CAMALEON
Según las encuestas más recientes Enrique Peña Nieto prosigue a la cabeza de las preferencias a pesar de sus deslices, pero habrá que aguardar al desarrollo de los acontecimientos pues esto apenas empieza y con el movimiento y acomodo de las estrategias partidistas pudiera haber sorpresas. Al menos ningún priísta-entre ellos Peña Nieto- que conozca el contexto político actual puede echar las campanas al vuelo, más ahora que se ha confirmado que el candidato único tiene textura de cristal, es frágil, y el riesgo de fragmentarse es permanente.
Adicionalmente, debe tomarse en cuenta que en México subsiste un antipriismo social histórico que aún no logra diluirse con el advenimiento de nuevas generaciones, ignorantes del pasado hegemónico y que el propio PRI no ha logrado desvanecer, aún con la cantaleta del Nuevo PRI, porque personajes como Humberto Moreira que iniciaron la promoción le restaron impulso y autenticidad. Agréguese el activismo con el que se mueve Felipe Calderón, con indiscutible experiencia partidista, política y electoral, y conformaremos un escenario rebosante de resultados impredecibles.
Tiene a su favor el PRI que las izquierdas están fragmentadas, con dudosa estructura y con un candidato al que quizás no alcance el tiempo para convencer a la ciudadanía acerca de su amoroso cambio; sin embargo, cuenta a su favor el anhelo ciudadano de un cambio auténtico, después de doce años de administración federal panista cuyos gobiernos no han cumplido con las expectativas allegadas con la alternancia y, por lo mismo, el partido que los llevó al poder-el PAN- sufre el desgaste que provoca la gobernanza en tiempos de crisis.
No deja de ser una verdad a medias el que el PRI está en la oposición, pues gobierna las dos terceras partes de las entidades federativas y eso ha representado un equilibrio en el Congreso Federal. Esa tesitura también equivale a que lleva- y mucha- responsabilidad en cómo están las cosas en este país. En realidad, por efectos de la alternancia camino a la transición, ninguno de los partidos políticos llamados “grandes” está exento de responsabilidades históricas.
Durante un largo periodo el sistema político mexicano funcionó bajo un esquema de partido hegemónico, que cada seis años se mimetizaba con la personalidad de quien estaba al frente de la presidencia de la república, no podía ser de otra manera pues era un partido del gobierno, no necesariamente en el gobierno. Su rumbo lo dictaba el presidente conforme a las circunstancias, en ese entorno giraban gobernadores y alcaldes, de la misma manera que legisladores federales y locales. En los Estados el gobernador mantenía un margen de acción en el partido, pero la verticalidad del mando en esta organización se estructuraba desde el Comité Ejecutivo Nacional bajo las órdenes del presidente de la república.
La candidatura presidencial la decidía el presidente de la república tras el concurso de los factores del poder en México, la lista para el senado llevaba la firma presidencial y muchos candidatos a legisladores federales tenían también ese sello, en el resto los gobernadores llevaban mano después de conciliar con los grupos regionales de poder y las posiciones sectoriales al interior del partido. En las elecciones locales, el gobernador era el factor de decisión.
Ahora, es obvio, el proceso de selección de candidatos ha cambiado porque el lugar que dejó vacante el presidencialismo autoritario lo ocuparon los gobernadores, quienes deciden las candidaturas de legisladores federales, una atribución que está matizada por la personalidad y la fuerza política del gobernante de cada estado. Debido a que el corporativismo está en desuso, los sectores del PRI han venido a menos y salvo algunos sindicatos de industria que han conservado cierta jerarquía al interior del PRI, más por el dinero que canalizan que por la convocatoria ciudadana que pudieran concitar, en buena medida ahora se privilegian las candidaturas en base a consultas de opinión.
En esas estamos en Veracruz, en donde se empiezan a filtrar nombres de posibles candidatos a diputados federales y es factible advertir que el gobernador podrá “palomear” en todos los distritos; aunque parece que las candidaturas al senado se hornean en otro hogar. Según lo que es dable observar, Héctor Yunes Landa y José Yunes Zorrilla podrían conformar las fórmulas para el senado, si bien ambos han propiciado esa circunstancia por esfuerzo propio no cabe duda que requieren del respaldo del ejecutivo estatal, quien por otro lado está obligado a entregar buenas cuentas al Comité Ejecutivo Nacional del PRI y al Comité de Campaña de Peña Nieto, integrado por quienes, en caso del triunfo priísta, formarán parte del primer equipo del mexiquense.
La vieja tesis de que Veracruz es la reserva electoral del PRI está en desuso desde 1988, cuando el priísmo, con Don Fernando Gutiérrez Barrios al frente, no le rindió buenas cuentas electorales a Salinas de Gortari pues varios distritos pasaron a la oposición y otros fueron recuperados gracias a la magia de las negociaciones. Es un hecho que el tercer padrón electoral de México se reparte entre tres, tenuemente cargado hacia alguna de las fracciones en pugna, lo que en esta ocasión como en las anteriores dependerá de la coordinación de esfuerzos encabezada por el gobernador en turno. Esta es la prueba de fuego electoral del doctor Duarte de Ochoa que, por lo menos para el senado con la fórmula de José Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa, tiene el éxito garantizado.
Es falaz y tendencioso el comentario de que el gobernador perderá el control de su sucesión en caso de que se concrete la postulación de la formula citada para el senado. Falaz, porque se aplican mecanismos de análisis de antaño a situaciones nuevas ¿Quién será mano si gana Peña Nieto? Pero, si perdiera ¿no acaso se requeriría de un candidato local fuerte, con amplia base electoral en el estado que garantice una sucesión tersa? Es tendencioso, porque sin duda se pretende afianzar las aspiraciones, legítimas por cierto, de otros actores políticos que buscan posicionarse como senadores de la república. Pero, ¿para que adivinar lo que más pronto que tarde conoceremos?
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