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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Turismo Religioso Por: Gustavo Cadena Mathey


AL ESTILO MATHEY


Hoy he vuelto a rezar; a la puerta de la ermita; y pedí a la Virgencita; que yo la vuelva a encontrar. Por el camino verde, camino verde que va a la ermita…

Buen día lector:

Deveras que “pagar una manda”, en ocasiones es una verdadera penitencia.
Al menos yo no lo imaginaba.

Es bien sabido que a  través de los siglos y a lo largo y ancho del planeta, en medio del fervor religioso numerosas culturas han profesado sus creencias mediante ritos y festividades

De esta manera millones de personas rinden tributo a sus dioses autoimponiéndose un castigo o penitencia, (en muchos casos  desmesurados) para la obtención de favores celestiales o milagrosos, de acuerdo con la fe de cada quien.

Ese sufrimiento se convierte de esta forma en un camino para la expiación. Hay quienes creen que cuanto más dolor padezca y soporte el peregrino, mayor será el favor recibido de la deidad.

Lo anterior lo comento como referente de la visita que realizamos un grupo de familiares, amigos y compañeros de viaje a Juquila Oaxaca, en un autobús turístico de esos que se anuncian en el periódico.

El viernes 18 a las 18.22 salimos del Teatro del Estado, con la mala noticia de que no servía el baño del camión y la “buena”,  que pararíamos donde fuera necesario.

La primera parada fue en la gasolinera Macuiltepec, para recoger a otros pasajeros e “ir al baño”.

A las 19 horas enfilamos rumbo a Perote, por la autopista de Amozoc y la carretera a Zacatepec hasta Acatzingo, para tomar la desviación a Tehuacán, donde paramos casi a las once de la noche.
25 minutos después continuamos hacia Oaxaca y alcancé a ver un letrero que anunciaba Miahuatlán, a 25 kilómetros.

En el silencio de la noche vino a mi mente que Miahuatlán de Porfirio Díaz es una población que se hizo famosa en 1970, cuando los científicos anunciaron que el siete de marzo de ese año sería el epicentro del primer eclipse total de sol que veríamos en nuestras vidas. (El otro fue el 11 de julio de 1991).
Tenía yo 17 años y nueve meses de edad:
Esa soleada mañana en Acayucan nos despertamos excitados por lo que se avecinaba:
Alrededor de las diez como que se empezó a “entristecer” el día.
Conforme avanzaban los minutos antes de las 12,  los caballos se inquietaban y buscaban su establo; los gallos y gallinas se trepaban al árbol donde dormían y los pichos, (tordos o zanates) volaban desquiciados en escandalosas parvadas como en cualquier atardecer porque ese día se les había hecho muy corto y buscaban refugio en sus nidos en las copas de los árboles.

Fue un espectáculo espeluznante; maravilloso, se habían contado historias de maleficios y fuerzas negativas. La luna no alcanzó a tapar totalmente al sol y por unos cuantos segundos se formó un  anillo brillante en el cenit, la oscuridad cubrió la ciudad, al estado, a la República y acaso a todo el planeta, y pensábamos que algo malo podría pasar.

De repente la luna salió del círculo solar y unas sombras rápidas como rayas se vieron en el suelo durante varios segundos ¡y no pasó nada!, poco a poco todo volvió a la realidad, la población recobró su luminosidad y su calor y yo me quedé dormido.

CARRETERA DE MIEDO

Desperté y alcancé a ver que el autobús atravesaba la capital oaxaqueña. Eran las 02: 40 horas.

El sueño me venció de nuevo pero recobré la lucidez a las 06:27 para disfrutar un amanecer brumoso en un serpenteante sendero de una carretera asfaltada, con topes por doquier, impresionantes acantilados a los lados, enormes rocas a punto de caer de los cerros, cabañitas de madera, un hermoso bosque de oyameles, diversas especies vegetales de esta sierra oaxaqueña y anuncios por todas partes de servicio de “baños y WC”:

“Aquí te echas una pestañita y pa bajo” escuché que le dijo el vecino de asiento a Rafa, el experimentado conductor que nos llevó sanos y salvos por esta travesía parecida a las de las sierras de Zongolica o Misantla (muchas gracias Rafa) .

Por fin, a las 09:47 arribamos al “Pedimento”, a casi dos mil metros de altura sobre el nivel del mar, luego de recorrer 658 kilómetros de carretera y quince horas de viaje, ¿no se le hace una gran penitencia?

En el Pedimento, población de 33 habitantes, está construida ex profeso una capillita como primer paso donde miles de personas se aglomeran para visitar a nuestra señora de Juquila, algunos van a pedir por su salud, por su hogar e incluso por algo material, depende de la devoción para que estos deseos se cumplan o hagan realidad. Otros van a dar gracias por los favores o milagros recibidos, pero la mayoría ofrece una cruz como símbolo de su fe o ahí mismo le proporcionan barro para hacer las figuras que desean dejar como petición a la virgen.

A diez minutos de ahí, “después de una gran odisea que incluyó varias visitas a los baños públicos de las gasolineras”, diría el maestro vitralista xalapeño Héctor Aguilar García, se llega a la población de Santa Catarina Juquila, considerada el santuario de la virgen de Juquila, una de las representaciones de la virgen Maria mas veneradas y milagrosas. Es un pequeño lugar enclavado en la sierra oaxaqueña donde el tiempo parece detenerse;

De acuerdo con anécdotas de los abuelos y de diversas historias Juquila fue una jurisdicción de vasallaje de Tututepec, en 1526 que creció con la llegada de Fray Jordán de Santa Catalina  a un pueblo de nombre Amialtepec,. El frayle ocupó durante su estancia los servicios de un humilde campesino, a quien educó religiosamente. 

Cuando llegó el momento de que Fray Jordán regresara a su lugar de origen y tenía que pagar al humilde campesino, le regaló en recompensa una imagen de la Purísima Concepción de María, (la cual fue tallada en España), advirtiéndole que tenía que venerarla como le había enseñado, la imagen fue colocada en el jacal del campesino.

Cuentan que un día el jacal se incendió y se redujo a cenizas, presentando la imagen solo ligeras quemaduras posteriormente acontecieron diversos milagros de los cuales se enteraron los pueblos circunvecinos y así fue como habitantes de Juquila se organizaron para trasladar la imagen a su comunidad donde se venera el 8 de diciembre y al que acuden anualmente millares de turistas.

Ese sábado 19 había por lo menos 200 autobuses de diversos lugares de la República que se acomodaban a la buena de los choferes porque no hay agentes de tránsito.

Después de los rezos y plegarias de rigor nos fuimos a dormir a Oaxaca a un hotel de estrellas apagadas, donde llegamos a las once de la noche todos exhaustos.

Al día siguiente y bajo la excelente guía turística del maestro don Juan Ruiz (tourguidejuan@yahoo.com.mx por si alguien se interesa, no se va a arrepentir) visitamos Monte Albán, con una magnífica reseña del guía; el ex Convento de Santo Domingo, Mitla, el Arbol del Tule, ya afortunadamente restablecido y floreciente, con hijos y nietos a sus dos mil años de edad; una fábrica de mezcal, y emprendimos el regreso a Xalapa la bella.

Les dejo de tarea a usted lector, a la titular de Turismo, al Arzobispo Hipólito, a la alcaldesa, a los empresarios transportistas y restauranteros y al propio gobernador Javidu, reflexionar por qué acá en Veracruz no llega ese turismo religioso.

Que tenga buen día.

gustavocadenamathey@hotmail.com 

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