ARTICULISTA INVITADO
El pasado domingo 20 de noviembre hubo elecciones en España y el resultado fue un triunfo apabullante de la derecha representada por el Partido Popular (PP). Sin embargo, el 20-N, como lo denominan los españoles, tiene implicaciones considerables para España y para el resto del mundo.
Con casi 11 millones de sufragios (44.6% de la votación) el PP logró 186 escaños, mientras que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) logró 110 curules con casi 7 millones de votos (28.7% de los votos). Esta clara victoria no se explica tanto por el crecimiento del apoyo ciudadano hacia la derecha como por la pérdida de apoyo electoral sufrida por el centro-izquierda a consecuencia de la grave situación económica de España, motivada por la situación financiera en toda Europa.
Mientras que el PP obtuvo un crecimiento de alrededor del 5% con relación a la elección de 2008, el PSOE perdió 4 de cada 10 votos obtenidos en aquella elección. Los estudios electorales comparativos muestran que mientras que la derecha mantiene una oscilación de alrededor del 2-3% en cada elección, la izquierda experimenta drásticas caídas cuando genera el desafecto de los ciudadanos, por la desilusión que se genera en situaciones de crisis.
El gobierno encabezado por José Luis Rodríguez Zapatero ha enfrentado una situación inédita desde el establecimiento de la Democracia en España. En sus propias palabras: “…es difícil imaginar una situación más difícil y un escenario más adverso en una elección”. Los españoles emitieron su voto teniendo como motivación el reproche por las consecuencias de la crisis económica y el grave índice de desempleo; ganar las elecciones con 5 millones de desempleados y su impacto para la inversión era una misión imposible.
No obstante, hay que reconocer que el gobierno de Zapatero evitó que España cayera al nivel que han llegado Grecia y Portugal, naciones que han perdido su autonomía financiera y enfrentan un empobrecimiento extremo, que les hace vislumbrar una perspectiva difícil para muchos años. Desafortunadamente, tal gestión fue posible merced a los ajustes que el PSOE debió impulsar para que España pudiera paliar la crisis europea.
La paradoja para los españoles es que, enojados por la crisis y los ajustes, han votado por un partido que hará más ajustes, más recortes y producirá más desempleo, porque el PP es un defensor de la ortodoxia económica que postula un control de las finanzas y la aplicación de políticas económicas de corte neoliberal más profundas que las implementadas por el PSOE. Con su mayoría aplastante, el PP tiene un cheque en blanco para realizar las reformas a la legislación laboral que su visión y los organismos internacionales le impongan. Otra paradoja es que el poder ciudadano ha favorecido a los poderes reales para imponer reformas en su contra, aunque esto tiene el matiz de que los votos perdidos por el PSOE han ido a parar a otras opciones de izquierda con el fin de contrapesar a la derecha.
Buena parte del electorado se dejó seducir por los medios de comunicación dominantes y han aceptado la idea que la ortodoxia es la única opción; entre el caos y los recortes decidieron votar por éstos últimos. Sin embargo, el PP se sacó La rifa del tigre, porque se prevé muy difícil que España pueda salir de la actual crisis con medidas como las que ha propuesto ese partido. La pregunta es: ¿Qué pasará cuando los sacrificios no acaben con la crisis?
Los especialistas más respetados expresan serias dudas sobre el futuro de la economía internacional y algunos temen que en los próximos años la recesión alcance dimensiones mundiales.
Por lo pronto, hoy observamos que gobiernos elegidos democráticamente son sustituidos por auténticos gestores de quiebras y que los poderes supranacionales han empezado a dar la cara abiertamente, cuestionando seriamente el concepto de soberanía nacional. Alemania y Francia ejercen un poder que nadie les ha dado y lo peor del asunto es que han demostrado ser muy malos para resolver la crisis de Europa. Portugal, por ejemplo, ha sido sometido a drásticos ajustes y recortes, y lejos de salir de su crisis, ha recibido una nueva baja en la calificación de su deuda. No obstante, se siguen aplicando los criterios y recetas propuestos por la visión ortodoxa.
¿Qué pasará cuando la recesión se expanda a toda Europa y Alemania se dé cuenta que sus exportaciones bajan porque sus vecinos no están comprando?
¿Qué hará China, cuando los dos mercados más grandes del mundo, Estados Unidos y Europa, reduzcan la demanda de sus productos sensiblemente?
¿Qué harán Perú y Chile cuando China reduzca la compra de sus minerales, o Brasil y Argentina cuando China baje la demanda de sus granos?
¿Qué pasará cuando no pase nada a pesar de los ajustes y recortes y crezca la protesta social?
El escenario previsible es que se agravará el desprestigio que hoy vive la Política y el descrédito de la Democracia que empieza a consolidarse entre los ciudadanos.
Me parece que es un momento extremadamente delicado para la sociedad mundial y que es urgente revisar lo que hasta ahora se ha hecho. Las medidas asumidas hasta ahora solo han generado mayores presiones en los mercados y han profundizado la crisis, Grecia y Portugal son los mejores ejemplos, pero Irlanda e Italia y la propia España son otros; si Francia pierde su calificación crediticia, Alemania verá caer la última barrera.
En la percepción de millones de ciudadanos, no hay una generación de líderes políticos a la altura de la crisis que estamos viviendo y que hagan frente a este virtual Golpe de Estado Financiero. Lo he dicho y lo reitero: la miopía y estupidez del capitalismo salvaje puede ser de funestas consecuencias para el propio sistema que lo sustenta, y lo peor, también para el resto de la humanidad. Pienso que hay que escuchar a los indignados sin prejuicios y valorar seriamente algunos de sus argumentos.
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