Pepe Valencia
En las postrimerías del año, cuando muchos ilusos formulan peticiones a santa claus o los reyes magos y otros se prometen a sí mismos bajar de peso, no fumar ni beber licor y se imponen mil y un propósitos más, se vale experimentar sueños aparentemente imposibles, mas no descabellados.
Por ejemplo, imaginemos un presidente o un gobernador decidido a erradicar la pobreza. ¿Cómo? Otorgando facilidades a inversionistas para que generen fuentes de empleo, promoviendo el turismo, brindando seguridad a todos los ciudadanos y combatiendo en serio la corrupción entre servidores públicos.
Imaginemos una hermosa y limpia ciudad, con suficiente agua potable, alumbrado público, drenaje, calles pavimentadas, parques, jardines, árboles y pastos.
Un lugar donde niños y jóvenes vayan a la escuela sin sufrir hambre, y se les otorguen becas y desayunos gratuitos a los más necesitados.
¿Es mucho pedir? Claro que no. Basta con que los servidores públicos administren con honradez e inteligencia los dineros del pueblo.
Un día lo lograremos. En las manos de los niños y jóvenes de hoy está la solución.
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