ARTICULISTA INVITADO
A pesar de los rumores esparcidos, de las campañas negras, del aparato de Estado Federal y Estatal, el desmedido gasto a favor de la hermana de Felipe Calderón, los michoacanos salieron a votar determinados a hacer valer su derecho a decidir quién debe gobernarlos. El resultado deja varias lecturas que es interesante considerar.
El triunfo del PRI es algo claro e inobjetable. Muestra el hartazgo ciudadano del pleito protagonizado durante cinco años entre el Gobierno Estatal encabezado por el PRD y el Gobierno Federal presidido por Felipe Calderón, originario de ese estado de la República. El michoacanazo ordenado por el Gobierno Federal en contra de varias autoridades locales y municipales, con el evidente afán de desprestigiar al PRD en ese estado, culminó en un auténtico fiasco y la liberación de los presuntos implicados. En ese entonces, las prioridades políticas de Calderón aún no le imponían pactar con sus enemigos, a quienes había derrotado en 2006 con la peor guerra sucia mediática de que se tenga memoria, por esa razón golpeaba al PRD con todo en las entidades donde éste gobernaba. Esa actitud esquizoide es la que ha prevalecido en las relaciones del Gobierno Federal con casi todos los actores políticos y sociales, incluso al interior de su propio partido, el PAN.
En segundo lugar, la ciudadanía mostró una rectificación en el sentido de su voto. En un estado con una importante fuerza electoral del PRD heredada por la emblemática figura del general Lázaro Cárdenas y después de ganar y gobernar sucesivamente la entidad, este partido ha descendido al tercer lugar en posicionamiento, resultado, según la opinión de muchos michoacanos, por el hartazgo de una mala gestión gubernamental. Muchos ciudadanos califican al actual gobierno estatal de ineficaz y arrogante.
Se dice que en Morelia la gente salió a votar por dos razones: para sacar al PRD del gobierno y para detener a la candidata del PAN. La campaña de difamaciones y guerra sucia del panismo, así como el increíble gasto en publicidad si tuvo un efecto; a eso se atribuye el incremento en la votación obtenida por Acción Nacional. Por supuesto que hay gente que si se cree lo que se dice en la guerra sucia, si no que le pregunten a López Obrador, pero esta vez la mayoría de sociedad michoacana no cayó en la trampa. Los estrategas de Calderón, no de su hermana, no consideraron que el uso de una guerra sucia no puede rendir frutos para siempre. Hubo mucha gente que no le creyó a la Señora Candidata, Hermana del Presidente de la República, a pesar de haber pasado sin recato por todos los programas de televisión posibles, en una onerosa y estéril campaña.
Lo que sí logró Calderón –parece que eso es su fuerte- es generar encono y división. El resultado de la votación fue una partición en tres tercios, lo que arroja un escenario complicado para la próxima administración estatal. Nuevamente su actitud déspota y su empecinamiento irracional fueron ostensibles. Quiso ganar a toda costa, imponiendo, como es su costumbre, utilizando una desproporcionada cantidad de recursos de todos los mexicanos para apoderarse de esa entidad y fracasó. Menospreció la inteligencia de sus paisanos que, en vistas del resultado, lo conocen muy bien, y dos terceras partes repudiaron su estrategia y su conducta.
Si el Presidente tuviera sensatez y buen juicio debería de hacer un alto en el camino para tomar en cuenta esta lección. Entre todas las insuficiencias que tiene la Democracia, tiene la virtud de que cuando el pueblo se decide a votar y usa su inteligencia no hay forma de cambiar su voluntad soberana, por más estrategias y guerras sucias, y por más campañas de lodo que puedan utilizarse. En 2006, el PAN pudo aprovechar los errores del PRD y sembrar en muchos sectores poderosos la percepción de que era un peligro su llegada a la Presidencia de la República; también se aprovechó de las insuficiencias de ese partido en la cobertura de casillas, y aun así solo obtuvo un dudoso y raspado triunfo. Pero esta vez se enfrentó a un partido organizado, con estrategia inteligente, con buenos candidatos y con un gran apoyo popular soportado en la comparación que la ciudadanía hace de las gestiones de gobierno del PAN y las del PRI. Así se explica en buena medida el resultado.
El fracaso de Calderón es evidente. Él es el gran perdedor de esta elección por su obstinación en ser él quien encabece la lucha electoral de su partido. Calderón está muy ofuscado y es incapaz de darse cuenta que los mexicanos le reprochan que haya desatendido la Presidencia por andar siempre en campaña al lado de su partido. México le reprocha a su Presidente que no haya sabido ser Jefe de Estado por su obsesión de ser Jefe del PAN.
La frustración que debe estar sintiendo lo hace aún más peligroso. Es previsible que esta derrota sirva para empecinarlo aun más en su fundamentalismo y en sus obsesiones. Y eso es un gran peligro para toda la nación. Así como no tuvo reparos en involucrarnos a todos los mexicanos en una guerra muy cuestionable, es posible que su obstinación lo lleve a utilizar todos los medios a su alcance, todo el aparato de Estado, para tratar de que su partido gane la elección el próximo año, sin importarle el gran riesgo de poner a México al borde de una crisis política y social.
Baste recordar que el inició esta guerra bajo el argumento de que “se encontró la situación al llegar a la presidencia”. Nunca habló de eso durante su campaña, nunca nos dijo que iba a provocar la mayor muerte de mexicanos que se recuerde en la era democrática. Si nos prometió que sería el presidente del empleo y ha sido el Presidente de los “Ninis”.
La guerra sucia contra el PRI y contra las entidades con gobiernos priístas empezó desde hace mucho. Esta guerra tiene dos frentes: el de los dineros y el de la Seguridad. Calderón pretende quebrar a las entidades gobernadas por el PRI y crear una imagen devastadas de esas administraciones. La estrategia es muy sencilla: regatea y suspende las ministraciones de los recursos que legítimamente pertenecen a los estados y después aparece como el gran salvador. Las desprestigia por endeudarse cuando él lo propicia, pero nunca menciona que su gobierno ha crecido la deuda pública de la nación en casi un 600 por ciento. Con el mismo cinismo, culpa a las entidades de la falta de seguridad pública, cuando él fue quien desató la guerra sin tener una estrategia clara y viable. Así trata de propiciar que los ciudadanos crean que es el Gobierno del Estado el responsable de la falta de seguridad, cuando la lucha al narcotráfico corresponde por Ley al Ejecutivo Federal.
Lo importante es que la ciudadanía es inteligente y los electores tienen un gran sentido común. Ya se demostró en Michoacán y va a corroborarse en todo México en 2012.
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