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lunes, 8 de agosto de 2011

El mundo frente a la posibilidad de una nueva crisis económica

ARTICULISTA INVITADO

 



Por Héctor Yunes Landa
El comportamiento de varias economías en Europa así como la de Estados Unidos han prendido de nueva cuenta los focos rojos en el escenario mundial. La dramática caída en las principales bolsas de valores es una clara señal de que se barrunta un colapso financiero de proporciones aún no dimensionadas, a pesar de los esfuerzos de la Unión Europea por respaldar a Grecia, Portugal, Irlanda y España.
Por su parte, el gobierno norteamericano hace todo lo que está a su alcance para alejar el fantasma de la recesión y mantener la confianza en una economía norteamericana fustigada por una deuda insostenible que, pesar del acuerdo alcanzado entre el Ejecutivo y el Congreso norteamericanos, no tiene posibilidades reales de ser reducida en el corto plazo, con el agravante de que las medidas de política económica que derivan del acuerdos eran de corte recesivo.

Los efectos de tal situación habrán de sentirse en el resto del mundo. Las naciones emergentes asiáticas, encabezadas por China, habrán de sumar, a sus de por sí “sobrecalentadas” economías, la baja en la demanda que ya resiente la economía mundial. En cuanto a América Latina, el impacto de una nueva recesión en Estados Unidos será considerable, en especial para economías como la nuestra, que mantienen una gran dependencia con la economía norteamericana.

Frente a este escenario en el que aún no nos hemos podido reponer del pernicioso efecto de la crisis de hace menos de tres años, la pregunta obligada es: ¿Qué está ocurriendo en el mundo? ¿Por qué naciones desarrolladas, cunas de la intelectualidad y de las teorías políticas y económicas que sustentan al mundo actual, no son capaces de superar de una vez por todas,  esta situación?

La respuesta no es fácil ni sencilla. Lo único cierto es que cada día que pasa el mundo actual y el modelo vigente experimentan un deterioro en la Economía y la Política, con la consecuente afectación del pacto social que dio origen al Estado Moderno. La punta del iceberg son los “indignados”, que en varias naciones europeas están reclamando una revisión del modelo vigente y de las formas de asociación económica y de hacer política.
Ni qué decir del Medio Ambiente, que es patrimonio de toda la humanidad y que cada día se encuentra más agredido, a pesar de la retórica de las grandes potencias contaminadoras que poco pueden hacer frente a los grandes consorcios internacionales. Los partidos políticos de todos los signos aparecen como incapaces de proponer respuestas a la situación y la Política parece más una estrategia de contención social que una forma civilizada de convivir de la sociedad contemporánea. Se ve difícil, por ejemplo, que el Partido Popular, probable ganador de las próximas elecciones generales en España, pueda hacer algo más que lo que ha hecho el Partido Socialista para tratar de paliar la crisis y sacar a su país del hoyo económico en que está metido. La situación es similar en casi todas las naciones del mundo: más allá de los 2 ó 3 puntos del PIB que puedan presumir como logro, los gobiernos nacionales no son más que administradores de una crisis que recurre una y otra vez, erosionando la vida pública y la confianza en el Estado.

Apretar más el cinturón, exigirle más al Estado actual para salvar la Economía y la Política, cuando éste ha experimentado un proceso reduccionista desde el “Consenso de Washington”, parece ser la única opción que inútilmente se pretende ensayar. Hay incluso quienes, optimistamente afirman que debería devolverse al Estado sus potestades anteriores para que pudiera enfrentar los deterioros de un modelo económico y político que muestra agotamiento desde hace décadas.

Al parecer, pocas naciones asumen una realidad inobjetable: la única opción es un auténtico cambio de paradigma, que supere de una vez por todas la primitiva visión de la Economía que pone la ganancia, a toda costa, por encima de todo, como el valor supremo y el paradigma único de la lógica económica. Si los dueños del capital y la tecnología, los grandes consorcios capitalistas, detentadores del capital financiero, no entienden que el círculo se va cerrando y que se acerca cada vez más la posibilidad real de un colapso incalculable que puede ser catastrófico, el mundo tiene pocas posibilidades de superar sus problemas.

Paradójicamente, algunos de los empresario más exitosos y rentables del mundo “predican en el desierto”, tratando de convencer a sus congéneres de que el mundo necesita hoy más que nunca Solidaridad y Fraternidad, ya no por compasión, ni por razones éticas o morales, sino por una auténtica noción de supervivencia: o distribuimos la riqueza en forma menos injusta y concentrada, o el “juego económico, político y social” se acerca peligrosamente a su fin.
Lamentablemente, empresarios como Bill Gates y Warren Bufet, visionarios en los negocios y también en la sociedad mundial, han sido rechazados en China y en otros países por los empresarios locales, quienes se han sentido agraviados por semejante petición “contraria a sus intereses”.

Ojalá que al crecimiento económico y al avance tecnológico les acompañe un poco de inteligencia y sentido común, para que el mundo actual pueda sobrevivir a sus propias contradicciones y no sucumba frente a la miopía y la avaricia de sus insensatos mercaderes.

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