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sábado, 25 de junio de 2011

CAMALEON



Modelo político
Por: Alfredo Bielma Villanueva
sabado /25/06/11
Si es esta la hora de la ciudadanía habrá que verlo en la forma en cómo desarrolla su comportamiento en los próximos días y meses hasta culminar el proceso electoral de 2012 por el que decidiremos qué país deseamos. Si buscamos el cambio debe quedar claro que la lucha estriba en decidir que modelo económico queremos en México y a favor de un modelo político diferente al que ahora nos atosiga. Uno en el que las democracias económica y política sean reales, en el que la clase política retome el rumbo y se acomode al mandato ciudadano, en el que la ciudadanía tome conciencia que ella es la que produce el poder y solo lo delega a quienes por la voluntad general elige.

Un sistema político en el que los ciudadanos revoquen el mandato de quienes no pueden o no saben cumplir. Un modelo político que permita al ciudadano ratificar o denegar la confianza en quienes alguna vez delegó poder. Un régimen político en el que la división de poderes sea efectiva; una sociedad participativa que vigile el comportamiento de sus actores políticos, que obligue al castigo de los corruptos, que sepa aplicar la culpabilidad moral a los servidores públicos que abusen del poder y cometan fraude al erario obteniendo cuantiosas fortunas.

Un régimen político en el que quienes tuvieron la honrosa oportunidad de servir a sus conciudadanos y no pudieron o no supieron cumplir a cabalidad se les retire la confianza para desalentarlos en su pretensión de proseguir viviendo del erario; esto último, no porque hayan perdido el ejercicio de sus derechos ciudadanos, sino porque simplemente su perfil se identifica con el de zánganos de las nóminas que usufructúan sin aportar a cambio nada positivo. Un régimen de partidos en el que se obligue a estos a cumplir efectivamente con su declaración de principios y su plataforma de acción.

Un modelo político en el que los representantes populares al momento de legislar cumplan efectivamente con su papel de interpretadores de la voluntad ciudadana sin supeditarse al mandato cupular de grupos partidistas, convertidos ahora en mandantes, que obstaculizan la voluntad popular a través de una  perniciosa partidocracia que ha detenido el avance democrático del país.

Pero, ¿cómo transformar el sistema político sin modificar un ápice del modelo económico? Ya hemos experimentado que la alternancia partidista en la presidencia de la república no ha producido los cambios esperados para el bien del país, no al menos con la celeridad requerida. El cambio se ha sujetado al arribo del mando presidencial de políticos con visiones diferentes acerca del bien general y de la función pública. Pero seguimos aplicando el mismo modelo económico, el más descarnado de los neoliberalismos económicos con poca o nula naturaleza social.

Seguimos girando, ahora más que nunca, en torno a los designios del Fondo Monetario Internacional y uncidos al Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y Canadá; nuestro campo se ha empobrecido aún más; no podía ser de otra manera en una “competencia” asimétrica con economías mucho más desarrollada que la nuestra.

¿Quién no recuerda el campo mexicano sembrado de maíz por doquier? Eso ya es historia porque ahora dependemos de las importaciones de este producto básico en la dieta del pueblo mexicano, al igual que el arroz y el frijol, más otros productos agrícolas de primera necesidad que dejamos de producir con el argumento de que era más barato comprarlos fuera que cultivarlos aquí. De esa manera el campo se descapitalizó y no se ha despoblado por completo por los programas de “ayuda” al campesino, cuya resultante ha sido el hacerlos dependientes de las remesas mensuales que reciben cual si fueran burócratas, alejándolos cada vez más del surco.

Para los observadores provenientes de países económicamente desarrollados parecerá increíble la situación en nuestro campo al registrar la existencia de programas de desarrollo agropecuario del orden federal y estatal cuyo monto de operación alcanza miles de millones de pesos sin que haya avances significativos, excepto en  la letanía del discurso oficial. Lo cierto es que, salvo contados estados con un campo relativamente tecnificado (Veracruz no está entre ellos), México es dependiente de los productos que otrora exportaba.

Este panorama desalentador provocado por la desidia e irresponsabilidad gubernamental debe inspirar a la ciudadanía mexicana para actuar en consecuencia, ponerse a la altura de las circunstancias y generar sinergias con la parte positiva de sus clases dirigentes, la política y la empresarial, sin soslayar la urgencia de modelar una nueva clase política que se muestre a la altura del momento que vive México, que represente auténticamente los intereses de la mayoría y que no se enclaustre en clubes de ayuda mutua a los que solo interesa seguir medrando del presupuesto público.

¿Estará la ciudadanía mexicana a la altura de estas exigencias? Para evaluarlo habrá que esperar al comportamiento electoral que adoptará ante las opciones que le presenten los partidos políticos para que decidan por los nuevos adalides. Sabremos si el PRI, por caso, será capaz de presentar un perfil diferente del político que hasta ahora hemos tenido, o si acudirá a las mismas fichas marcadas por el tiempo y su actuación.

Si la ciudadanía mexicana podrá ejercitar su voluntad libre del nocivo influjo de penetrantes campañas publicitarias está por verse; ni el IFE ni sus equivalentes estatales han podido contra el monstruo de mil cabezas caracterizado por las televisoras. ¿Podría competir el twitter con los medios de comunicación en la tarea de promover una candidatura? Sin duda mucho habrá de influir la madurez de la ciudadanía mexicana, su convicción respecto de la necesidad del cambio y su recia participación para concebir, al fin, modelos de desarrollo económico y político diferentes para bien del país. Ese que aún duerme en los archivos de las cámaras legisladoras en espera de la última palabra que un reducido grupo de políticos. Contra esa fatalidad debe expresarse la ciudadanía, porque México es mucho más que sus políticos.

alfredobielmav@hotmail.com

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