ARTICULISTA INVITADO
Hace unos días realice
declaraciones sobre mi postura respecto al alza en los precios de la gasolina y
en este espacio quiero aprovechar para puntualizar mi posición y dar mis
argumentos. Siempre he expresado mi oposición a cualquier incremento que dañe
la economía de los mexicanos, en particular de aquellos que no se justifiquen
adecuadamente o que sean paliativos decididos al vapor para tratar de solventar
déficits en las finanzas públicas a costa del deterioro del bienestar de la
ciudadanía. He participado en diversos foros y organismos en defensa de la
economía popular a lo largo de mis funciones como legislador, primero en la legislación
local de Veracruz y ahora desde el Senado.
Infortunadamente, el
incremento en el precio de las gasolinas tiene una inercia generada en la
administración federal anterior que trató de reducir el diferencial de precios
de la gasolina entre México y otras naciones así como generar más recursos para
paliar el déficit presupuestal con el que operó el gobierno calderonista, todo
esto en lugar de haber realizado las Reformas Hacendaria y Energética de gran
calado, urgentes para la nación desde hace tiempo.
Hay que entender y tomar en
consideración que el efecto de alzas en los precios obedece a la falta de
recursos que sufre el gobierno mexicano, pero lo anterior no sólo es un
problema del gobierno de México, en el mundo muchas administraciones públicas se
ven obligadas a realizar recortes en el gasto y aumento en los impuestos y
precios de productos y servicios derivado de que cada día hay que dar respuesta
a más necesidades de un mayor número de ciudadanos pero con un ingreso estatal
que no aumenta en la misma medida.
Hay que considerar que la
balanza de pagos heredada de las anteriores administraciones estaba lejos de
ser equilibrada. Mucho se insiste en la gran deuda que hoy en día tienen las
entidades federativas, pero lo cierto es que no son los Estados del país los
más endeudados sino la Federación, debido al gasto poco controlado y al
incremento insensato del gasto corriente gubernamental, lo cual resultó en un
incremento superior al 500%.
De tal suerte que hoy le
toca a la actual administración federal revertir la situación heredada, pero
teniendo la precaución debida, ya que una inercia tan fuerte no puede frenarse
de golpe sin correr el riesgo de generar más problemas que soluciones. Las
finanzas públicas no pueden modificarse de un día para otro porque podemos
encontrar efectos no queridos ni previstos, por eso es mejor ir con cuidado y
como reza la sabiduría popular “más vale paso que dure y no trote que canse”,
precisamente por eso primero debemos estabilizar nuestros gastos e ingresos,
sanear las finanzas y posteriormente mantener un gasto equilibrado que nos
permita evitar futuras alzas en los precios de la gasolina y otros productos.
También debemos observar que
las alzas en las gasolinas provienen de otro agente menos controlable como es
los precios del petróleo y sus derivados en el mercado internacional, ya que
justamente debido a los efectos de la globalización somos afectados por los
precios de otros países productores. Las medidas de alza justamente se toman
para buscar un balance y atenuar los impactos por las variaciones en los
precios internacionales de las mezclas de crudo y sus derivados.
No defiendo ni justifico el
alza en los precios de ningún producto ni servicio, aún menos me agradan como
ciudadano que soy porque estos incrementos nos afectan a todos en mayor o menor
medida, pero también tengo una visión de Estado y hay situaciones en las que no
es cuestión de gustos o preferencias, simplemente hay que hacer lo necesario.
Desde otro ángulo
precisamente por la situación que tenemos en el país, es más que necesario, es
imprescindible realizar la Reforma Hacendaria como ha propuesto el presidente
Peña Nieto, pero esta reforma debe ser integral, consensuada bajo dos
directrices fundamentales: por una parte debe ampliarse el padrón de contribuyentes
para evitar la injusta situación de que sigan pagando sólo los contribuyentes
cautivos hasta lograr que quienes hoy no contribuyen asuman su responsabilidad
social. Por otra parte, tal como sucede en las naciones más desarrolladas deben pagar más quienes más ingreso perciben,
es decir hay que tener una base impositiva por tramos de percepción de renta de
aumento progresivo.
En otras palabras, hay que
propiciar qué todo aquel que tenga un ingreso se encuentre cumpliendo con sus
obligaciones constitucionales de contribución porque finalmente estas
contribuciones no deben considerarse como un gasto sino como una inversión a
mediano y largo plazo. Una persona que no contribuye se está afectando a sí
mismo y al resto de los mexicanos que
dejarán de obtener servicios y prestaciones estatales como educación pública,
pensiones, seguridad, etcétera. Lo anterior no debe ser sólo una cuestión de
exigencia por parte del Estado sino que también debe provenir de la
concientización de los contribuyentes en el sentido de que pagan lo que se
indica porque eso es lo justo y evitar prácticas que les permita evadir
impuestos o utilizar exenciones de manera indiscriminada.
Las exenciones deben ser más
controladas y sólo en casos especiales para cierto tipo de contribuyentes sin
que puedan sobre utilizarse. Nuestra reforma hacendaria tiene el reto de ser
redistributiva no sólo en los ingresos sino también en el ejercicio del gasto.
La justicia, el equilibrio, la redistribución, la extensión del padrón, la base
impositiva progresiva deben ser los pilares de la reforma hacendaria que
proyectamos.
En última instancia mi
posición es firme criticaré los incrementos siempre, pero de una manera
constructiva y consciente de la realidad, que muchas veces obliga al gobierno a
mantener aunque sea provisionalmente medidas lesivas para la sociedad y evitar
males mayores, pero siempre con el claro compromiso de diseñar soluciones de
largo plazo que resulten en beneficio de la comunidad.
hector.yunes@senado.gob.mx
tw: @HectorYunes
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