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lunes, 17 de octubre de 2011

La posibilidad de un Gobierno de Unidad Nacional Por Héctor Yunes Landa

ARTICULISTA INVITADO


En días recientes ha sido difundida una propuesta inédita en México que llama la atención por el carácter trascendente que reviste, pero sobre todo por la viabilidad que podría generar para avanzar en la solución de muchos de los problemas que enfrentamos, especialmente, en los temas de la Seguridad y la Economía.

La propuesta consiste en un gobierno de coalición que, sin tener aún precisados los alcances y matices, tiene como premisa fundamental la inclusión de todas las fuerzas políticas con representación en el Congreso Federal en el que será el nuevo Gobierno de la República a partir del próximo año.



Esta idea cuenta con la paternidad de varios políticos de militancia diversa, pero también tiene el aval de respetados intelectuales, que además de contar con inteligencia y sensibilidad, tienen la experiencia teórica y práctica que les da haber vivido y estudiado en distintas naciones y sistemas políticos.

La justificación para exponer a consideración de los mexicanos una propuesta de tal envergadura se sustenta en la experiencia vivida por nuestro sistema político a partir del establecimiento de la normalidad democrática. Desde que nuestro sistema transitó del predominio del PRI a una mayor representación de otros partidos, la toma de decisiones en el gobierno se ha visto complicada.

Desde 1997, cuando el PRI perdió la mayoría absoluta en el Poder Legislativo, las decisiones políticas del Ejecutivo han debido pasar por un proceso de deliberación y aprobación que ha sido lento y complejo, resultando casi siempre o bien en negativas rotundas o en aprobaciones suspicaces, que han generado descalificaciones por parte de los partidos que han mantenido su oposición y han votado en contra.




Uno de los ejemplos más ilustrativos ha sido cuando en 1997 el gobierno de Ernesto Zedillo trató de impulsar una reforma en el Sector Energético, enviando una iniciativa para modificar el esquema para producir y vender energía eléctrica. El PAN, haciendo gala de relevante oposición se opuso a esta iniciativa, mediante una coalición coyuntural con el PRD, quien se sumó para boicotearla. Apenas unos años después, Vicente Fox envió una iniciativa similar al Congreso; el PRI hizo uso de sus potestades opositoras y, conjuntamente con el PRD, impidió que tal propuesta se hiciera realidad. Más allá de lo procedente o no de tal iniciativa, lo que llama la atención es la posición ambivalente que los partidos políticos han mantenido frente a una misma propuesta.

Es larga la lista de iniciativas que han corrido la misma suerte. Es claro que la visión sectaria, los intereses –legítimos o no-, e incluso la mezquindad de evitar que otro sea quien se lleve el crédito, han impedido que en muchos ámbitos nuestro país haya podido tener avances significativos.

Hoy México se enfrenta a una hora decisiva de su historia. La circunstancia que vivimos hace imprescindible la unidad. Esta situación de virtual guerra, prolongada, cruel y desgastante, que mantiene en la angustia y la desesperación a millones de ciudadanos, debe ser concluida. Esto no será posible sin la unidad del Estado Mexicano, lo cual quiere decir la unión de todas las fuerzas políticas y sociales a favor de una estrategia, consensuada, que ponga fin a este lamentable escenario.

Pero no es esta la única guerra que debemos ganar. El escenario mundial es poco promisorio; en todo el orbe observamos graves problemas financieros y una tendencia de la economía al estancamiento y la recesión. Al parecer, hasta ahora no hemos resultado mayormente afectados, pero es lógico suponer las repercusiones que derivan de un mundo globalizado. Por otra parte, nuestra economía no ha encontrado un camino de crecimiento franco y sostenido, que nos permita un despegue sostenido hacia el desarrollo.

En el ámbito interno, sobran los aspectos que debemos atender y superar: Educación, Salud, Medio Ambiente, Agua, Seguridad Social y un largo etcétera. Casi todos estos temas han permanecido en un letargo por la falta de acuerdo y voluntad política de los participantes del proceso político.

La experiencia histórica nos muestra que sólo cuando hay una clara definición del rumbo, soportada en un proyecto de nación, con visión de Estado, y en el consenso surgido de un acuerdo político fundamental, es posible que un país supere sus problemas y encuentre el camino del crecimiento económico y el desarrollo social.

El tema no es sencillo ni menor, requiere de talento, imaginación y creatividad, pero sobre todo de una gran voluntad política y amor a México, y muy especialmente, la humildad de renunciar a protagonismos, sectarismos y visiones autocráticas, así como a actitudes excluyentes, dogmáticas y sectarias. Es decir, llevar a cabo una idea de este tipo requiere poner el interés supremo de la nación y el deseo de resolver sus graves problemas, por encima de los intereses particulares y las visiones partidarias.

En particular, hay que considerar que la Democracia enfrenta ciertas limitantes para su ejercicio, especialmente en países como el nuestro, que adolecen de un sistema democrático incipiente, ausencia de una mecánica legislativa eficaz y una insuficiente consolidación de su sistema institucional. Todo esto propicia que, ante la falta de acuerdo, la deliberación se prolongue indefinidamente, postergando decisiones que son esenciales para la buena marcha de la nación.

Hay mucho por hacer y por supuesto que sería un proceso complicado que tendría que superar muchas trabas y resistencias, pero creo que la unidad en lo fundamental, en el compromiso y el amor por México no sólo es deseable, sino también posible. Puede ser esta en un Gobierno de Unidad, hay sobrados ejemplos históricos de cómo en muchos países los diversos se han unido en momentos claves de su historia.

Es posible imaginar cómo se sentirían los ciudadanos mexicanos al despertar un día y darse cuenta de que la clase política mexicana supera sus limitaciones y se sitúa a la altura de su momento histórico; que ha sido capaz de hacer a un lado el protagonismo ególatra y ha optado por sumar voluntades y esfuerzos para sacar a México de sus graves problemas. Estoy seguro que ese ejemplo de conducta superior permearía en la sociedad y propiciaría una acción colectiva ejemplar. Estoy seguro que este gran país que tenemos sería mucho mejor.

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