Articulista Invitado
Por Héctor Yunes Landa
La renuncia de Santiago Creel a su posición prominente en el Senado de la República puso al descubierto las incongruencias y contradicciones de un partido desesperado por mantenerse a toda costa en el Ejecutivo. Por una parte, exhibe la incontinencia de un senador que, en lugar de estar cumpliendo una función como legislador por la que luchó para ser electo, desde el inicio se ha distraído enfrascado en una contienda por la candidatura panista.
Es de reconocerse la honestidad que implica dejar un cargo que le da ventajas, pero esto pierde valor si se considera que no hay proyecto ni propuesta, ninguna idea destacada; tan sólo declaraciones espectaculares y un vacío afán de lograr el poder. Además, su actividad como senador siempre estuvo signada por declaraciones mediáticas en busca de posicionamiento. Resulta obvio también que, como ha señalado otro desesperado aspirante, el secretario del trabajo Javier Lozano, la licencia de Creel tiene el propósito de atraer reflectores, tratando de imitar lo hecho por Felipe Calderón cuando buscó la candidatura mostrando rompimiento con el entonces presidente Vicente Fox.
La homóloga y correligionaria de Creel, Josefina Vázquez Mota ha exhibido la incongruencia de su compañero al declarar que ella está muy ocupada en la actividad legislativa y que no pedirá licencia antes de concluir con los dictámenes correspondientes a la agenda actual en el senado. Por una parte, golpea a Creel porque lo deja como un irresponsable al que no le importó dejar tirada una labor de suma trascendencia para la nación: las reformas laboral, de seguridad nacional y otras; pero al mismo tiempo, se exhibe lastimosamente porque ha reconocido en muchas ocasiones su afán por obtener la candidatura por su partido. Esto significa que come pinole y chifla, porque no está dispuesta a renunciar a su posición privilegiada y a su ventaja aunque haya admitido desde hace mucho tiempo que está ocupada en lograr la nominación.
Hay otros, como el desesperado secretario Javier Lozano, que de plano ya no dan golpe en la función por la que cobran un salario bastante decoroso, ya que toda su actividad está claramente relacionada con la aún lejana nominación y sus declaraciones están destinadas a golpear a propios y extraños, en una descarada estrategia de posicionamiento a través de mostrarse duro, que en realidad no hace sino el juego al verdadero aspirante oficial, el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero.
Por su parte, el delfín Cordero, consciente de sus limitaciones tanto en posicionamiento como en atributos de imagen y otras prendas, mantiene una estrategia patética, que no se sabe a ciencia cierta si es una nueva versión de “Foxilandia”, una continuidad de la autosugestión calderonista o, de plano, un extravío mental que evade de la realidad lacerante que viven millones de compatriotas. De este modo, cuando Ernesto Cordero declara ufano que México no es un país pobre y otra serie de joyas, pone de manifiesto la triste realidad del PAN: su descrédito lo mantiene muy alejado de la sociedad, distante en las preferencias electorales y sin un programa ni un aspirante convincentes, capaces de que la ciudadanía los acepte.
Si alguna duda quedara de esto, basta ver la lamentable conducción del presidente Felipe Calderón, quien en vez de ocuparse de la grave situación del país, está distraído, inmerso en la sucesión presidencial, ignorando su delicada responsabilidad como Jefe de Estado y asumiendo una comprometedora tarea de Jefe de Partido, de un panismo que ha demostrado “cómo perder un país en 10 años”, parafraseando un film hollywodense.
En el caso de Alonso Lujambio, todavía secretario de Educación, es penoso observar cómo un académico, a quien se supondrían ciertas luces para aportar ideas, proyectos y propuestas, se ha perdido en bravatas expresadas en retos si ton ni son, a uno y a otro aspirante, sea del color que sea, al parecer contagiado de la “barbarie política” que practica el PAN como forma de gobierno. Es posible que tanto Lujambio como el resto de los suspirantes panistas estén conscientes de que si no se muestran “rápidos y furiosos” no logren el voto decisivo para alcanzar la nominación: el del Jefe de su Partido, Felipe Calderón.
Quizá lo más preocupante de todos estos aspirantes, empezando por Creel que ya ha anunciado formalmente su pretensión, es que ninguno de ellos ha planteado un proyecto acerca de cómo sacar a México de su actual situación. Todos están signados por la misma actitud beligerante, llena de acusaciones y descalificaciones, impregnada de la pendencia que tiene harta a la sociedad mexicana y mantiene crispada a la nación. Es posible que, si el PAN se mantuviera 100 años en el poder, aún así seguiría culpando al PRI de sus errores y desatinos, y de la ominosa situación que vivimos los mexicanos.
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