*Quizá viajamos para ser otros. Camelot.
AMO A PARIS (I LOVE PARIS)
A Paris se le puede amar en primavera, verano o el otoño, como ahora. Así escribió Cole Porter aquel legendario tema, ‘I love París’, que inmortalizó medio mundo: Ella Fistzgerald, Frank Sinatra, Nat King Cole. Todos. Muchos: “Cada vez que miro hacia abajo en esta ciudad sin tiempo, ya sea de color azul o gris el cielo, si se le anima fuerte o suave, donde sé las lágrimas. Cada vez más me doy cuenta de que me encanta París en la primavera, en el otoño. Me encanta París en el invierno, cuando llovizna. Oh, me encanta París en el verano, cuando arde. Me encanta París en cada momento del año”. Por qué le han cantado los extranjeros. Por qué la han inmortalizado en cintas y en música. George Gershwin llevó ‘Un americano en París’ a estándares mundiales, dejó huella en la cinematografía hollywoodense. El 13 de diciembre de 1928 fue el gran estreno en el Carnegie Hall de Nueva York. Todo mundo que se preciaba de ser culto, talentoso, músico o escritor, debían ir a la golfería a Paris. Gershwin lo hizo: “Cuando intentó ser discípulo de Igor Stravinsky, éste le preguntó: "¿Cuánto dinero ganó usted el año pasado?”. «200.000 dólares», respondió el joven Gershwin. «Entonces yo debería tomar clases con usted», respondió el maestro, rechazando su solicitud.
EL GABO Y HEMINGWAY
Es famosa la anécdota cuando estos dos escritores, que serían Premio Nobel con el tiempo, se encontraron en París. Uno, ya reconocido mundialmente (Hemingway), el otro, en el inicio de su aprendizaje parisino. García Márquez lo relata en su “Mi Hemingway personal”: “Lo reconocí de pronto, paseando con su esposa, Mary Welsh, por el bulevar de Saint Michel, en París, un día de la lluviosa primavera de 1957. Caminaba por la acera opuesta en dirección del jardín de Luxemburgo, y llevaba unos pantalones de vaquero muy usados, una camisa de cuadros escoceses y una gorra de pelotero. Lo único que no parecía suyo eran los lentes de armadura metálica, redondos y minúsculos, que le daban un aire de abuelo prematuro. Había cumplido cincuenta y nueve años, y era enorme y demasiado visible, pero no daba la impresión de fortaleza brutal que sin duda él hubiera deseado, porque tenía las caderas estrechas y las piernas un poco escuálidas sobre sus bastos. Parecía tan vivo entre los puestos de libros usados y el torrente juvenil de la Sorbona que era imposible imaginarse que le faltaban apenas cuatro años para morir. Por una fracción de segundo —como me ha ocurrido siempre— me encontré dividido entre mis dos oficios rivales. No sabía si hacerle una entrevista de prensa o solo atravesar la avenida para expresarle mi admiración sin reserva. Para ambos propósitos, sin embargo, había el mismo inconveniente grande: yo hablaba desde entonces el mismo inglés rudimentario que seguí hablando siempre, y no estaba muy seguro de su español de torero. De modo que no hice ninguna de las dos cosas que hubieran podido estropear aquel instante, sino que me puse las manos en bocina, como Tarzán en la selva, y grité de una acera a la otra: «Maeeeestro». Ernest Hemingway comprendió que no podía haber otro maestro entre la muchedumbre de estudiantes, y se volvió con la mano en alto, y me gritó en castellano con una voz un tanto pueril: «Adiooooós, amigo». Fue la única vez que lo vi”.
MEDIANOCHE EN PARIS
Paris es mágico. El Paris de los escritores. No ha habido escritor serio, brillante, que no haya mamado cultura en Paris. Allí mismo Julio Cortázar escribió su legendaria ‘Rayuela’. Y para Hemingway aquello era una fiesta. Los de la época querían tomarse un cafecito con Jean Paul Sartre, el mago del existencialismo, aquel que medio atrabancado rechazó un Premio Nobel. Scott Fitzgerald, Beckett, James Joyce, Ezra Pound, y mas añejos, Victor Hugo, Voltaire, Rosseau. Woody Allen le rindió homenaje a la ciudad con su ‘Medianoche en Paris’. Una joya muy al estilo Allen. Quienes han visitado la ciudad luz, seguro trae memorias agradables. Quienes no, admirarán ese Barrio Latino y los callejones de Saint-Germaine-des-Pres, allí donde las malas lenguas aseguran que la maestra Gordillo tiene un modesto pisillo. Woody revive la música de Cole Porter y entrelaza vivencias de personajes muertos, todos famosos: Hemingway, Scott Fitzgerald, Grete Stern, Picasso, Man Ray, Matisse, Buñuel. Deambulan muertos y vivos por Montparnasse y esas joyas que han sido Patrimonio Cultural de la Humanidad.
MUY PARISINO
No crean que amanecí parisino. No. Viajo un domingo de pisa y corre a Paris. De domingo a domingo, como aquella rola de domingo a domingo te vengo a ver, cuando será domingo, Cielito Lindo, para volver. Me trepo a un avión de Aeroméxico y espero llegar del aeropuerto Jara al Juárez y finalmente al Charles de Gaulle. Espero no haya turbonada y que un viento de cola me lleve antes de las 11 horas que dura el vuelo. Voy en pleno otoño, cuando las hojas caen. “El otoño vendrá con caracolas, uva de niebla, y sobre la fronda, ni la estrella que quiere ser hoja”, cito a Federico García Lorca. Ese otoño de arboles únicos, donde al pie del rio Sena, bajo los puentes de París se ven lucidoras, cuando los arboles renuevan todas sus hojas, las hortensias, el laurel, y donde los vendedores ambulantes, cerca de Notre Dame, venden reliquias antiguas, fotos, discos, litografías, libros usados, por tres o cinco euros uno se hace de lo que puede. En mi oficina orizabeña conservo una foto de un par de mujeres muy sensuales, posando para el fotógrafo. La compré allí hace unos años. Al pie donde los vendedores de cds usados ofertan a la más grande de todas sus hijas: Edith Piaff, voy a esos barrios, a esas callejuelas donde la Piaff cantaba por unas monedas, esa que inmortalizaron en la película de Marion Cotillard, ‘La vida en rosa’, que es lo más cercano que vimos de la Piaff. La que un día dijo: “Mi vida de niña puede parecer espantosa, pero era hermosa. Pasé hambre. Pasé frío, pero era libre. Libre de no levantarme. De no acostarme. De emborracharme. De soñar. De esperar”.
Dejen que llegue y les cuento cómo está Paris. Vista por estos ojos que siempre ven algo de contar.
Comentarios: haazgilberto@hotmail.com
*Quizá viajamos para ser otros. Camelot.
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