Coletazos de la deuda
Por: Alfredo Bielma Villanueva
Lejanos parecen los tiempos en los que el centralismo político-hacendario oprimía a estados y municipios, estos se quejaban amargamente porque la federación les escatimaba recursos y lo que se les proporcionaba se daban a cuenta gotas. Era una forma de control político, y consta en los anales de esta confrontación que en 1970 un candidato a senador por el PRI, veracruzano por cierto, declaró que “la federación era un pulpo” que se llevaba todo el dinero de las ganancias de PEMEX; el susodicho ganó la elección pero no ocupó su escaño. No faltaba más, indisciplinas como esa eran inaceptables y debían ser castigadas por el presidencialismo autoritario que durante muchas décadas caracterizó a nuestro sistema político.
Un poco antes de terminar el siglo XX y aún más durante la alternancia se produjeron reformas constitucionales, entre otras al artículo 115 constitucional, para hacer efectivo un mayor el flujo de dinero de la federación hacia estados y municipios, era la única manera, se decía, que estos ordenes de gobierno pudieran rescatar autonomías políticas y económicas y al mismo tiempo resolver los rezagos sociales en sus respectivos territorios. Por ese proceso legislativo, el municipio, que estaba en la inopia, ahora recibe cantidades millonarias nunca antes pensadas y que deberían verse reflejadas en infraestructura urbana, pero por lo que se ve la entrega de mas recursos al municipio no ha ido en consonancia con las mejoras materiales de las comunidades mexicanas. Lo que no explica el porqué pelean por más recursos.
Nada más conveniente que la célula de poder más cercana a la población recibiera mayores sumas de dinero. Se supone que por su cercanía a los problemas de toda índole en sus comunidades el avance en su solución tomaría mayor celeridad. No ha sido así, ni con mucho. Por el contrario, se produjo el engrosamiento de la empleomanía municipal que fácilmente duplica los requerimientos del servicio, acrecentando sustancialmente el gasto corriente. Aparejado vino también el incremento de la corrupción pues la opacidad es manifiesta.
Antes los municipios pasaban penurias para conseguir la pavimentación de una calle introducir drenaje o agua potable a una colonia, ahora cuentan con sumas millonarias, lamentablemente la opacidad y la carencia de control en el uso de los recursos públicos no pudo evitar que los nuevos flujos financieros se destinaran a engrosar la nómina, en un gasto corriente innecesario y nada productivo. En este fenómeno mucho ha contribuido la complicidad de los partidos al permitir la corrupción impune, a pesar de los órganos de control creados para que esto no sucediera, pues han entrado al mismo circuito.
Del dinero proveniente de la bursatilización municipal ya nadie habla en Veracruz, fueron mil 500 millones de pesos cuya aplicación no se ve por ningún lado y sí en cambio por lo menos 208 municipios están en la inopia financiera, atenidos a lo que la federación les mande y buscando en cómo sobrellevar el nuevo pasivo que opera en contra del 20% proveniente del impuesto a la tenencia. Todo acontece en la mayor opacidad, sin transparencia alguna que le diga al ciudadano que sus dineros están bien invertidos, lo que, por otro lado, no sería necesario puesto que cualquier vecino diariamente constata que sus impuestos no se reflejan por ningún lado….excepto en las repentinas fortunas de unos cuantos.
En el próximo nivel de gobierno las cifras no mienten, la deuda pública de los gobiernos estatales cuyo crecimiento ha sido desproporcionado ha dado origen a lo que se conoce como deuda subnacional. Tan preocupante es esa deuda que diez estados aglutinan 73% de las deudas con la banca múltiple y constituyen una bomba de tiempo financiera; entre esas entidades esta Veracruz, cuyas transferencias federales han crecido 110 por ciento de 2000 al 2011, sin embargo en ese periodo el saldo de la deuda de esta entidad creció hasta llegar a los 21 mil 874 millones de pesos. A ese monto debemos agregar la deuda que corresponde al concepto de la bursatilización (adicionalmente habrá que considerar los 17 mil 600 millones de pesos recientemente autorizados por el Congreso para que el actual gobierno reestructure la deuda y pueda cumplir con los proveedores a los que la pasada administración no cubrió sus pagos); todo gravita sobre las participaciones federales presentes y futuras, afectando a generaciones venideras.
Pagar impuestos es una de las obligaciones fundamentales de todo causante, en cualquier país del orbe eso es una máxima. En países del centro europeo el porcentaje del gravamen alcanza casi el 50% del ingreso promedio, pero los servicios públicos lo justifican ampliamente. En Europa difícilmente un servidor público aparece en la prensa, mucho menos para efectos de imagen para lo que está prohibido el uso del dinero público, entre nosotros en cambio es deporte nacional. En los Estados Unidos se vigila desde la sociedad el uso del recurso público y los servidores del gobierno se cuidan porque haya transparencia en su actuación.
En los países de lo que llamamos el primer mundo la capacidad para recabar impuestos es una obligación, acá en la aldea los estados y municipios echan su gato a retozar y descansan en la federación, ella cobra y luego le exigen cuotas cada vez mayores en las participaciones.
En esa tesitura, cuando al mexicano se le avisa de nuevos impuestos pone el grito en el cielo, no porque se resista a contribuir sino por la desconfianza que inspira el que los gobiernos busquen incrementar sus gastos sin exhibir correspondencia alguna, es decir sin entregar obra pública que se refleje en ciudades sin baches, carreteras de primer orden, playas limpias, agua entubada medianamente potable, hospitales equipados, escuelas dignas, campo tecnificado, etc. etc.
Al final todo se sintetiza en que haya transparencia en la aplicación del recurso público y ningún borrón y cuenta nueva; esto último sería un buen antecedente para empezar a combatir la corrupción y a su compañera inseparable, la impunidad.
alfredobielmav@hotmail.com
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