Por: Gilberto Haaz Diez
*Las cosas no cambian. Cambiamos nosotros. Camelot.
LOS CAMBIOS
A las seis de la tarde de ayer, el Garganta Profunda sin sueldo que a veces me da buenos tips, y otras no, me decía que no enviara columna. Que tenía ya bien estructurados los cambios.
- Déjalos, llegué a decirle, mañana los sabremos.
El equipo del gobernador Duarte comienza la reestructuración de un camino donde las piezas se van ajustando, como las calabazas dentro de la carreta. Se acomodan cómo pueden. El comandante en jefe, avizorando el campo de batalla, mueve piezas como en tablero de ajedrez. Que para eso le da la Constitución mano ancha y blanda.
Deantes y después, va a la poderosa oficina de Finanzas. Allí donde el dinero escasea y los colorados abundan, donde las almas suelen hablarse de tú con Dios, como en Chapala. Y a la puerta tocan muchos fantasmas, aunque esas puertas no se le abren a muchos. Territorio que conoce bien el ahora gobernador, porque allí tuvo noches y días de chamba, entre libros de economía y dinero que había para desarrollar lo que se pudo. Deantes y después, andaba últimamente muy pegado al gobernador Duarte, me dice el mismo Garganta.
LAS FOTOS SUELEN DECIR
Hace nada, en otro enroque de funcionarios cercanos, donde Juan Manuel del Castillo tomó la poderosa oficina particular, para asemejarse un poco o un mucho al Pepe Córdoba Montoya que todos llevamos dentro, los que se van en esas fotos salen haciendo pucheros, casi un rictus de encabronados, muy enojaos.
Los cargos públicos así son.
Esos escritorios son solo prestados. Llega uno y se va el otro. Entras, trabajas, cobras y luego te pueden renunciar en cualquier minuto.
Gregorio Marañon lo explica bien: “En la oposición de los hombres frente a los cargos públicos hay una absoluta oposición entre el querer y el deber. El que quiere un puesto es que no debe ocuparlo. El que lo ocupa y lo quiere conservar es que se debe ir. El que quiere irse, debe quedarse. Por la magnitud del deseo de irse se mide la necesidad de quedarse”.
Hubo algunos que se han resistido. La historia marca que, cuando el jefe los manda a llamar y les dice a través del ujier que se va, el renunciado se aferra, ¿Por qué me voy?, pide explicación. El jefe les manda el recado de que, cuando le dio el trabajo no le dijo porqué lo contrataba, ahora tampoco.
Algunos, pocos, quieren que el comandante en jefe les diga directito que ahuequen el ala. No es posible. Eso no se estila en el sistema político mexicano.
Cuando ves al Tlatoani es cuando asciendes al olimpo de los dioses y a las nóminas sagradas que da la patria. Cuando te vas, el cabús amarillo trasero del tren está esperando para llevarte de regreso a casa.
Una vez, en tiempos de Dante, cuando falleció un alcalde sureño, el suplente fue llamado a Palacio de Gobierno de Xalapa. Le mandaron el avión privado que utilizaba el gobernador. Venía todo ilusionado, como el jibarito, loco de contento. Aterrizó en El Lencero. Una camioneta Suburban con escoltas lo condujo hasta Palacio. El grandote cordobés-alvaradeño le tendió la mano y, con esos ojos maquiavélicos que solía ver, le dijo a bocajarro que no iba a tomar posesión. No le tocaba. Aquel, alicaído, salió de esas cuatro paredes donde la historia ha forjado, como en el estadio Azteca, triunfos y fracasos. Cuando llegó a la salida, ya no había Suburbans. Ni escoltas. Solo la soledad, esa soledad que es triste y fría. Terminó el pobre por irse caminando al antiguo ADO, en Ávila Camacho, en bus de segunda regresó a su aldea.
ESAS FOTOS
La foto los muestra. José Guillermo Herrera Mendoza, que un tiempo fue dantista y le achacan su salida a cómo están de jodidos nuestros jodidos caminos, que no creo sea eso porque si no, el que también debía irse en el ramo federal es Julen Rementería, el que tiene los caminos federales como el rey Tojo: to-jodidos.
El gobernador al centro y todos firmes. Foto en primeras planas de los diarios.
El Deantes y después se aupa a esa gloria financiera en la subsecretaría.
El espinoso Spinoso, al sitio donde las arañas hacen su nido, la dichosa SEV, donde ya estuvo un tiempo pasado anudando y desanudando. En Finanzas, argumentan que había mucha ‘grilla’ y allí, donde reina Tomas Ruiz González, no debe haber grilla, porque la grilla y el dinero son como las noches de ronda, hacen daño y se acaba por llorar.
Raúl Zarrabal, a cantar aquella rola de ‘soy el rey de los caminos’.
La historia comienza a verlos desde ahora, y la historia es una gata que siempre cae de pie, según Eliseo Alberto. Y pocas veces la historia se equivoca.
Como los cambios y golpes de timón se dan, el Preciso busca acomodarlos en algún lado, para que el rompimiento no sea tan cruel.
José Guillermo Herrera Mendoza, un tiempo dantista puro, va a la Oficina del Programa de Gobierno, chambas de consolación. Otro que ahuecó el ala y salió de la alineación de la Sub-45, es el beltronista Salvador Sánchez, homónimo del boxeador, ahora ha perdido un round, snifff, tiempos aquellos que un día fue poderoso titular de Finanzas, y tenía como coto en propiedad la Representación del Gobierno en el DF. Allí llega uno con nombre de cantante, Fabricio Aguilar Sánchez.
Lo que es un hecho, es que son los acomodos para la batalla que viene. Para que Veracruz camine con lealtades y con gente allegada. Con los que el que manda piensa que se debe gobernar bien, porque la batalla que viene, la de Peña Nieto, debe poner a Veracruz en la montaña mas alta del mundo. Entregarle el millón y pico de votos que se tienen en las alforjas. Para que Javier Duarte llegue, la mañana del otro día del 1 del julio electoral de 2012, a decirle al candidato: ‘Misión cumplida, mi candidato. Ganamos como la Sub-17. Ahora va la nuestra. Veracruz tiene que aparecer en el mapa de los privilegiados’.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com
LOS CAMBIOS
A las seis de la tarde de ayer, el Garganta Profunda sin sueldo que a veces me da buenos tips, y otras no, me decía que no enviara columna. Que tenía ya bien estructurados los cambios.
- Déjalos, llegué a decirle, mañana los sabremos.
El equipo del gobernador Duarte comienza la reestructuración de un camino donde las piezas se van ajustando, como las calabazas dentro de la carreta. Se acomodan cómo pueden. El comandante en jefe, avizorando el campo de batalla, mueve piezas como en tablero de ajedrez. Que para eso le da la Constitución mano ancha y blanda.
Deantes y después, va a la poderosa oficina de Finanzas. Allí donde el dinero escasea y los colorados abundan, donde las almas suelen hablarse de tú con Dios, como en Chapala. Y a la puerta tocan muchos fantasmas, aunque esas puertas no se le abren a muchos. Territorio que conoce bien el ahora gobernador, porque allí tuvo noches y días de chamba, entre libros de economía y dinero que había para desarrollar lo que se pudo. Deantes y después, andaba últimamente muy pegado al gobernador Duarte, me dice el mismo Garganta.
LAS FOTOS SUELEN DECIR
Hace nada, en otro enroque de funcionarios cercanos, donde Juan Manuel del Castillo tomó la poderosa oficina particular, para asemejarse un poco o un mucho al Pepe Córdoba Montoya que todos llevamos dentro, los que se van en esas fotos salen haciendo pucheros, casi un rictus de encabronados, muy enojaos.
Los cargos públicos así son.
Esos escritorios son solo prestados. Llega uno y se va el otro. Entras, trabajas, cobras y luego te pueden renunciar en cualquier minuto.
Gregorio Marañon lo explica bien: “En la oposición de los hombres frente a los cargos públicos hay una absoluta oposición entre el querer y el deber. El que quiere un puesto es que no debe ocuparlo. El que lo ocupa y lo quiere conservar es que se debe ir. El que quiere irse, debe quedarse. Por la magnitud del deseo de irse se mide la necesidad de quedarse”.
Hubo algunos que se han resistido. La historia marca que, cuando el jefe los manda a llamar y les dice a través del ujier que se va, el renunciado se aferra, ¿Por qué me voy?, pide explicación. El jefe les manda el recado de que, cuando le dio el trabajo no le dijo porqué lo contrataba, ahora tampoco.
Algunos, pocos, quieren que el comandante en jefe les diga directito que ahuequen el ala. No es posible. Eso no se estila en el sistema político mexicano.
Cuando ves al Tlatoani es cuando asciendes al olimpo de los dioses y a las nóminas sagradas que da la patria. Cuando te vas, el cabús amarillo trasero del tren está esperando para llevarte de regreso a casa.
Una vez, en tiempos de Dante, cuando falleció un alcalde sureño, el suplente fue llamado a Palacio de Gobierno de Xalapa. Le mandaron el avión privado que utilizaba el gobernador. Venía todo ilusionado, como el jibarito, loco de contento. Aterrizó en El Lencero. Una camioneta Suburban con escoltas lo condujo hasta Palacio. El grandote cordobés-alvaradeño le tendió la mano y, con esos ojos maquiavélicos que solía ver, le dijo a bocajarro que no iba a tomar posesión. No le tocaba. Aquel, alicaído, salió de esas cuatro paredes donde la historia ha forjado, como en el estadio Azteca, triunfos y fracasos. Cuando llegó a la salida, ya no había Suburbans. Ni escoltas. Solo la soledad, esa soledad que es triste y fría. Terminó el pobre por irse caminando al antiguo ADO, en Ávila Camacho, en bus de segunda regresó a su aldea.
ESAS FOTOS
La foto los muestra. José Guillermo Herrera Mendoza, que un tiempo fue dantista y le achacan su salida a cómo están de jodidos nuestros jodidos caminos, que no creo sea eso porque si no, el que también debía irse en el ramo federal es Julen Rementería, el que tiene los caminos federales como el rey Tojo: to-jodidos.
El gobernador al centro y todos firmes. Foto en primeras planas de los diarios.
El Deantes y después se aupa a esa gloria financiera en la subsecretaría.
El espinoso Spinoso, al sitio donde las arañas hacen su nido, la dichosa SEV, donde ya estuvo un tiempo pasado anudando y desanudando. En Finanzas, argumentan que había mucha ‘grilla’ y allí, donde reina Tomas Ruiz González, no debe haber grilla, porque la grilla y el dinero son como las noches de ronda, hacen daño y se acaba por llorar.
Raúl Zarrabal, a cantar aquella rola de ‘soy el rey de los caminos’.
La historia comienza a verlos desde ahora, y la historia es una gata que siempre cae de pie, según Eliseo Alberto. Y pocas veces la historia se equivoca.
Como los cambios y golpes de timón se dan, el Preciso busca acomodarlos en algún lado, para que el rompimiento no sea tan cruel.
José Guillermo Herrera Mendoza, un tiempo dantista puro, va a la Oficina del Programa de Gobierno, chambas de consolación. Otro que ahuecó el ala y salió de la alineación de la Sub-45, es el beltronista Salvador Sánchez, homónimo del boxeador, ahora ha perdido un round, snifff, tiempos aquellos que un día fue poderoso titular de Finanzas, y tenía como coto en propiedad la Representación del Gobierno en el DF. Allí llega uno con nombre de cantante, Fabricio Aguilar Sánchez.
Lo que es un hecho, es que son los acomodos para la batalla que viene. Para que Veracruz camine con lealtades y con gente allegada. Con los que el que manda piensa que se debe gobernar bien, porque la batalla que viene, la de Peña Nieto, debe poner a Veracruz en la montaña mas alta del mundo. Entregarle el millón y pico de votos que se tienen en las alforjas. Para que Javier Duarte llegue, la mañana del otro día del 1 del julio electoral de 2012, a decirle al candidato: ‘Misión cumplida, mi candidato. Ganamos como la Sub-17. Ahora va la nuestra. Veracruz tiene que aparecer en el mapa de los privilegiados’.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com
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