articulista invitado
El triunfo de Eruviel Ávila en las elecciones para la gubernatura del Estado de México ha sido tema de discusión en todos los espacios públicos nacionales. No porque haya sido una victoria polémica o cuestionable, sino precisamente por todo lo contrario. Desde recién arrancadas las campañas en todo el Estado de México, y entre buena parte de los especialistas en temas electorales, se pronosticaba un resultado favorable para el candidato de la Coalición Unidos por ti.
Lo que quizá nadie esperaba era la abrumadora diferencia de puntos con los que Eruviel Ávila ganó, al obtener el 62.54% de las preferencias electorales, arriba del 21.12% que obtuvo Alejandro Encinas, y un modesto 12.46% que alcanzo Luis Felipe Bravo Mena. Desde luego, como ya se está volviendo costumbre en nuestro país, al triunfo de los candidatos priistas o de las coaliciones de las que forman parte, se sucede un desfile de protestas de los candidatos no ganadores, que alegan irregularidades en los comicios y “prácticas deshonestas”.
La repartición de culpas y el señalamiento de culpables están a la orden del día. Sin embargo es necesario reflexionar con seriedad el desarrollo de los acontecimientos para entender por qué era de esperarse el triunfo del PRI en el Estado de México. La respuesta en principio es sencilla, la razón fundamental es que la oposición al PRI en esta contienda no estaba lo suficientemente cimentada para hacerle frente a un excelente candidato como Eruviel. Con esto de ninguna manera se está aludiendo directamente a algunos de los otros candidatos o que se ponga en duda su peso político.
Sin embargo, sí fue bastante notorio el divisionismo que reinó en esta contienda tanto en las filas panistas como en las perredistas-petistas y convergentes. Dicen que el buen juez por su casa comienza. Y todo el país fue testigo de la unidad existente al interior del PRI en torno a la candidatura de Eruviel Ávila. Aun cuando de inicio hubo otras propuestas, al final todos los militantes del tricolor hicieron lo que debían hacer, cerrar filas y no sólo postular en unión a un candidato, sino también apoyarlo completamente durante su campaña. El electorado mexiquense tuvo ante sí tres proyectos políticos, los tres conformados por estrategias y acciones para el beneficio de la ciudadanía, sin embargo es bien sabido que no se puede ganar sólo con el planteamiento estratégico. Siempre es necesario un buen equipo detrás de todo proyecto, y sobre todo, un equipo que funcione con cohesión interna.
La disputa AMLO-Ebrard-Chuchos llevó a una división que seguramente afectó a su candidato en las preferencias electorales. Y en el caso de Acción Nacional, fue más que evidente el abandono a su candidato ante una derrota anticipada. Más allá de deficiencias en su proyecto o de selección de candidatos –que no son el motivo de esta reflexión-, ambos bloques perdieron competitividad por la falta de unión interna, situación que repercute en toda la operación electoral. Por eso el triunfo de Eruviel era un triunfo predecible, porque su opción representaba unidad y congruencia. El aventajamiento del PRI en las recientes elecciones de los estados de México, Nayarit y Coahuila, no es casualidad ni mucho menos truco. Es el resultado también de un desmembramiento y una profunda descoordinación al interior de los demás partidos.
No se pueden esperar resultados positivos de un organismo que no tiene siquiera concordia entre sus miembros. Para que una maquinaria funcione correctamente es necesario que todos los engranes empaten bien y que todas las piezas estén en su sitio. Por eso ganó el PRI, el partido que no sólo cuenta con la experiencia de haber gobernado y su visión para llevar al país a un auténtico estado de bienestar y progreso para insertarse en la perspectiva internacional que marca el nuevo milenio, sino además con la unión de sus militantes y sectores que lo integran, y su acentuado sentido de aportar y construir todos juntos un mismo proyecto para el país, de dejar a un lado egos y divisionismos en pro de los ciudadanos.
Sólo así se progresa, avanzando todos a un mismo paso y rumbo. Por eso es que la mayoría de los mexicanos, especialistas e importantes líderes de opinión, desde ahora pronostican el retorno del PRI a la Presidencia de México para la elección del 2012. Esta posición no es producto de simples especulaciones, sino el resultado de una prospectiva política innegable que los ciudadanos mexicanos se encargarán de hacer realidad el próximo año electoral.
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