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martes, 22 de enero de 2013

MUNDO ROTARIO Por el placer de servir



Por el placer de servir


por:Cutberto Luna García


porelplacerdeservir@hotmail.com

“…La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, 
alguien a quien amar y alguna cosa que esperar.…”


En nuestro Club es común hablar del término “Avenidas”, mismo que se refiere a los cuatro elementos del Objetivo de Rotary: Servicio en el Club, Servicio a través de la Ocupación, Servicio en la Comunidad y Servicio Internacional. Si bien las Avenidas de Servicio no están integradas formalmente en los documentos estatutarios, muchos utilizamos este concepto para describir las áreas fundamentales de sus actividades, a saber:
La Avenida de Servicio en el Club, se encarga de las actividades para que el club funcione con éxito. Pues es la encargada de mantener el equilibrio social dentro del club.
La Avenida de Servicio a través de la Ocupación, describe la oportunidad de cada rotario para representar la dignidad y utilidad de su propia ocupación ante los demás socios del club, y pone de relieve la responsabilidad del club de implementar proyectos relacionados con áreas como la orientación vocacional, la capacitación profesional y la promoción de normas éticas.
La Avenida de Servicio en la Comunidad constituye el campo de actividades emprendidas con el objeto de mejorar la calidad de vida en la comunidad. Implica con frecuencia, asistencia a la juventud, a las personas mayores, los discapacitados y demás personas que recurren a Rotary como una fuente de esperanza de una vida mejor.
La Avenida Servicio Internacional abarca numerosos programas y actividades emprendidas, con el objeto de fomentar la comprensión, la buena voluntad y la paz en el mundo. Así como paliar las necesidades humanitarias de los países en vías de desarrollo y efectuar labores de socorro y reconstrucción en áreas afectadas por desastres naturales.
Con el trabajo de estas Avenidas, los rotarios comprendemos el concepto y aplicación del Objetivo de Rotary, fortaleciendo su significado siempre en beneficio de la sociedad.
Desde hace algún tiempo, me he preguntado ¿La felicidad está condicionada por el sexo, la edad o los ingresos económicos? ¿O acaso se asocia la felicidad con determinados rasgos, con la existencia de relaciones íntimas o con la fe religiosa? Sin embargo, no he llegado a obtener la respuesta. Pero aumentan mis preguntas: ¿Quién es feliz? ¿Y por qué lo es?
El tema es relativamente nuevo para los estudiosos de la felicidad, pero las especulaciones en torno al tema son muy antiguas. Los filósofos de la Antigüedad creían que la felicidad era fruto de una vida dedicada a la reflexión. Según Cicerón, la felicidad es el privilegio del sabio. Los epicúreos y los estoicos ofrecen versiones de la felicidad contrapuestas. A través de los siglos, se han emitido muchas ideas sobre la raíz de la felicidad. Ésta podría provenir de una vida virtuosa o de una vida saciada de placeres, del conocimiento de la verdad o de la conservación de las ilusiones, de la disminución de los deseos, del control de la furia o de la aceptación del sufrimiento, de una vida centrada en el presente o de aquella vertida hacia el futuro, de la devoción de los demás o del placer proveniente de la miseria de los enemigos, de la soledad o de la presencia de los demás. Y continuaría… Sin embargo, la consecuencia es evidente: resulta necesario separar la verdad de los mitos, verificar qué ideas son fiel reflejo de la realidad. Solo entonces podrá incoarse el estudio científico de la felicidad. 
Pero, ¿cómo valorar la felicidad? Los investigadores diferencian el bienestar de la felicidad. La felicidad y la satisfacción son nociones que, aún difiriendo la una de la otra, coinciden hasta el punto de que la satisfacción vital es a menudo utilizada como indicio de felicidad.
Para medir la felicidad, algunos especialistas formulan una única pregunta: ¿Ha sido usted muy feliz, más bien feliz, o que no ha sido feliz?. Otros investigadores prefieren interesarse por la frecuencia relativa a las sensaciones positivas y a las negativas.
Los resultados que la gente aporta sobre su estado emocional suele depender de los acontecimientos positivos o negativos. Los que se consideran a sí mismos felices o satisfechos suelen ser percibidos del mismo modo por sus amigos íntimos, y por los miembros de sus familias. La evaluación de su humor cotidiano revela más emociones positivas y más tendencia a sonreír que la de la gente que se considera desdichada.
Asimismo, de la declaración de la propia felicidad se puede inducir la aparición de otros indicadores. A diferencia de las personas deprimidas, la gente feliz se preocupa menos en sí misma, resulta ser menos hostil y es menos vulnerable ante la enfermedad. Además exterioriza con mayor frecuencia aquellas características que se comunican mediante verbos tales como amar, perdonar, confiar, o mediante la utilización de adjetivos como enérgico, creativo, social o cooperador. 
Pero ¿la gente es feliz o infeliz ? Podría afirmar que un gran número de personas termina por creer en la imagen que nos venden de la felicidad que implica ¡Ser hermoso, rico y famoso!
Desde mi perspectiva hay cuatro rasgos que caracterizan a la gente feliz. El primero es su auto estima, ya que la gente se ama a sí misma y pregona: Me acepto como soy, tengo buenas ideas, etcétera. Además de manifestar una tendencia auto gratificante: se creen más éticas, más aptas, más inteligentes, más sociables, con mejor salud, y se consideran con menos prejuicios que el resto de la gente.
El segundo implica que la persona típicamente feliz parece ser dueña de su propia vida. Se siente más capaz; hace frente al estrés con mayor eficacia; tiene mejores resultados escolares o en su caso resulta más productiva en el trabajo. A diferencia de aquellas que carecen de control sobre sus vidas que tienen peor salud y un estado anímico muy bajo. Sin olvidar que la limitación económica produce una desmoralización porque corroe el sentimiento de dominio en diversas circunstancias vitales.
El tercer rasgo es el ser optimista. Se puede pensar que los pesimistas, dadas sus expectativas, estas tienden a ser superadas, pues se ven constantemente sorprendidos por la alegría y el placer de lo no imaginado. Pero esto no es así. Los optimistas tienen mayor éxito, se encuentran en mejor estado de salud y definitivamente son más felices.
Por último y de manera regular la gente feliz tiende a ser extrovertida. Podría pensarse que los introvertidos son más felices, dedicados a una vida serena y contemplativa, ajena al estrés. Pero no ocurre de ese modo. La experiencia me lleva a afirmar que los extrovertidos son más felices, sin importar que se encuentren solos o en compañía. 
El conocimiento de la edad, del sexo, de la raza y en su caso de los ingresos económicos o materiales, nos ofrece pocas indicaciones sobre la tan traída y llevada felicidad. Sin embargo recordemos, que la felicidad depende poco de elementos externos, como lo escribió William Cowper en 1782. Los mejores indicios provienen de los rasgos de personalidad, de las relaciones íntimas del individuo y de su fe religiosa, la cual trae consigo el apoyo social, el sentido vital y la esperanza. 
La investigación científica sobre el bienestar psicológico comúnmente llamado felicidad, complementa la importancia del bienestar físico y del material, y atenúa la insistencia con que los psicólogos han abordado, en el pasado, las emociones negativas. El estudio científico de la felicidad puede incitar a la gente a volver a meditar sobre sus prioridades y a favorecer la construcción de un mundo que promocionaría el bienestar personal, familiar, social y laboral. Y mejoraría las condiciones de vida de nuestra sociedad complicadas ya de sí.
Sin embargo y pese a todo lo asentado, terminaré afirmando que la dirección causal u origen de la felicidad es incierta. Y que depende de cada uno de nosotros el encontrar los mecanismos tangibles o intangibles, que nos lleven a alcanzar el objetivo último del hombre: ser felices plena y cabalmente en la medida que se requiera. Para con ello lograr la máxima rotaria: Dar de sí, antes de pensar en sí.

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