CAMALEON
29 de Diciembre del 2011
En reciente fecha el ejército rindió un sentido homenaje a la memoria de sus elementos caídos en cumplimiento de su deber, la ciudadanía veracruzana debe sumarse sin reserva alguna a ese noble gesto de gratitud hacia quienes perdieron la vida en una lucha en la que a todos conviene resulten vencedores la Ley y el Orden, factores lamentablemente marginados durante el penoso gobierno estatal precedente con consecuencias tan graves que la federación ha tenido que reforzar las acciones del gobierno estatal, cuyas fuerzas policiacas lucen severamente infiltradas por el crimen organizado y la corrupción, postulado este que se trasluce en las obligadas desapariciones de las corporaciones intermunicipales de Xalapa-Banderilla-Tlalnehuayocan y la de Veracruz- Boca del Río. No estuvo a salvo de esta contingencia el cuerpo de tránsito de Xalapa, ya desaparecido, mismo camino por el que debiera transitar el de Veracruz, que todavía en 2010 era un auténtico nido de ratas, salvo honrosas excepciones que por supuesto las debe haber.
El que la Secretaría de Marina haya tomado a su cargo las funciones de Seguridad Pública en la importante conurbación Veracruz- Boca del Río “se antojaba extrema, pero revela el grado de descomposición y la falta de confianza de la propia autoridad estatal hacia sus policías locales” suscribió El Universal en su editorial del 23 de diciembre. Si bien extrema, la medida era necesaria pues las dimensiones del enemigo están muy por encima de la capacidad de respuesta local, un diagnóstico al que le dio puntual y correcta lectura el gobernador acudiendo a la federación en busca de respaldo logístico para devolverle la confianza a una población que no acababa de entender la pasividad del anterior gobierno ante los graves acontecimientos en todas las regiones del Estado de Veracruz.
Ya forma parte del escenario urbano en las principales ciudades de Veracruz el patrullaje de seguridad por elementos de la marina o del ejército. Cuando al transitar en la calle observamos el silencioso aunque impresionante paso de un convoy del ejército o la marina, o escuchamos la sirena de alguna patrulla policiaca que circula a toda velocidad con elementos a bordo armas en ristre, acaso un segundo después olvidamos esa imagen sin percatarnos de la enorme carga de adrenalina que invade a quienes van a un encuentro cuyos resultados son impredecibles, pero anticipadamente saben que de haber enfrentamiento no se tiraran piedras, en una palabra, literalmente se la están jugando por nosotros.
No es Veracruz la excepción en el contexto nacional, aquí también padecemos en mayor o menor medida la inseguridad pública que aturde a México. De aquél repetido (¿divertido?) sonsonete de “el que la hace la paga”, o de que los malosos venían de fuera, o del que “no permitiremos que se asiente el crimen en estas tierras” no queda sino el patético recuerdo de un discurso vacío, simulador y quimérico en paradoja con una amarga realidad a la que desafortunadamente tenemos que acostumbrarnos. ¿Hasta cuando?
El tema de la inseguridad pública ¿será relegado por la ambición de conseguir o retener el poder en el año electoral que se avecina? La respuesta tiene que ver con la pregunta acerca de si el gobierno que surja como resultado de la elección de Julio próximo seguirá combatiendo al crimen, o volveremos a aquella actitud del no pasa nada, durmiendo con un enemigo que al advertir la indolencia gubernamental desbordó sus expectativas expandiéndose hacia otras actividades que lo han fortalecido al grado de disputarle cotos de poder al Estado.
Por ello es inevitable vincular el fenómeno de la inseguridad con el proceso electoral que se avecina, y sería impropio hablar de no politizarlo, como si esto fuera un tema de la privacidad social; el asunto es político por donde se le vea, esa calidad le va intrínseca por cuanto a que es un fenómeno social, colectivo, que afecta a toda la comunidad y, luego entonces, debe ser tratado políticamente, no con politiquerías. Es una papa caliente y habrá que observar la manera en cómo la aborda cada candidato a la presidencia de la república; incluso exigirle a los candidatos a diputados que fijen su postura sobre el particular, aunque ya sabemos que de entre los quinientos la mayor parte solo engrosará las filas de los levanta dedo.
El año que ya termina, 2011, ha sido muy difícil para el conglomerado nacional, agobiado por las crisis económicas globalizadas y la inseguridad pública. En Veracruz hace un año el relevo en el gobierno estatal se encontró con un tétrico panorama financiero y de inseguridad que le impidió un buen arranque, ocupado como estuvo en vislumbrar los alcances de la deuda y en recomponer un aparato administrativo desorganizado, desarticulado, obeso e ineficiente. Alienta el que para el año que viene se privilegie el resultado en el cumplimiento de los programas de gobierno, servidor público que no ejecute eficazmente lo que le corresponde debe dejar la responsabilidad porque de simulaciones e ineptitudes ya tuvimos demasiado y fue más que suficiente. Por otro lado, si el programa Adelante logra alcanzar el éxito que se espera este gobierno podrá rendir buenas cuentas a la población.
Todo ente social se organiza para conseguir mejoras comunes y deposita esa encomienda a una entidad de responsabilidades colectivas llamada gobierno, con el que se puede estar de acuerdo o disentir abiertamente pero, aunque parezca un lugar común, es un deseo manifiesto de la sociedad veracruzana de que al gobierno le vaya bien, porque de otra manera todos resultamos afectados. Es una esperanza que se mide en resultados, porque a estas alturas el discurso está devaluado en la percepción ciudadana y los hechos hablan más que mil palabras; no es sofístico afirmar que desde el otero de quien gobierna se obtienen perspectivas mayores, pero en el llano se siente más la realidad.
Por lo pronto nos unimos al merecido reconocimiento a las fuerzas armadas de México y a los cuerpos de policía no contaminados porque no dudan en exponer la vida en la lucha contra el crimen. Es nuestro deseo que pronto cambie el clima de inseguridad en México y tengamos una policía honesta y eficiente que haga posible que el Ejército y la Marina se reconcentren en sus respectivos recintos después de que, por razones que todos conocemos, fueron convocados para garantizarle el resguardo a la sociedad mexicana.