necesita replantear su relación con la sociedad, es decir, con esa comunidad de hombres y mujeres a las que representa y que constituyen el fundamento de su existencia.

Un aspecto fundamental es discutir qué tanto participa la sociedad en los asuntos de Estado, es decir qué tanto se involucra en las decisiones políticas, o visto desde el otro lado, qué tanto propicia el Estado la interacción ciudadana en la cosa pública. Actualmente, es posible afirmar que la ciudadanía está muy alejada del Estado y de su representación más concreta que es el gobierno. Si bien se convoca al ciudadano a participar en los procesos electorales, después las decisiones se reservan a la discrecionalidad de las altas esferas burocráticas. Por eso, cuando el Estado no puede atender ni resolver los problemas, el ciudadano, con justa razón, asume que el problema no es suyo sino del gobierno. El Estado sólo tiene éxito cuando la sociedad participa y respalda su acción y la ejecución de sus decisiones políticas.

Esto último es vital para la vida pública y cobra la mayor relevancia cuando el presidente Felipe Calderón, en su calidad de Jefe de Estado, está convocando a una participación social y a que cada ciudadano asuma, por lo menos, un papel de apoyo a lo que el Estado está haciendo en la lucha contra el narcotráfico; sin embargo esta postura tiene una evidente lectura, de que una vez más, sólo se pretende involucrar a la ciudadanía cuando el Estado llega a su límite y no puede con los problemas.

Por eso, los partidos políticos debemos pugnar porque todas las instituciones públicas se abran al ciudadano, para motivar su participación activa. Por supuesto, los primeros en propiciar esta apertura debemos ser los propios partidos, toda vez que somos la vía legalmente establecida para la expresión de las diferentes voces de la sociedad y, hasta ahora, para la consecución del poder público.

Abrirnos a la sociedad significa propiciar una auténtica participación de los ciudadanos en la vida interna del partido, en sus decisiones y en la posición que tome en cada uno de los asuntos que atañen la vida pública de la nación. De manera especial, se trata de promover y fomentar una auténtica cultura política sustentada en la civilidad pero, asimismo, en la actitud crítica y en la exigencia de gobiernos y partidos eficaces y comprometidos de verdad con las mejores causas de México.

Y esto bien podría empezar por la democratización de los procesos internos de los partidos, pero también, cumplir con nuestro papel de conocer a fondo las problemáticas que atañen a la sociedad, y del análisis de éstas, formular nuestras propuestas y programas de acción  política. Ese debe ser el rumbo inequívoco de los partidos: los problemas reales de la gente, de cada ciudadano, de cada barrio, colonia o pueblo.

Por supuesto que esto implica un ciudadano más crítico y participativo, e iría en contra de los intereses espurios de muchos dirigentes partidistas. Por nuestra parte, considero que debemos hacerlo, y para ello debemos empezar con nuestra propia militancia. El partido no es propiedad de nadie, los militantes y directivos formamos parte de él pero los partidos son instituciones de interés público y por lo tanto sujetos al escrutinio de la sociedad. Por ello, insisto en que los partidos debemos abrir nuestras puertas a toda la sociedad, para que los que se identifiquen con los principios de una u otra fuerza política, puedan acceder a los foros donde sus voces y propuestas sean escuchadas con la atención que exige el ser ciudadano de este país. 

Esto es lo que mucha gente piensa; de manera que para avanzar debemos escuchar y proceder a contribuir al urgente rediseño institucional que requiere el Estado mexicano. Tenemos que concluir ya la etapa de transición política inacabada que está impidiendo nuestro avance como nación. Si ahora mismo se está debatiendo la procedencia de candidaturas ciudadanas e iniciativas populares es, sencillamente, porque los partidos y los gobiernos que surgen de ellos no estamos representando los auténticos intereses de la gente.

Por ello, o nos ponemos a trabajar en serio para superar el déficit que tiene la clase política con la sociedad, o pronto seremos rebasados por una sociedad que está cansada de la verborrea, los  pleitos y las promesas vanas. El problema es que si los partidos somos rebasados habría una gran dispersión del poder político que, si bien profundiza la democracia, representa también un riesgo, porque el Estado puede ser infiltrado por intereses muy oscuros, además de complicarse aún más el proceso político y legislativo. Ojalá y los partidos seamos capaces de superarnos antes de sucumbir rebasados por una sociedad civil decepcionada.

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