Acertijos
Ignoro a qué publicista se le ocurrió la idea del nombrecito de El Buen Fin.
Pero tiene sus asegunes, es pegajoso y seguro va a servir para la gran campaña de shopping que comienza esta semana y dura escasos cuatro días, del 18 al 21.
Comprar es un placer, cuando hay dinero. Cuando no no. Se contenta uno con ver los aparadores. Comprar lo es todo. Compro, luego existo, diría la escritora Guadalupe Loaeza.
Cuando los sucesos de septiembre 11, el día que unos paisanos de Nemi tumbaron con aviones las Torres Gemelas neoyorkinas y le hicieron un boquete al Pentágono, la nación americana se apanicó (Fox dixit). Nadie salía de sus casas y las mercancías en los anaqueles reventaban, los perecederos perecían, el billete verde no circulaba y el Tío Sam enjugaba sus lágrimas. Wall Strett parecía un cementerio viviente.
Si algún día alguien quiere ganarle una guerra a Estados Unidos, tendrá que ser por su economía. Como se derrumbó el Muro comunista, por la economía. Dejándoles de comprar, por ejemplo. El presidente Bush, cuando el secretario del Tesoro y los gordos bolsistas banqueros le llamaron porque no había circulante y las mercancías languidecían en los aparadores, pidió el presidente en su segundo mensaje a la Nación que salieran a comprar, que no tuvieran temor, que no permitieran que esos locochones fundamentalistas se salieran con la suya. Y así, como por arte de magia, los americanos volvieron a salir a las tiendas. El shopping lo era todo. La compra los volvió a revitalizar.
LA CONDUSEF
Aquí, como con Bush, el presidente Felipe Calderón dio el banderazo de salida a las compras que se ofertarán en unos 150 mil comercios. Vamos, ayer que pasé al DF por Tepito vi los anuncios en la fayuca, que a veces la fayuca lo es todo. Que no cunda el pánico, dice la Condusef, ese organismo creado para defender al consumidor, como la Profeco. La Condusef la dirige un paisa veracruzano, Luis Pazos de la Torre, hermano del radiodifusor Baltasar. Dice que cuidado, como cantaba José José, mucho cuidado porque comprar fiado es como encontrarse a Reynaldo en un callejón oscuro, lo fiado presagia tempestades. Uno compra con el poder de su firma, firma lo que se puede y lueguito que te atrasas tantito te mandan al Buró de Crédito, que es como la KGB del sanguinario Stalin. No aguantan nada, ningún atraso. Pazos da datos: en el país hay 24 millones de tarjetas de crédito y 80 millones de débitos, pero en el Buro de Crédito hay 54 millones de pelaos, casi la mitad de la población, aunque asegura que no todos son malos. ¿Será?. El Buro es una herramienta que crearon los gordos bolsistas y banqueros ricos cuando el país se nos deshacía entre las manos, se agruparon en ese esquema cuya canción favorita es ‘toma chocolate y paga lo que debes’.
Un amigo llamado Rico, que no es rico más que de apellido, me habló y me dijo que en una de estas tiendas gigantes gringas de Veracruz las pantallas LCD de 32 pulgadas estaban en 3 mil y pico de pesos. Luego, aprovechando que el muy despistado perdió su cámara en París, se compró una a menos de mil pesos. ‘Están baratas’, gritaba como si le hubiera pegado al Melate. Hay más de 150 mil comercios en promoción. El presidente adelantó una parte del aguinaldo a los burócratas para que los y las mexicanas fueran a desfondarse. Vamos, me late que hasta en las casas de apuestas habrá rebajas, allí donde, como en Las Vegas, sólo la casa gana. Por lo pronto, rompo mi cochinito y me voy a las compras de El Buen Fin. El martes por el puente, al empeño en el Monte de Piedad.
ELECCIONES DEL 20-N
Este Buen Fin de semana hay elecciones en España. El domingo del 20-N. Cambian a Zapatero y lo mandan salir por la puerta de atrás, donde hay que remar contra la maldita historia cuando no te es favorable. ‘Un historiador es un profeta al revés’, decía Ortega y Gasset, pero Zapatero podrá decir que la historia es algo que nunca ocurrió, escrito por alguien que no estaba allí, como dijo un autor anónimo. Yo si estuve la vez que logró la primera reelección. Era un marzo de 2008 y por Madrid husmeaba lo que podía. No iba en representación del Washington Post de Tierra Blanca ni nada parecido, como alguna vez si lo hice en la elección de Obama. Iba a fisgonear cómo elegían a su presidente de Gobierno. Con un amigo me metí por donde pude. Una mañana, como Messi, driblé a los rivales y me apersoné en la sede del Partido Popular (PP) el de Rajoy y Aznar, la derecha, la que hoy va a ganar en España para regresarlos como péndulo de la izquierda a la derecha (aquí se vislumbran oportunidades mexicanas para Andrés Manuel López Obrador, si sigue la teoría del péndulo y la derecha regresa a la izquierda, Calderón deberá entregarle la banda presidencial, si no se atontan Peña Nieto, Creel, Cordero y la Chepina). Como Messi, me metí a la sede en la madrileña calle de Génova. Mi cuate y yo libramos las barreras. Muy campechanamente nos tomamos fotos en el pódium del candidato, posamos como Rajoy y, de repente, entró un ujier de seguridad: ‘¿Qué demonios os hacéis aquí?’, preguntó con su acentito madrileño. ‘¿Sabes qué, manito?’, respondí con mi acento cuenqueño, ‘ni nosotros mismo sabemos qué carajos hacemos aquí’. Quizá habíamos sido abducidos. Salimos como entramos. Entonces nos fuimos a la otra sede, en Ferraz, la que gobernaba, la del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), allí si encontramos gente de prensa que nos quería acreditar para seguir el proceso electoral. No era necesario. Un día después lo vi con mis propios ojos, me apersoné en una casilla cerca de Plaza Sol, donde hoy hay revueltas de indignados. No vi ratones locos ni urnas embarazadas ni acarreos, cosas muy nuestras. Platiqué con una mujer que me dio los pormenores de cómo los eligen. Ellos los eligen a la Europea, ganan escaños de representantes y quien gana más gobierna. Una mañana me fui en tren de Cercanías a Getafe, el pueblo dormitorio de Madrid, donde duermen los que trabajan en esa ciudad. José Luis Rodríguez Zapatero hablaría ante estudiantes. No pude entrar, el auditorio era más pequeño que Uscanga, y no pude entrar. Días después, Zapatero ganó. En la sede festejaban bajo la música de Sabina y Maná. Cuando Zapatero irrumpió, el griterío fue ensordecedor. Dijo: “Hace cuatro años me dijisteis aquí mismo que no os fallara. No lo he olvidado un solo día y me he esforzado por estar a la altura de vuestra exigencia”.
Hoy les ha fallado y se va, dejando enardecidos a muchos que se la cobrarán en las urnas y lo mandarán al despiadado basurero de la historia, a esa historia que, decía Camilo José Cela: “Hay dos clases de hombres: quienes hacen la historia y quienes la padecen.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com
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