GOBERNADORES II
En la entrega anterior hicimos un breve recuento de hechos acaecidos a algunos gobernadores durante el periodo del presidencialismo autoritario que por obvias razones correspondió al tiempo de la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional. La veta es bastante rica en lo que se refiere a gobernadores, pero también a secretarios de estado y qué decir de presidentes municipales que por su número podrían formar una enciclopedia de conductas que comentar. En este espacio proseguiremos la revisión “a vuelo de pájaro” del tema sobre los gobernadores.
Al caso de Oscar Flores Tapia, de Coahuila, que ya comentamos podemos agregar el de Carlos Armando Biebrich, gobernador de Sonora, llegado a ese cargo por la omnipotente voluntad del presidente Luís Echeverría a quien le bastó reformar la constitución para superar el obstáculo de la edad no cumplida por el sonorense y hacer posible el ascenso de un protegido político al poder. Las razones por las que elevó al cargo de gobernador a Biebrich pudieran quedarse en el simple afecto que le tenía y en su obsesión de abrirles espacio a los jóvenes. Pero la perversidad política que caracterizó a Luís Echeverría no permite quedarse en esa instancia tan elemental, Sonora es un Estado de los más importantes del país, su posición geográfica y su elevada producción agrícola le otorgan un rango estratégico muy específico; los verdes y ricos valles del Yaqui y del Mayo se antojaban suculentas presas de caza para la política agraria del régimen echeverrista ¿por qué no proceder a su expropiación para los campesinos sin tierra? Para facilitar ese propósito se requería del instrumento político que propiciara el mecanismo jurídico, un joven maleable parecía la solución, allí estaba Biebrich ya en los pasillos del poder, cobijado por su omnipresente padrino el presidente de la república.
Pero el ahijado político resultó respondón y no se prestó a los juegos de interés manipulados por el poderoso grupo del Pacto de Ocampo, allí radicó su debacle y, claro, fue defenestrado del cargo de gobernador, no sin antes exhibirlo formulándole los cargos de corrupción suficientes para mandarlo si no a la cárcel sí al ostracismo político, en el México de entonces (1970-1976) la omnipotencia presidencial regía sobre los tres poderes de la Unión.
Echeverría hizo gobernador de Querétaro a un representante de la oligarquía política y empresarial de ese Estado, sacrificó las aspiraciones de un joven político que en la obligada deformación política de su tiempo aunque sin llegar a la abyección, como dirigente campesino en la euforia pro presidencial exclamó: “a una indicación del presidente este país se incendia o se apacigua”. Sin embargo, el furor populista no le alcanzó a Alfredo Bonfil para impedir que Luís Echeverría se inclinara por el Arquitecto Antonio Calzada Urquiza como candidato del PRI al gobierno queretano, dejándolo en la antesala de espera.
Desde su campaña política Calzada Urquiza promulgó a Querétaro como “la despensa del Distrito Federal”. Como todo político mexicano de la etapa del presidencialismo imperial gustaba el gobernador del arte camaleónico de parecerse al presidente de la república; lo refleja un reporte periodístico: . Entonces el gobernador queretano discurseó: los queretanos pagan sus impuestos sin preguntar: “¿cuánto se estará llevando el gobierno? De esto que pago, ¿con cuánto se estará hinchando el gobernador? Pero a todos los funcionarios así nos ubican” Sin palabras.
También Tamaulipas es México y por lo tanto soplaba el mismo viento, por ello en 1975 Echeverría hizo gobernador de este estado a uno de sus amigos, Enrique Cárdenas González. Con éste al frente del gobierno tamaulipeco el nepotismo floreció en todo su esplendor: hizo Director del Registro Público de la Propiedad y del Comercio a su Hermano Jaime; a Jorge de los mismos apellidos lo convirtió en Presidente de la Junta de Mejoras Materiales de Matamoros; le dio a su suegro la jefatura de la oficina de hacienda de Ciudad Victoria; un primo fue su subsecretario de gobierno; otro primo fue subtesorero, uno más Agente del Ministerio Público en Nuevo Laredo; al yerno lo pudo se jefe de hacienda en Reynosa y muchos etcéteras más que forman una legión de nepotismo sin par.
Se leía en la prensa tamaulipeca de aquellos tiempos: “en el ambiente judicial hay una corrupción generalizada…a la policía se le liga con el narcotráfico; los asesinatos están a la orden del día sin que se descubra a sus autores, o estos son liberados al poco tiempo, porque pagan a la justicia”. “Policías municipales capturan un cargamento de mariguana pero luego son a su vez capturados por policías rurales que les “ganan” la droga; si no tienen suerte serán detenidos por la Policía Judicial, que hará un nuevo “gane”; curioso ¿le recuerda algo?
Se pudiera armar todo un tratado sobre el pragmatismo político del México del siglo XX en base a la actuación de quienes han alcanzado la oportunidad de gobernar a sus estados y con el método comparativo intentar una investigación acerca de cómo han cambiado los mecanismos en el relevo de los gobernadores. Aquí reseñamos el acaecer de algunos de estos protagonistas políticos que actuaron durante la etapa de la presidencia imperial y de la hegemonía priísta, lo que nos proporciona antecedentes para preguntar: después de la alternancia ¿habrán cambiado las actitudes de los gobernadores mexicanos? ¿La actuación de un gobernador es indistinta del partido que lo lleva al poder?
A finales del siglo XX y ya en el siglo XXI ha habido en México gobernadores de diferentes siglas partidistas y una de las características que los pudiera caracterizar por igual es que no practican la transparencia ni la rendición de cuentas, y no han podido erradicar la corrupción ni la ineficiencia. En Zacatecas, la ex gobernadora Amalia García proveniente del PRD está acusada de abuso de autoridad y daño patrimonial por su sucesor, que ahora es un gobierno del PRI. En Oaxaca, Ulises Ruiz, ex gobernador priísta está acusado de abuso de autoridad y daño patrimonial por su sucesor, que ahora es gobierno aliancista.
Los ex gobernadores de Coahuila y Veracruz, respectivamente Humberto Moreira y Fidel Herrera, fueron gobernadores por el PRI y dejaron una deuda pública exponencialmente incrementada sin que haya una explicación fehaciente sobre la aplicación del dinero solicitado en préstamo; los gobiernos sucesores son priístas y no han presentado denuncia alguna en su contra. A pesar de que Coahuila es ahora la entidad federativa que más deuda por habitante tiene en México y, al igual que Veracruz las calificadoras han degradado la calificación de sus deudas, nadie al interior del sector público cuestiona el por qué de la deuda ni su destino. El sucesor de Humberto Moreira es su hermano y el sucesor de Fidel Herrera pertenece (¿o pertenecía?) al mismo grupo político.
Por el escándalo de la deuda contraída en su estado durante su gestión como gobernador a Humberto Moreira empiezan a cantarle las golondrinas al frente del PRI nacional porque suponen que no podrá aguantar la presión ni el PRI está para echarse a cuestas ese pesado fardo. En cambio, si otra cosa no sucede, si doña impunidad prosigue imperando en Veracruz, los veracruzanos estaremos en el inminente riesgo de ver cómo el PRI (¿qué otro podría ser?) postula a Fidel Herrera al senado de la república. Aunque uste no lo crea. Como dicen en el cine “esta historia continuará” porque, como diría el clásico, “Aún hay Más”.
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