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miércoles, 19 de octubre de 2011

AQUELLA CENA EN MADRID Acertijos Por: Gilberto Haaz Diez

*Nosotros mismos somos nuestro peor enemigo. Nada puede destruir a la humanidad, excepto la humanidad misma. Camelot.



AQUELLA CENA EN MADRID
Julio de 2011. Restaurante de Casa Lucio. La Cava Baja de Madrid. El Madrid del centro histórico. Una pareja cena a lo lejos en mesa aledaña. Su rostro se me hace conocido. Al unísono (eso quiere decir al mismo tiempo) los dos volteamos a vernos. Nos sorprendimos de encontrarnos en tierra tan lejana, él, que es de Cotaxtla, y yo, que soy de Tierra Blanca, municipios vecinos. Era Felipe Amadeo Flores Espinosa (Cotaxtla, 5 de febrero de 1947) con su esposa, Violeta, que cenaban los afamados huevos a la Lucio. Yo me encontraba con mi esposa, Matilde. Nos paramos, nos saludamos como si nos encontráramos lejos, que lejos era aquello, 11 mil kilómetros de nuestras tierras y, después del protocolo de rigor, Amadeo invitó a cenar un día después. Los dos nos hospedamos en el hotel Liabeny, la embajada de los mexicanos en Madrid. Donde el Concierge Pedro es un tipo a todo dar, atento y servicial. Parece mexicano. Amadeo andaba en una de esas misiones parlamentarias del Congreso mexicano, por el cargo de diputado federal que ostentaba. Al otro día por la noche, allí nos tenéis por ese mismo sitio, no recuerdo bien el nombre del restaurante, pero era ubicado en la calle del Carmen, por el rumbo del Corte Inglés hacia la Gran Vía. Platicamos de la política. Flores Espinosa había servido con ímpetu, ánimos y ganas a la campaña de Javier Duarte de Ochoa, que resultó gobernador. En el war room del de la Complutense, Amadeo puso lo que su sapiencia le ha ayudado (ignoro si ejecutó ratones locos, a eso no llegamos en esa plática). Luego, tocamos el tema del nuevo gobierno, el de Duarte. De lo qué veíamos y de lo que esperábamos. Una vendedora de billetes de lotería se acercó y ofreció unos cachitos, compré cuatro, dos di a Amadeo y me quedé con el otro par de esa lotería española. Al otro día, al checarlos en el kiosco, dos salieron premiados con 100 euros, que con eso alcanzaba para otra comida. El partía a París, por unos tres días. A mí me quedaban seis aún en España.
Amadeo ha sido una gente leal al sistema, dos veces diputado federal, y dos veces local, presidente del PRI, de la Fundación Colosio, secretario de Gobierno, Director de Seguridad Pública, ha servido a varios gobernadores y con ninguno ha quedado mal. Hace poco, con mi hijo platicaba de quién podría ser el titular de la PGJ, ante la inminente salida del anterior Procurador. Di el nombre de Amadeo. Claro, lo di para mi instinto, no para aconsejarle al gobernador. Creo que su llegada a la titularidad de la PGJ vendrá a fortalecer esos impactos de la Seguridad Pública en Veracruz, en momentos que el presidente Calderón y el gobernador Duarte van de la mano en el combate a la delincuencia organizada. Veracruz requiere de un procurador serio, responsable, como el Mancera de Ebrard, una gente que no juegue con esos asuntos tan delicados. Llega Amadeo y se le desea suerte, porque si a este gobierno le va bien, nos va a ir bien a todos. Los orizabeños lo presumen, dicen que salió bueno porque estudió la primaria, la secundaria y la prepa en la Esbo. Y vivió en la casa de su tía Lilia, hermana de Roque. PD. La próxima cena yo la invito, aunque sea en L’ Orbe de Orizaba.

LOS LIBROS
Dicen los que saben de estas cosas, que la escritura nació en la Mesopotamia a finales del cuarto milenio antes de Cristo. Nacían las grandes ciudades y los grandes templos como Babilonia y alguien tenía que dejarlo plasmado en tinta o papel, o lo que hubiera. En cavernas y cuevas mexicanas se utilizaban colores y en los muros se escribía algo de la historia y de la caza de los pueblos que buscaban civilización.
Su agricultura y sus primeros pasos. Según un historiador apellidado Liverani, la escritura sirvió para que algunas administraciones escribieran sobre su comportamiento y no dejar dudas a la población de la misma. Aún no existía el Orfis, que no sirve para nada, ni los ‘Venaos’ tentones. Yo solo me imagino que cuando nació la escritura, el camino para llegar al libro fue cosa sencilla. La historia registra que el primer libro fue chino y se editó en el año 868 después de Cristo.
Sin olvidar aquella Biblia que imprimió Gutenberg, un herrero alemán, en el año 1546.
¿A qué todo esto?, diría Kamalucas, un filósofo de mi pueblo.
Bueno, a la novedad de que ahora que anduve y andé de viaje, en la estantería del aeropuerto defeño vi el libro ‘Los Kennedy, mi familia’. Llamó mi atención.
Los Kennedy siempre son un producto rentable y vendible, al menos para mí.
El embrujo de Camelot les perseguirá por una eternidad.
JFK duerme ya en el Olimpo de Washington y de Abraham Lincoln, en ese muro de la historia donde sólo llegan los grandes estadistas y hay cabida sólo para los iluminados por Dios. Los tocados por la mano del Señor.
En un viaje de vuelo de once horas, le leí de cabo a rabo, le leí de brinco en brinco de páginas porque las historias de todos los políticos suelen ser interesantes, pero a mí la verdad lo que hayan hecho de chiquitos se lo pueden guardar. Eso no los norma.
Este libro son las memorias de Edward Kennedy; en la portada están los tres hermanos cuando eran jóvenes apuestos: John, Bobby y Edward, a quienes las tragedias les acompañaron en su vida. Un ganador del Pulitzer, Ron Powers, se lo escribió a Ted de conversaciones a lo largo de un buen tiempo. Regular el libro. No aporta gran cosa, pero es un Kennedy. Lo leí en pleno vuelo.
El otro que llamó mi atención, por su portada, es uno de María E. Silanes, ‘Los senderos imposibles’. La portada: Una mujer, vestida en los años que antecedieron a la revolución, escribe una carta y la lee, en la mano tiene la pluma. Es la historia de la dinastía Braniff, que primero con Maximiliano y luego con Juárez (hagan de cuenta que jugaban en los dos equipos, Barcelona y Real Madrid, medio tiempo con cada uno), implementaron el proyecto ferroviario más importante del país, y fueron consentidos del porfiriato. Más tarde, llegaron los sombrerudos revolucionarios, esos que se orinaron en el Sanborn’s de Madero, y los Braniff partieron al destierro dejando poder y fortuna. Los carrancistas los ahuyentaron. Ya ven ustedes como eran aquellos que antecedieron a los priístas, entre ellos se ahuyentaban y se liquidaban. Lo leeré cuanto antes, un tema del juarismo y porfirismo de una familia pudiente.
Comentarios:haazgilberto@hotmail.com

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